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Hambre emocional
Si cuando sientes estrés o ansiedad lo primero que se te pasa por la cabeza es echar mano al frigorífico, lo más probable es que estés dando rienda suelta a tu hambre emocional.
Por Miriam Aguilar
25 de junio de 2021 / 06:22
Ansiedad, miedo, soledad, restricciones, falta de autoestima… Son muchas las causas que pueden desembocar una mala relación con la comida. El hambre emocional no entiende de razones y solo busca la satisfacción rápida, la forma de cubrir ciertas carencias a través de la comida. Obviamente, este tipo de relación con la comida no es saludable y puede desembocar en trastornos alimentarios como anorexia o bulimia, que deberíamos atajar lo antes posible.
Hablar de ello no es fácil. Mucho menos cuando la persona no es capaz de identificar la raíz de su problema. Tania López, psicóloga sanitaria especializada en psicología clínica y medicina conductual, coordina el equipo de psiconutrición del Centro de nutrición Julia Farré, donde trabaja la forma de cambiar esta relación insana con la comida. Muchísima gente atribuye sus ganas de comer a la ansiedad, pero no saben cómo parar. A veces, ni si quiera es la ansiedad el detonante. Hay mucho más y por eso hay que saber cómo evitar comer por ansiedad. Por eso, la experta recomienda “pararnos y preguntarnos si tenemos hambre fisiológica o emocional”.
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El hambre real o fisiológico es el que aparece de manera gradual. “Tiene que ver con una necesidad de nutrir a mi cuerpo. Puedo esperar a comer, soy consciente de mis elecciones, puedo parar de comer cuando quiero y me siento satisfecho posteriormente, no genero emociones desagradables” explica la psicóloga. Seguro que os suenan frases como “estoy en el trabajo todo el día picoteando”, “paso el día bien, pero llega la noche y es un descontrol”… Comemos por ansiedad cuando la necesidad de comer aparece de forma compulsiva y descontrolada, aunque no se tenga hambre a nivel fisiológico.
Cuando no nos escuchamos aparece la ansiedad como un aviso, una señal de advertencia para que dirijamos la mirada hacia nuestro interior y podamos identificar las carencias que estamos teniendo. Es difícil identificarlo y ser conscientes para aquellos que lo padecen. “Es un proceso que hay que aprender a gestionar, habrá mejores y peores momentos, recaídas… Lo normal es que en ciertos momentos aparezca mucha rabia y frustración y que la reacción sea intentar eliminar la conducta, intentar controlarla”, expone Tania López.
«Se trata de satisfacer una necesidad emocional, de aliviar un estado de estrés o ansiedad a través de una ingesta irracional de comida».
En el camino a seguir podemos establecer 4 grandes preguntas vitales en general, para ver qué está ocurriendo:
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