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Después de dos años de pandemia, la noticia de esta descarnada guerra sigue siendo un mazazo a nivel emocional. Los expertos nos dan las claves para poder gestionar lo mejor posible esta terrible situación
Por Tamara Izquierdo
14 de marzo de 2022 / 13:22
El hecho de que el país que está siendo atacado sea europeo, ha hecho que mucha gente sienta más empatía por los ucranianos que la que ha podido sentir en otros gravísimos conflictos bélicos o por otras tristes situaciones sociopolíticas actuales. La guerra en Ucrania provoca en nuestro país impotencia, tristeza y rabia, pero también ansiedad, incertidumbre y miedo al poder identificarse más fácilmente con sus habitantes.
¿Por qué ocurre esto? No es una cuestión de ser peores o mejores personas, este fenómeno se da por lo que se conoce como “empatía de la distancia” que, según la psicóloga Pilar Conde, directora técnica de Clínicas Origen, “es consustancial al ser humano y consiste en identificarse con alguien cuando somos capaces de ponernos en su lugar”.
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Con respecto a esta empatía que nace de la contienda, continúa explicando la experta que “la distancia física tiene, por supuesto, mucho que ver, pero también el hecho de que el país invadido sea europeo. Que sus habitantes tengan el mismo estilo de vida que nosotros. De esta manera, al verlos en televisión, sufriendo las tragedias de la guerra, podemos vernos reflejados en ellos. Una madre española puede ponerse en la piel de una ucraniana que, con su hijo en brazos, huye de bombardeos y asedios. Lo mismo puede sucederle a un joven de nuestro país que ve cómo chicos de su edad se ven obligados a coger un fusil para irse al frente”.
Tras dos años de pandemia parecía que empezábamos a ver la luz al final del túnel, entrando, poco a poco, en la llamada “nueva normalidad”. No ha dado tiempo a gestionar el coste emocional que ha provocado la crisis sanitaria internacional, ni tampoco a digerir los cambios económicos derivados de la Covid-19, cuando ha estallado la guerra de Rusia contra Ucrania, haciendo que el lastre que arrastrábamos se incremente elevando la ansiedad y el estrés de manera generalizada.
Un país europeo es atacado y vemos como sus habitantes resultan muertos, heridos o tienen que huir de su tierra. Es fácil, por la cercanía, que nuestra mente pueda imaginar que algo similar podría pasar en nuestro país en cualquier momento, que ellos podríamos ser perfectamente nosotros y que la sociedad se vuelque ante esta catástrofe humanitaria que está conmocionando al mundo. ¿Quiere decir esto que otras tragedias que ocurren en muchos rincones del planeta son menos graves? No, claro que no. Lo que pasa en este caso es que existe un factor determinante y es la identificación, elemento que provoca, en gran parte de la población, mucha ansiedad, estrés y miedo.
Pilar Conde apunta a este respecto que “esta identificación puede producirnos ansiedad y estrés reiterado al hacer nuestra la angustia de quienes lo están pasando mal. También miedo ante una posible amenaza bélica e incertidumbre ante los cambios que este suceso bélico puede suponer para nuestro estilo de vida. Máxime tras varios años de cambios inesperados e inminentes a consecuencia de la pandemia”.
¿Cómo podemos lidiar mentalmente con estos embates de gran envergadura que no nos dan prácticamente tregua? ¿Podremos alcanzar en algún momento esa ansiada “nueva normalidad”?
El agotamiento mental de la pandemia nos ha pasado factura y, sin solución de continuidad, nos llegan los ecos de una guerra vecina, el sufrimiento de un pueblo que nos es cercano. Esta percepción de estar en peligro constante, de abrazar el dolor ajeno y de no saber qué es lo próximo que está por venir, crean un desasosiego sin precedentes en la historia de la Europa reciente.
La sensación de que tanto nuestra seguridad como nuestro estado de bienestar puede resquebrajarse en cualquier momento vuelve a apoderarse de buena parte de de la sociedad. ¿Se están tambaleando los cimientos de aquello que dábamos por hecho en nuestra sociedad moderna? Alejandra Nuño, socióloga experta en crecimiento empresarial y salud, explica que “se pone en jaque mate la normalización con la que aceptamos nuestra seguridad. Nuestras sociedades son muy jóvenes y asumimos, con cierta manga ancha, que el estado de bienestar es natural, que nos pertenece por decreto, pero no es así. La identidad como europeos que nos aúna es un logro político y social bastante reciente”.
A las imágenes devastadoras de la guerra en Ucrania se unen los últimos datos de la Covid-19, el fantasma de la crisis económica y de un ataque nuclear, la subida de los carburantes, de la luz, la huelga inminente de transportistas… piezas de un puzzle que, indefectiblemente, conllevan la percepción de una amenaza, una inestabilidad social, política y económica que puede generar mucho estrés, angustia y ansiedad.
El miedo a una posible Tercera Guerra Mundial o a los daños colaterales que pueda acarrear la situación bélica, conviven con la impotencia y la inmensa tristeza que produce ver el sufrimiento de un país masacrado. ¿Cómo podemos gestionar la incertidumbre y la ansiedad que, inevitablemente, sobreviene ante esta situación?
Hugo Onaindia, psicólogo sanitario de Equilibria Psicología, expone que “desde el punto de vista racional lo que podemos hacer es limitar las noticias ya que algunos medios de comunicación utilizan titulares tendenciosos que llevan a anticipar algo mucho más terrible de lo que ya es una guerra. Hay que limitar también el tiempo en el que se habla del tema con otras personas ya que, al estar mucho tiempo conectados con la situación bélica, no nos permitimos conectar con otras emociones que puedan surgir”. Cuanto menos exposición diaria a la situación de conflicto tengamos mejor podremos manejar el estrés. Esto no quiere decir que no estemos al tanto de lo que está sucediendo o de cómo se están desarrollando los hechos. Infórmate pero no te sobreexpongas y, si tienes que apagar la tele o bloquear algunas cuentas en redes sociales, hazlo.
Otra forma de ayudarte a gestionar emocionalmente el miedo y la ansiedad, según explica Onaindia, sería “indagar y entender mejor el conflicto, el porqué se ha llegado a este punto entre los dos países poniendo la situación dentro de un contexto histórico”. Nos da más miedo aquello que no entendemos, así que es una buena idea ponerte al día con el origen y las claves de esta contienda si es que aún no lo estás.
Por supuesto no olvides cuidarte, comer sano, pasar tiempo al aire libre, hacer ejercicio, mantener tus rutinas y una buena higiene del sueño. Esto te va a ayudar a controlar el estrés diario.
¿Todo esto quiere decir que debemos luchar para eliminar la ansiedad o dejar de sentir empatía para sentirnos mejor? Por supuesto que no. Somos humanos, pero dentro de este conflicto bélico que está viviendo Ucrania y del que somos testigos, trabajar nuestro proceso emocional es fundamental para no sufrir en demasía y caer en el abatimiento o en una depresión.
En este sentido, Hugo Onaindia apunta que “a nivel emocional, lo que podemos hacer es aceptar esa parte de incertidumbre y de impotencia que genera la situación, y permitirnos ser seres humanos, tener ansiedad e incluso estar triste porque eso significa que tienes empatía. La ansiedad y la incertidumbre siempre es mejor afrontarlas o transitarlas que evitarlas porque las consecuencias de tratar de bloquearlas van a ser peores que el hecho de vivirlas. Son emociones humanas”.
Hay formas de mostrar empatía que pueden ayudarte a sobrellevar la situación. Asistir a manifestaciones, colaborar con ONGs y centros de ayuda, realizar donaciones o compartir tu punto de vista en las redes sociales mostrando tu repulsa ante la guerra, son formas de ayudar al pueblo ucraniano y también de canalizar la tristeza y la impotencia ante esta barbarie.
Aunque seamos meros espectadores de este brutal ataque a Ucrania, también nos afecta, y mucho, a nivel mental. Vivimos un tiempo de sombras y solo una buena gestión emocional va a permitir que podamos seguir adelante sin anticipar y sin caer en el desánimo.
Henry Miller afirmaba que “Cada guerra es una destrucción del espíritu humano”, no dejemos que la sinrazón de unos pocos acabe con todo lo que nos hace humanos.
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