Aceptar un halago, firmar un contrato o decir que sí: pequeños gestos que cuestan más de lo que parece. Foto: Cottonbro / Pexels
Un autosabotaje muy sutil
La paradoja del merecimiento: por qué nos empeñamos en pensar que no merecemos lo bueno que nos pasa
A veces lo bueno llega, pero la cabeza insiste en recordarte viejas creencias: que no estás lista, que es demasiado o que no es para ti
Por María Corisco
5 DE SEPTIEMBRE DE 2025 / 13:59
Sabes que te lo has currado. Los demás también lo saben. Pero llevas un runrún interior que te hace sentirte insegura. Piensas «No es para mí», «no estoy preparada», «me lo darán y lo perderé» o «hay otros que lo necesitan más que yo». Puede ser frente a una oportunidad laboral, un amor correspondido, un reconocimiento público o incluso momentos de paz y descanso. No importa cuánto lo hayas soñado: en el instante en que lo tienes cerca, algo dentro de ti se retira. Es como si tuvieras que pedir permiso para disfrutar de lo que la vida te ofrece, y ese permiso, casi siempre, te lo niegas tú misma. Este fenómeno se conoce como la paradoja del merecimiento.
Aunque no existe un autor único al que se atribuya el término de forma oficial, la idea conecta con las teorías sobre el autosabotaje, la dificultad para recibir y el síndrome del impostor.
¿Qué te hace creer que eres menos que los demás?
Hay quienes van por la vida como eternos triunfadores. Otros, en cambio, siempre se sienten poco cualificados. Este sentimiento de no estar nunca al nivel apunta siempre a una tensión interna entre el deseo y la autoimagen, donde la historia personal y las creencias aprendidas desde la infancia juegan un papel decisivo en la paradoja del merecimiento.
Brené Brown, investigadora y profesora en la Universidad de Houston, lleva dos décadas dedicada al estudio de la valentía, la vulnerabilidad, la vergüenza y la empatía. «Cuando creemos que somos indignos de amor y pertenencia, todo lo que llegue a nuestras manos se convierte en un riesgo, porque sentimos que tarde o temprano será retirado». Esta sensación suele tener raíces en experiencias tempranas de invalidación o en entornos en los que la aceptación estaba condicionada a logros o comportamientos concretos. «El mensaje implícito que recibes es que el afecto, el éxito o el bienestar no son un derecho, sino un premio que debes ganarte constantemente».
Éramos pocos y llegó la barrera del merecimiento
A esto se sumo la llamada «barrera del merecimiento», descrita por el psicólogo Gay Hendricks en su libro The Big Leap (Ed. HarperOne). Se trata de «un límite interno que se activa cuando alcanzas un nivel de éxito o felicidad superior al que tu autoimagen permite». Este umbral invisible explica por qué a veces, justo cuando las cosas van bien, empezamos a procrastinar, cometer errores innecesarios o incluso provocar conflictos que nos devuelvan a una zona más «segura» emocionalmente.
Este patrón se relaciona directamente con el autosabotaje: las conductas —conscientes o no— que impiden alcanzar aquello que dices querer. Valerie Young, experta en síndrome del impostor, señala que «este mecanismo no surge porque no seas capaz, sino porque tu autoconcepto no ha actualizado la imagen que tienes de ti mismo«. Es como si tu mente no reconociera que el «tú» que merecía menos ya no es el mismo que existe hoy.
Ejemplos de paradoja del merecimiento en tu día a día
- Recibe una oferta laboral que supera tus expectativas, pero retrasas la firma del contrato porque no estás segura de encajar.
- Comienzas una relación sana y estable, pero te sientes tentada a provocar discusiones para «probar» si la otra persona se quedará.
- Un emprendedor logra un cliente importante y, en lugar de celebrarlo, se sumerge en una espiral de autoexigencia que acaba quemándolo.
En todos los casos, el patrón es el mismo: ante lo que deseamos, aparece una resistencia que busca devolvernos al terreno familiar de la carencia o la lucha constante.
No te hagas daño, date permiso a merecer
La dificultad para recibir, apunta el psicoterapeuta John Amodeo, también está vinculada a la forma en que aprendemos a gestionar el afecto: «Si de niños se nos enseñó que recibir demasiado era egoísta, que no debíamos molestar o que mostrar necesidades era signo de debilidad, de adultos podemos sentir incomodidad real —a veces física— ante el reconocimiento, el apoyo o la abundancia».
Reconstruir el permiso interno para recibir bienestar implica varios pasos. El primero, según la profesora de Psicología Educativa en la Universidad de Austin Kristin Neff, es cultivar la autocompasión: tratarnos como trataríamos a un amigo en lugar de como a un enemigo interno. El segundo, practicar el reconocimiento consciente de lo que ya hemos logrado, por pequeño que parezca, para ir ampliando ese umbral interno. Y el tercero, sostener la incomodidad inicial sin ceder al impulso de sabotearla: quedarnos un poco más en ese territorio nuevo donde las cosas buenas llegan y permanecen.
Microhábitos para romper el ciclo de autosabotaje
- Nombra el patrón. La próxima vez que notes incomodidad ante algo bueno, pregúntate: «¿Es que no lo quiero… o es que creo que no lo merezco?».
- Reescribe la narrativa interna. Sustituye pensamientos como «no soy suficiente» por «estoy aprendiendo a recibir» o «esto es parte de mi crecimiento».
- Exponte gradualmente. Practica aceptar elogios sin restarles valor, recibir favores sin compensarlos inmediatamente o permitirte descanso sin justificarlo.
- Celebra logros pequeños. Llevar un registro diario de avances ayuda a que tu autoimagen se actualice y a que el umbral de merecimiento se expanda.
- Apóyate en tu entorno. Compartir este proceso con personas de confianza puede ayudarte a normalizar la idea de que todos merecemos bienestar sin condiciones.