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Salud mental
Sentirse merecedora de los logros conseguidos es una prueba de equilibrio. Si piensas que tus triunfos se deben a la suerte o al cosmos, puede que padezcas este síndrome.
10 de mayo de 2023 / 06:30
Hablar del síndrome del impostor está a la orden del día. Se trata de un desequilibrio psicológico que consiste, básicamente, en sentirse un fraude cuando algo te sale bien y trabajas duro para llegar a los objetivos que te propones. Ojo, es una distorsión de la realidad que deberías aprender a detectar y corregir porque solo trae sufrimiento.
Para entenderlo mejor, contesta mentalmente a estas preguntas. Cuando algo te sale bien, ¿Lo atribuyes a tus propios méritos y capacidades o al poder divino y la suerte? ¿Te cuesta asimilar tus logros? ¿Suelen decirte lo capaz que eres y tú sientes que están hablando de otra persona? ¿Sufres por casi todo lo que te ocurre y no eres capaz de ver de manera realista y objetiva los triunfos? Solo tú sabes las respuestas, pero si estas tienden a responderse de manera negativa podrías estar padeciendo este trastorno psicológico.
Según Almudena G. De la Mata, psicóloga, «este síndrome es un trastorno psicológico, que crea una falsa creencia, que nos hace sentir equivocadamente indignos de los éxitos que conseguimos y en el que dudamos de que nuestros logros sean por nuestra capacidad intelectual y valía personal y no por la suerte o porque se hayan alineado los astros. Es la sensación de no estar a la altura de las circunstancias o de que has llegado donde estás, más por suerte o azar, que por méritos propios».
A partir de esta sensación constante de no estar a la altura de las circunstancias «tiendes a desconfiar de tu propio criterio, se generan situaciones de inseguridad, ansiedad, tristeza constante, depresión, falta de autoestima, trastornos obsesivos compulsivos e incluso aislamiento social…», añade G. de la Mata. En este sentido, las consecuencias pueden ser cada vez más graves, generando un efecto bola de nieve.
La coach Sol Aguirre (@lasclavesdesol) suele decir que nos han hecho creer que solo tiene valor lo que nos cuesta mucho conseguir, lo que destierra los talentos naturales y te hace dudar del valor de tus habilidades. Llegar a esta situación de desequilibrio en el que no sientes que mereces lo que has conseguido se debe, entre otras cosas, a la educación: «El origen de este trastorno se encuentra tanto en la educación recibida como en la persistencia de sesgos, creencias adquiridas y la certeza de tener que realizar un esfuerzo adicional para mostrar el valor de lo que se hace. Los estereotipos de género interiorizados y aprendidos desde la niñez también tienen mucho que ver al respecto», confirma la psicóloga.
Y aquí entramos en un terreno complicado, porque lo cierto es que este sistema de creencias limitantes afecta mucho más a mujeres Por eso, es más sencillo que este síndrome del impostor lo padezca el género femenino, sobre todo en edades comprendidas entre los 18 y los 34 años.
«Cada persona es única y las circunstancias que vive cada uno también. Los hombres, por supuesto, también crecen con creencias limitantes, pero menos en este aspecto. Quizá por un tema educacional, ya que antes, desde pequeños, a los niños se les enseñaba a ser fuertes y competitivos, mientras que a las niñas a ser cuidadosas y sutiles y a apoyar al hombre en sus éxitos profesionales, aunque esto hoy en día ha cambiado una barbaridad y es muy probable que se iguale en el futuro».
Padecer el síndrome de la impostora, pongámosle género, ya que es más común entre mujeres, no tiene por qué comenzar en la infancia o adolescencia ni necesariamente debe existir el pensamiento precoz de que no se es lo suficientemente buena en algo.
De hecho, hay otros caminos que conducen al mismo problema y que enumera claramente la psicóloga: «Tener un alto nivel de autoexigencia, una bajo nivel de autoestima y ser una persona insegura pueden llevar al mismo desequilibrio. Las mujeres perfeccionistas, las que sienten que nunca es suficiente y, por consiguiente, ellas tampoco lo son… Las personas vulnerables, autocríticas, las que han crecido en la invalidación y comparación».
La experta matiza en que la autoexigencia no sólo es un rasgo de la personalidad, puede desarrollarse en función del entorno sociocultural, la autopercepción, la vulnerabilidad, la capacidad de manejar el estrés… «Culturalmente, a las mujeres se las ha valorado por la obediencia, se las ha enseñado a no expresar emociones y a la necesidad de hacer algo para recibir aprecio… Sin embargo, los hombres tienen más autoestima, cuando triunfan lo consideran suyo». Por eso, una mujer que padece el síndrome del impostor es aquella que «no acepta elogios ni reconocimientos y atribuye sus logros a causas externas».
Según una encuesta de KPMG, tres de cada cuatro ejecutivas (es decir, el 75% de la muestra) confiesan haber experimentado este síndrome en algún momento de sus carreras. Del mismo estudio se desprende que el 85% de las mujeres profesionales creen que sus homólogos masculinos no experimentan las mismas inseguridades que ellas. Asimismo, el 81% confirma que se autoimpone más presión que ellos para no fallar y estar a la altura de lo que se espera de ellas.
Hay que tener en cuenta que se puede dar en varios niveles, uno que desaparece con el tiempo y la experiencia y otro, que es el que hay que trabajar, que empeora con el paso del tiempo. La experta psicóloga tiene las claves para combatirlo.
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