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El breadcrumbing consiste en dar migajas para mantener la esperanza y atención del otro./ Imagen: Pexels.
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El breadcrumbing se basa en dar lo mínimo para mantener la ilusión de la otra persona pero sin intención de llegar a nada más, ¿te ha pasado?
3 de mayo de 2023 / 18:34
Ghosting, gaslighting y red flags en general. Cada vez son más los anglicismos que forman lo que podríamos llamar ya el glosario de las relaciones del siglo XXI, que, casualmente tienen una connotación negativa. Esta lista de términos que señalan una relación tóxica se une ahora el breadcrumbing, o lo que es lo mismo, lo que entendemos conformarse con las migajas, pero, por supuesto, sin darnos cuenta.
Seguro que no eres el primero ni serás el último al que han tardado días en contestarle a un mensaje, pero lo ha recibido con los brazos abiertos y con esperanza. Al que le han propuesto tener una cita pero, a la hora de la verdad, nunca se produjo. Ese al que un día dejaron de hablar pero esa persona reapareció semanas más tarde respondiendo a una historia. Sí, tú también has sentido ese vuelco en el estómago, que implica un descargo de adrenalina y, en consecuencia, volver a ilusionarse. Y, permítenos que te lo digamos, pero sin motivo, porque lo que está ocurriendo es que tu ligue te está haciendo breadcrumbing.
A pesar de ser un término relativamente nuevo, ya ha dado tiempo a que los psicólogos expertos en relaciones hablen de este fenómeno que añade una explicación más a las relaciones tóxicas. La psicóloga Silvia Congost, de hecho, habla del tema (además del resto de palabras clave de la toxicidad) en su libro Personas tóxicas: cómo identificarlas y librarte de los narcisistas para siempre.
Ella define el breadcrumbing como: «Dejar migas de pan. En este caso, la persona que actúa de este modo va dándote migajas de vez en cuando (por ejemplo, haciéndote preguntas por mensaje, preocupándose por cómo estás, proponiéndote para quedar de vez en cuando), pero si lo analizas y echas la vista atrás, te das cuenta de que nunca se materializa nada.» Es decir, se mantiene la ilusión de la persona que tiene esperanzas en avanzar en esa relación pero lo cierto es que en ningún momento se llegará más lejos de lo que ha habido hasta el momento.
«Te hace preguntas por mensaje, se pregunta por cómo estás, te propone quedar… pero siempre cómo y cuándo él/ella quiere. Sabe que tú no le dirás que no y por eso te dice cuatro palabras bonitas y tú caes. En cambio, si tú propones un plan, o no te responde o lo hace a lo largo de los días para darte largas», explica la experta sobre el modus operandi de los breadcrumbers.
A fin de cuentas, el breadcrumbing no solo implica que uno dé las migajas o restos del amor, sino que el otro se conforma con ellas y, de hecho, las magnifica como seña de grandes gestos de amor pero que se dan discretamente para que no parezca que vamos muy rápido. En definitiva, una de las concepciones falsas a las que ha evolucionado lo aprendido en las ficciones de amor romántico.
El breadcrumbing, como confirma la psicóloga sanitaria Estefanía Herrera, se basa en «un refuerzo intermitente que continuamente te deja con ganas de más». Es decir, se da una de cal y una de arena. De esta forma, nos quedamos esperando siempre esos restos del amor que llegan cuando menos se les espera. Se crea así una especie de adicción, por su parte, muy típica de las relaciones tóxicas, que se mantiene a pesar de que se genera una frustración ante los mensajes leídos e ignorados o a las negativas.
Además, la autoestima también se ve afectada porque «quien te hace breadcrumbing se aprovecha de ti. Te hace sentir especial para conseguir lo que busca para luego desaparecer de nuevo», señala Congost. Esto, a la larga, se traduce en desconfianza en las relaciones futuras y hacernos creer que lo que merecemos es eso y no un compromiso real. Nos conformaremos siempre con lo mínimo.
A pesar de que, como ocurre con las conductas de las relaciones tóxicas, salir del breadcrumbing será muy complicado y es posible que se necesite de ayuda externa para evitar que la situación avance, podemos contar con ciertas herramientas para prevenirlo o, al menos, detectarlo y saber ponerle remedio.
Como señala Herrera, lo primero sería saber poner límites. Si observamos que una persona viene y va a su antojo, sin tener en cuenta nuestros sentimientos, nos hace sentir como la última de sus prioridades o un entretenimiento más, lo mejor será cortar esa relación.
Para eso es fundamental priorizarnos a nosotros mismos, saber qué es lo que queremos y hablarnos como si fuéramos uno de nuestros amigos. Si esto le pasase a nuestro amigo no lo consentiríamos. La psicóloga también recomienda observar los pensamientos que hacen que nos quedemos. Por ejemplo, no querer estar solo. Y no todo vale, de hecho, si ese es el caso, deberíamos plantearnos buscar ayuda porque necesitamos querernos mejor. No hay que conformarse por miedo o pereza.
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