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Ser dependiente es normal, pero si ese apego es excesivo hay que preocuparse./ Imagen: Pexels.
Salud mental
Detrás de muchos dramas románticos, lo que se esconde es una relación dependiente y tóxica. Esto es lo que tienes que hacer para evitar que pase esto con la tuya, según los expertos.
Por Paka Díaz
13 de junio de 2023 / 11:10
Que el ser humano es una animal social es algo que nadie pone en duda. De hecho sociabilizar es una de las pautas para sentirse bien, ser más felices y evitar enfermedades. Sin embargo, como siempre, hay un pero: la dependencia excesiva. Un apego excesivo puede causarnos problemas y mucho sufrimiento, y no solo a nosotros, sino también a ese con quien tenemos la relación. El prestigioso psicólogo Arun Mansukhani nos cuenta cómo evitarlo.
Para Mansukhani este tema es tan importante que ha escrito Condenados a entendernos: La interdependencia o el arte de mantener relaciones sanas, un libro en el que aprendes mucho sobre relaciones personales. “Como psicólogo clínico, trabajo a diario con el sufrimiento de las personas y veo que la mayor parte se debe a la calidad de las relaciones”, apunta.
Para las personas, la mayor fuente de felicidad suelen ser los otros. Muchos viajeros aseguran que ver el rincón más bello del mundo sin poder compartirlo no es tan gratificante como cuando lo ves con alguien más. A eso deben, seguramente, buena parte de su éxito las redes sociales. Mansukhani subraya que “los seres humanos somos una especie social para la cual las relaciones y los vínculos íntimos son esenciales. Somos muy dependientes unos de otros.»
Esa necesidad de las otras personas es tan fuerte que incluso nos puede llegar a afectar al organismo. “Esto es tan así, que sabemos que el mejor predictor (aunque obviamente no el único) de la salud tanto física como mental de las personas es la calidad de las relaciones que mantienen. Los mejores momentos de nuestra vida suelen estar relacionados con situaciones interpersonales igual que los momentos en los que más hemos sufrido”, apunta.
Como confirma el experto, para los seres humanos el apego es esencial e inevitable desde el comienzo de nuestras vidas. “Somos una especie altricial, o sea, que nuestras crías son inmaduras al nacer y son dependientes durante un largo período. Esto exige que los adultos cuidemos a las crías y que ambos generemos un vínculo emocional fuerte entre nosotros. Este vínculo es el apego”, explica Arun Mansukhani.
Lo cierto es que esa relación tan estrecha nos genera un montón de oportunidades, aprendizajes, y mimos que nos ayudan a desarrollarnos. “Este vínculo nos proporciona seguridad y cuidados y, a la vez, cuando es ejercido de forma sana, nos ayuda a hacernos autónomos y ser capaces de depender de nosotros mismos y a confiar en los demás”, confirma el experto.
Sin embargo, como en todo, en el equilibrio está la virtud. Pero no siempre ocurre así y se puede acabar por generar un apego excesivo. En muchas ocasiones, se pasa de vueltas y ese vínculo que sería positivo se convierte en un lastre asfixiante. Los daños suceden tanto para la persona que lo siente, como para quienes le rodean.
“Cuando es excesivo, lo que técnicamente llamamos apego inseguro, se pueden generar problemas de dependencia patológica, en la que las personas tienen dificultades con su propia autonomía y dependen excesivamente de los demás. O de contradependencia, en la que las se tienen problemas para confiar en los demás y dificultades para intimar”, aclara Mansukhani.
Entre los síntomas que deberían alertarnos de que tenemos un apego excesivo, o que lo tienen por nosotros, destacan las posturas de dependencia, contradependencia, sumisión o dominancia. “También cuando sentimos que nuestras necesidades no están siendo satisfechas en las relaciones significativas con otros”, advierte el experto. Por ello, indica que “hay personas que pueden sentir de manera frecuente que la relaciones que mantienen no les hacen sentir bien, sino que más bien son fuente de frustración, enfado, excesiva responsabilidad o decepción”.
Además, advierte que “hay personas que no tienen aparentemente conflictos interpersonales porque han renunciado a tener relaciones de cercanía con casi nadie. Reducen los conflictos a través del distanciamiento o el aislamiento real o emocional, de renunciar a relaciones que les apetecería tener, como relaciones de pareja. Aunque no tengan problemas porque reducen las relaciones, esta pauta encubre también un patrón de vinculación patológica”.
Es decir, según tu patrón de apego, puedes desarrollar patrones de vinculación patológica. “Solemos agrupar las distintas estrategias interpersonales en tres grandes grupos: el patrón dependiente, el contra-dependiente y el dominante-desorganizado”, apunta.
“El primer tipo de comportamientos lo exhiben personas que sienten que no valen lo suficiente o que no merecen ser queridos, razón por la cual se tienen que esforzar mucho para no ser abandonados: cuidan en exceso a los demás, son encantadores, no dan problemas, etc”, explica. Esos miedos les llevarían “a adoptar roles sumisos en las relaciones, en las que tienen más en cuenta las necesidades de los demás que las suyas”.
De hecho, Mansukhani destaca que suelen tener dificultades para reconocer sus propias necesidades y decir que no a los demás. “Son personas que están en riesgo de estar en relaciones abusivas, por su dificultad para terminar una relación que va mal o porque toleran comportamientos que no deberían de otras personas”, alerta.
El segundo tipo, el contra-dependiente o evitativo, se refiere a personas que presentan un alejamiento, real o emocional, de los demás. En caso de los llamados «evitativos perfectos», dejarían incluso de tener relaciones con los demás. Aunque en la mayoría de los casos las mantienen, solo que con un bajo grado de implicación.
“Su miedo es ser controlados, invadidos o perder su libertad. Esto les lleva a parecer muy poco dependientes, pero lo son porque, a pesar de su fachada evitativa, necesitan a los demás”, apunta el terapeuta. Se señala que “al inicio de una relación, en la fase de enamoramiento (que suele ser más corta en ellos) se pueden mostrar implicados, excesivamente con frecuencia, para después cambiar y mostrarse evitativos y emocionalmente distantes”.
Como consecuencia, explica que “suelen vivir las relaciones como una responsabilidad y una carga y no disfrutan excesivamente del contacto interpersonal. En consulta, al menos, es más frecuente ver patrones evitativos en hombres que en mujeres”.
Por último, el patrón dominante-desorganizado es el tipo de comportamiento más preocupante, apunta Mansukhani, “porque son personas que generan relaciones tóxicas. Debido a su inseguridad, de la que no son conscientes, necesitan controlar o dominar la relación. Lo pueden hacer directamente o indirectamente, mediante el chantaje emocional, presentarse como muy vulnerables o incluso siendo muy cuidadores, pero en este caso, el cuidado está encaminado a controlar y hacerse imprescindibles”.
Este tipo de patrones de comportamiento pueden generar una dependencia malsana. Como referencia de una relación sana entre personas adultas, Mansukhani propone un parámetro: una relación sana sería una horizontal, en la que nadie es más, ni menos, que nadie. “La relación horizontal es aquella en la que ambas partes tienen el mismo poder y, por tanto, tienen la misma responsabilidad, la misma capacidad de cuidar y ser cuidados, la misma capacidad de proveer, etc”, afirma.
Además, señala que “un aspecto esencial de las relaciones horizontales es que las personas eligen permanecer en esas relaciones voluntariamente. Las relaciones horizontales son gratificantes, pero, a la vez, despiertan todos nuestros temores ante la intimidad. Por eso vemos que hay adultos que no toleran las relaciones horizontales y tienden a desequilibrarlas, las vuelven más o menos verticales, en las que tienen un mayor control”.
Por eso, si se te plantea una relación vertical, este es el principal síntoma de alerta que puedes recibir de relación tóxica. “Verticalizar las relaciones las hace tóxicas. Todos los comportamientos de los que hemos hablado antes son intentos de tener algún tipo de control sobre la relación, bien sea colocarse en posiciones «por encima» del otro, de dominio, o «por debajo», de sumisión o cuidados”, advierte. Ese sería el patrón de las relaciones de maltrato.
Para evitarlo, Mansukhani tiene claro que es necesario educar. “El ser humano, debido a que nacemos con un cerebro inmaduro, necesita ser educado, en todos los aspectos, y en el relacional y el de la gestión emocional también. Y esto ocurre de forma implícita en la infancia”, confirma. “En el seno de la familia aprendemos estrategias para manejar nuestras emociones y qué se puede hacer o no. Por tanto, dependemos enteramente de la suerte que nos haya tocado, de la familia en la que nacimos, de cómo se manejaban las emociones y el tipo de relaciones que se mantenían”, añade.
La buena noticia es que es posible educar o entrenar a nuestro cerebro emocional para lograr establecer vínculos saludables. Eso sí, lo conveniente sería comenzar en desde los primeros años de vida. “Nuestra forma de relacionarnos es aprendida. Aunque sea lo que llamamos un aprendizaje implícito, inconsciente”, explica el psicólogo.
“Este aprendizaje”, añade, “ocurre en la infancia, en el seno de nuestras relaciones más cercanas, aunque no seamos conscientes de ello. En todo caso, como es un aprendizaje, aunque sea inconsciente, se puede hacer consciente y, lo más importante, se puede desaprender, y aprender nuevas pautas de regulación emocional y de relación con los demás. Es verdad que, en los casos más graves, esto exige ayuda profesional.»
Por eso, para prevenir y dar oportunidades a todas las personas de aprender a generar vínculos y relaciones sanas, el psicólogo señala la necesidad de incluir la educación emocional el el currículo escolar. “Nos dan clases de matemáticas o inglés diez años como mínimo, pero no de autogestión emocional o de cómo relacionarnos. Esta es nuestra gran asignatura pendiente, abordar de forma mucho más integral, intensiva y explícita la educación emocional y relacional, incluyendo, por cierto, la sexual”, anima.
Para mejorar tus relaciones personales, y evitar patrones de apego inseguro o dependencia, es fundamental empezar por uno mismo. “Esta, quizá, sea la clave. Si no somos capaces de relacionarnos con nosotros mismos de forma sana, si no somos capaces de querernos bien, no seremos capaces de relacionarnos de forma sana con los demás, de quererlos bien”, advierte Mansukhani.
Para lograrlo, recuerda que son esenciales los que llama «los cuatro autos: el autoconocimiento, la autoaceptación, la autocompasión y el autocuidado. Para que se den, primero debemos ser capaces de autorregularnos emocionalmente.
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