Electa Navarrete es médica y cirujana especializada en cirugía estética. FOTO: Rubén Vega. (Estilismo: Rut Baticón. Maquillaje y peluquería: Kley Kafé).
Salud mental
Electa Navarrete, cirujana estética: «Tener citas conmigo misma me ha ayudado a saber que yo soy mi persona esencial»
La solicitadísima doctora estética, que atiende a muchos famosos, acaba de publicar un libro en el que se sincera sobre su propio proceso de autoconocimiento.
Por Carol López
08 DE DICIEMBRE DE 2024 / 07:30
Electa Navarrete pasa consulta sin bajarse de sus tacones de aguja. Con la fortaleza de ánimo y la plenitud que le otorga sentirse diez centímetros sobre el suelo, esta licenciada en Medicina y Cirugía especializada en medicina estética empuña bisturí, cánulas y agujas sin perder jamás de vista algo que para ella es esencial: el nexo entre belleza y bienestar.
Nacida en Santo Domingo, acaba de publicar Subir al Everest con tacones (Ed. Vergara), un relato muy personal en el que, a través del análisis de su propio proceso de autoconocimiento, explica cómo para llegar a cualquier cima primero hay que conocerse a uno mismo.
Eres médica especializada en medicina estética, pero a menudo remites a las emociones, al autoconocimiento, a la fortaleza de espíritu… ¿Cómo una persona que se dedica a la cirugía estética –que puede parecer algo frívolo– llega a conectar tanto con la esfera emocional?
Yo nací en Santo Domingo. Me gradué en Medicina, que allí es algo muy solemne y un médico es casi como un dios. Al llegar aquí sentí que no podía conectar con mi paciente español, que no tiene nada que ver con el paciente dominicano o latinoamericano. Primero tenía que entenderlo, y para eso tenía que bajarme del pedestal. Así que tuve que dejar de ser médico, al menos en el aspecto de la vanidad. Tuve que recurrir a tocar, a abrazar… Pude conectar de verdad con mis pacientes cuando supe que lo importante en la consulta no era yo. Un 30% de todo lo que los pacientes padecen a nivel físico tiene un origen emocional. Hay personas que experimentan un profundo alivio cuando se sientan delante de un médico porque tienen la oportunidad de sincerarse y de liberar sus cargas. Yo, como médico, tengo esa responsabilidad de ver más allá.
En tu libro hablas de que todos tenemos un boicoteador emocional, ¿podrías explicarnos en qué consiste esa figura?
El boicoteador es esa voz interior que solemos identificar con la voz de la razón. Pero esta voz no siempre es constructiva. El boicoteador incentiva el miedo, nos autoreprime y nos paraliza. Es esa voz que hace que te quedes en casa cuando lo que de verdad te apetece es irte de viaje. O que te dice cosas como «¿A dónde vas?», «¿Qué te crees?», «¿Para qué vas a hacer esa entrevista de trabajo, si sabes que te van a decir que no?», «No te pongas esa ropa»… Lo que suele ocurrir es que no nos atrevemos a discutir con esa voz, porque creemos que no compensa. Pero la felicidad lo compensa todo.
También hablas del co-creador como uno de los principales condicionantes de nuestra personalidad. ¿Qué es exactamente?
El co-creador es la voz de nuestra crianza. De nuestro padre, de nuestra madre… Lo desarrollamos cuando somos muy pequeños. También hay gente que lo gesta al cabo de los años, sería la voz de la pareja. El co-creador es nuestro niño interior, ese que tiene miedo a todo. Nos hace sentir presión, temor, inseguridad… El problema es que hay personas que no solamente lo sienten como una voz, sino como si fuera el timón de su vida. Para enfrentarse al co-creador hay que de tomar la decisión de guiar tu propia vida, creerte que te mereces ser feliz y llevarlo a cabo.
Aunque la gente vaya por temas estéticos, tus consultas tienen mucho de psicológico. ¿Cómo integras ambas esferas?
Siempre digo que no hay nada más profundo que lo que se ve en la superficie. Nuestro aspecto es un reflejo de cómo somos por dentro. La cirugía estética en España ha evolucionado mucho en las últimas décadas, aunque aún hay una generación que arrastra un catolicismo muy duro y los estragos de la dictadura, que son responsables de mucha sensación de culpa. Estas generaciones aún están viniendo a mi consulta de medicina estética. Hay mujeres que aún están vivas que no podían abrir una cuenta en el banco. Esas mujeres se quedan viudas y quieren hacerse algo en la cara, pero no se atreven. Se han pasado la vida siendo «la mujer de» y luego «la madre de». Como médico, al sentarme con esa señora lo primero que tengo que preguntarle es «¿Cómo te sientes?». Algunas confiesan sus sentimientos por primera vez en voz alta. Hace unos años una mujer se sinceró y me dijo: «Doctora, yo quiero quitarme la vida de la cara». Hasta que no me me senté con ella a escucharla y la entendí, no pude atenderla.
¿Cómo logras ser empática para que tus pacientes se abran de un modo tan profundo?
Mi medicina estética tiene mucho de emoción activa. Yo nunca le digo a los pacientes qué hacer. Les digo cómo lo he hecho yo para que ellos aborden sus circunstancias a su manera. Les enseño el camino, les acompaño… Si lo desean puedo ser su sherpa emocional, su guía. Les marco pautas, pero el camino es suyo. Las botas son suyas, los tacones son suyos… Yo no voy a caminar por ellos.
Si tuvieras que darle un consejo a alguien que siente que está subiendo su Everest pero flaquea, ¿qué le dirías?
Siempre les digo a mis pacientes que cuando sienten que no pueden subir su Everest es porque están condicionados por las expectativas de otras personas. No tiene sentido que siendo libre sientas que no puedes contigo mismo. El ascenso es solitario. Además, creo que el verdadero éxito no es llegar a la cima, el éxito es saber bajar.
En tu caso, para que sea más desafiante, has decidido subir tu propio Everest con tacones…
Sí. Más desafiante y más divertido. Yo mido 1,77 y tengo un 45 de pie. Pero me encantan los tacones. Y más si son de color rojo brillante. Paso consulta con tacones, me niego a reprimirme. Pero para caminar con tacones hay que practicar: apretar el abdomen, meter culo, ponerte muy recta… Caminar con tacones es tener conciencia de cada paso que das. Saber caminar bien con tacones da un poder que no es sólo físico, sino también mental y de autoconfianza. Si sabes caminar bien con tacones nunca te vas a doblar un tobillo, nunca te vas a caer. Luego puedes correr descalza o en chanclas sobre cualquier superficie. A mí me da un poder brutal.
En tu libro también hablas de las citas contigo misma. ¿De dónde parte esta ocurrencia?
Parte de la idea de que tú eres tu persona esencial. Nadie te hace tanta falta como tú misma. Me di cuenta de esto cuando fui creciendo a nivel emocional y me percaté de que nunca me cuidaba. Yo cocinaba para otra persona, compraba un vino para que le gustara a otra persona, me arreglaba para otra persona… Pero nunca pensaba en mí. Entonces decidí que antes de enamorarme de otra persona debía empezar a salir conmigo misma, conectar emocionalmente y sexualmente.
¿Cómo son tus citas contigo misma?
Lo he hecho varias veces: cocino para mí, me arreglo, busco un vino ideal… Y al jugar a esto (con la televisión apagada y con una copita de vino) empiezo a hablarme y a escucharme. Y me pregunto qué me gusta de verdad, qué quiero en la vida y cómo lo quiero, igual que cuando empiezas una relación de pareja y tienes una cita. Alguna vez me he dado plantón [ríe]. Pero lo lindo es que he logrado establecer una relación emocional conmigo misma que ha sido lo más enriquecedor que me ha pasado como persona adulta.
¿Qué te ha aportado tener citas contigo misma?
Me adoro. Da igual lo que vaya a pasarme en la vida, porque nadie se va a meter en el medio de mí y mi relación emocional conmigo. Gracias a esta práctica he podido darme cuenta de que no necesito a nadie para ser feliz. Luego yo he podido optar por estar o no acompañada. Pero ha sido mi elección, no la elección de otra persona.
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