
A menudo se tiene la idea de que ser buenas personas implica estar disponibles, no molestar, decir que sí. Foto: D.R
MENTE
Muchos de tus problemas puede que se llamen «no sé decir que no»
Dices que sí por costumbre, por culpa o por quedar bien. Luego viene el estrés, el enfado… Y el horno encendido ("pringando" por no saber decir que no). Y tú, otra vez, sin tiempo ni ganas.
Por María Corisco
13 DE AGOSTO DE 2025 / 14:00
Hay decisiones que parecen pequeñas, pero no lo son. Decir «sí» cuando en realidad querías decir «no», o dejar pasar una oportunidad por miedo al juicio de los demás, puede parecer una concesión sin importancia. Pero cuando esa dinámica se repite —una vez, otra y otra más— termina por erosionar algo mucho más profundo: tu conexión contigo misma.
A menudo se tiene la idea de que ser buenas personas implica estar disponibles, no molestar, decir que sí. Que negarse es egoísta, que poner límites decepciona, que proteger tu espacio es exagerado. Y así, sin darte cuenta, empiezas a vivir desde fuera hacia dentro: moldeando tus respuestas según lo que crees que se espera de ti, no según lo que necesitas o deseas.


Lo curioso es que esta forma de vivir puede parecer generosa, pero no lo es: porque lo que se da desde el miedo, la culpa o el deseo de complacer no es generosidad: es autoabandono.
Cómo decir «no» con firmeza
De todo esto habla la investigadora y autora Brené Brown, una de las voces más influyentes en el estudio de la vulnerabilidad, el coraje y la autenticidad. Profesora en la Universidad de Houston y autora de varios bestsellers, Brown ha dedicado más de veinte años a investigar qué nos aleja —y qué nos acerca— a una vida con sentido. Su mensaje es claro y directo: vivir con autenticidad no significa ser perfecta ni tenerlo todo resuelto, sino atreverte a actuar en coherencia con lo que eres, incluso cuando eso implica decepcionar a alguien más.
Una de sus frases más compartidas resume esta tensión con claridad: «Elige el malestar a corto plazo de una conversación honesta antes que el resentimiento a largo plazo de haber dicho sí cuando querías decir no«. Y pone el ejemplo de cuando te piden desde el colegio que hagas un montón de galletas para una fiesta y dices que sí, pero mientras te estresas frente al horno estás maldiciendo a la escuela, a los niños y deseando que se les atraganten las galletas.
Brown lo explica con mucho humor, pero lo cierto es que una de las prácticas más difíciles es decir «no» con firmeza, sin culpa. Resistir la tentación de quedar bien, de evitar el conflicto, de decir que sí para que el otro no se moleste. Pero, como señala Brown, «los límites claros no son duros ni fríos: son amables. Porque decir lo que puedes y no puedes ofrecer es también una forma de cuidar al otro, de no prometer desde el cansancio, la saturación o el sacrificio».
También decir que «sí»
Ahora bien, muchas veces se pone el foco en la importancia de aprender a decir no. Y es cierto: poner límites es un acto de salud mental y emocional. Pero tan necesario como eso es aprender a decir sí sin miedo.
Porque hay otra forma sutil de traicionarse: cuando te niegas lo que en el fondo deseas. Cuando te reprimes de decir sí a un proyecto, una relación, una oportunidad, una ayuda. Cuando el impulso está ahí —una ilusión genuina, una curiosidad, una necesidad—, pero lo bloqueas por temor al qué dirán, por no romper tu imagen, por no salir de la rutina.
Y eso también genera una desconexión profunda. Brené Brown lo define así: «La autenticidad es la práctica diaria de dejar ir quién creemos que deberíamos ser y abrazar quiénes somos realmente». Porque vivir con autenticidad no es solo negarte a lo que te daña. Es también permitirte lo que te expande. Decir sí desde la confianza, no desde la obligación. Desde el deseo, no desde la presión. Desde el me importa, no desde el debo.
Esa práctica —que implica coraje, consciencia y autoconocimiento— empieza por revisar una pregunta esencial: ¿desde dónde estoy respondiendo? Lo importante no es la palabra que usas —sí o no—, sino la energía y la intención desde la que la pronuncias. Un sí para no decepcionar no es un sí verdadero. Un no para protegerte de todo no es un no honesto.
«Responder desde el miedo, la culpa o la necesidad de aprobación es muy distinto a hacerlo desde la claridad, la convicción y la coherencia. Solo lo segundo te deja en paz contigo. Solo lo segundo te construye», señala Brown.
Por eso, cada vez que tengas que responder, tómate un instante. Escúchate. Pregúntate: ¿Realmente quiero esto? ¿Estoy respetando mi energía, mis límites, mis deseos? ¿Estoy reaccionando o eligiendo? En este sentido, el autor y conferenciante Álex Rovira apunta en su último libro, Homo Solver, que «lo que marca la diferencia en la vida de un ser humano es cuando deja de buscar la aprobación de los demás para ser un creador de valor auténtico. Cuando dejas de vivir desde el complacer, consigues autoestima y madurez. La autoestima se refuerza al ser fiel a tus valores y prioridades».
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