
“No conocemos del todo los mecanismos que determinan si un nutriente prioriza o no su absorción, pero cuando existen carencias, estos nutrientes se distribuyen según las necesidades metabólicas y estructurales del cuerpo”. Foto: Jed Villejo / Pexels
NUTRICOSMÉTICOS
Los suplementos no tienen GPS: así acaban actuando en tu piel, tus uñas o tu estado de ánimo, aunque los tomes para el pelo
Tomar un suplemento para el cabello… y terminar con mejor bronceado que en una luna de miel. Efectos secundarios (buenos) que no ponen en la caja.
Por Equipo Welife
18 DE AGOSTO DE 2025 / 14:02
Todo empezó con una frase de ascensor. «Oye, desde que tomo Olistic me estoy poniendo morena a la velocidad del rayo». Me lo dijo una periodista experta en belleza y salud —no daré su nombre, pero creedme: tiene criterio y un color de piel envidiable—. Se refería a uno de los suplementos para el pelo más populares de los últimos años, formulado para que el cabello crezca más fuerte, más sano y más feliz. Pero aquí viene la parte interesante: había empezado a tomarlo para el cabello, sí, y lo que se encontró fue, además, un efecto piel dorada y luminosa tras apenas un par de días en la playa. «Es que me bronceo como en mi vida», decía, entre divertida y confundida. Y claro, la pregunta se impone: ¿qué tiene que ver un suplemento para el cabello con ponerse morena?


El cuerpo humano no tiene compartimentos estancos
La idea de que un ingrediente «va directo al pelo» o «solo actúa en las uñas» suena muy bien… si tuviéramos células con botones de destino. Pero el cuerpo humano es otra cosa: un sistema interconectado, en el que casi nada ocurre de forma aislada.
«Los nutrientes y moléculas bioactivas se distribuyen por todo el cuerpo y por eso tienen un efecto beneficioso a nivel global», explica Pedro Luis González, farmacéutico y formulador de Olistic. «En nuestro caso, seleccionamos los ingredientes que más impacto tienen en el folículo piloso, pero eso no impide que otros tejidos —como la piel o las uñas— también se beneficien».
Un color más rápido (y, en este caso, más bonito)
¿Y qué tiene que ver esto con broncearse más rápido? La clave puede estar en un ingrediente muy particular: la astaxantina. «Es un carotenoide de origen natural con actividad antioxidante muy potente», detalla González. «Tiene una alta capacidad para neutralizar los radicales libres generados por la radiación UV. De hecho, la produce el alga Haematococcus pluvialis en respuesta al sol para protegerse de manera natural». En otras palabras, actúa como un escudo interno. No sustituye a la crema solar, pero sí puede mejorar la respuesta de la piel frente al sol, reducir la inflamación y favorecer una pigmentación más uniforme.
El efecto se refuerza con otros ingredientes antioxidantes y antiinflamatorios que, como muchos otros suplementos y complementos alimenticios, incluyen en sus fórmulas. Es el caso de la vitamina C, la vitamina E, el zinc, el selenio, la cúrcuma o el resveratrol. Todos ellos pensados para cuidar el cabello… pero, al llegar por vía sistémica, con un impacto más amplio del que podríamos imaginar.
¿Y las uñas, el cansancio o la energía?
Una piel luminosa no es el único efecto colateral bienvenido. Algunos usuarios notan también que tienen más energía, mejor estado de ánimo, menos caída de uñas o incluso mayor claridad mental. Según la doctora Andrea Combalia, dermatóloga y tricóloga en el Hospital Clínic de Barcelona, «en consulta, algunos pacientes reportan subjetivamente mejoras en la piel, como mayor elasticidad y luminosidad —posiblemente por los precursores de colágeno— y también en el estado de ánimo o energía, atribuible a los antioxidantes y adaptógenos de la fórmula».
Esto se explica porque este tipo de fórmulas no actúan solo sobre el folículo. «La reducción del estrés oxidativo, la mejora de la microcirculación y el apoyo al metabolismo celular, impulsados por antioxidantes y vitaminas, benefician cabello, piel y bienestar general», añade Combalia.
Un cambio de chip: de lo localizado a lo sistémico
«Un complemento formulado con rigor y desde un enfoque multifactorial tiende a producir efectos positivos en cascada», asegura González. «Lo que comenzó como un producto ‘para el cabello’ puede mejorar también el manejo del estrés, la capacidad antioxidante, los niveles de energía, la piel o las uñas, porque está actuando sobre procesos interrelacionados como el estrés oxidativo o la función mitocondrial».
Esa es, precisamente, la lógica de los efectos cruzados. «No conocemos del todo los mecanismos que determinan si un nutriente prioriza o no su absorción, pero cuando existen carencias, estos nutrientes se distribuyen según las necesidades metabólicas y estructurales del cuerpo», apunta la doctora Combalia.
Así que sí: es perfectamente posible empezar un suplemento por el cabello… y terminar con mejor piel, más energía y un bronceado de revista.
Cuando el efecto secundario es un regalo
Este no es el único caso en el que un suplemento pensado para una cosa termina actuando en otra. En el cuerpo humano, algunas moléculas hacen mucho más de lo que dice la etiqueta. Por ejemplo, según Combalia, «la vitamina D3, usada para la salud ósea, mejora también el estado de ánimo e inmunidad por su rol en la regulación hormonal». O el resveratrol, «que tomado por su acción antioxidante, beneficia la salud cardiovascular y cutánea al reducir el estrés oxidativo». En Olistic incluyen la ashwagandha, que «reduce el estrés y mejora el estado de ánimo», y biotina y zinc, que «fortalecen uñas y piel», además de la vitamina C, con función antioxidante celular.
«El marketing tiene que elegir una promesa principal para que el consumidor lo entienda rápido: piel, pelo, energía, articulaciones… Pero en realidad, si el suplemento está bien formulado, va mucho más allá», resume Combalia. «Lo que ocurre es que cada cuerpo prioriza lo que necesita. Si tienes déficit de hierro, eso se notará antes en tu energía que en tu pelo. Y si el estrés te afecta al ciclo hormonal, un adaptógeno puede ayudarte a regularlo incluso si lo tomas ‘para la piel».
Y así, lo que empieza como una solución puntual se convierte, sin quererlo, en una pequeña revolución bioquímica. Más luz en la cara, uñas duras como piedras, menos fatiga… o ese bronceado perfecto que nadie vio venir.

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