
Dedicar unos minutos al sol cada día nos recarga las pilas. Incluso en sentido literal. FOTO: Armin Rimoldi / Pexels.
Leer antes de suplementar
Pistas para saber si ese cansancio es por falta de hierro o vitamina D
No es nostalgia ni pereza: a veces tu organismo solo está recordando lo bien que le sentaba la piscina y el sol
Por Paka Díaz
13 DE NOVIEMBRE DE 2025 / 07:30
La vitamina D desempeña un papel crucial en la salud ósea y la función inmunitaria. Lo que mucha menos gente no sabe es que hay un interesante nexo entre el déficit de vitamina D y cansancio.
Es ese agotamiento que no eres capaz de quitarte de encima, que se acentúa en los meses de invierno y que solemos achacar a que son meses tristones, a que hay menos horas de sol, a que queda mucho para las vacaciones o a que estamos comiendo poco saludable. Puede que incluso lo achaques a una anemia, algo habitual entre mujeres. Y todo puede tener su parte de razón. Pero tal vez la causa originaria de ese cansancio sea un déficit de vitamina D y no la falta de hierro, que es lo primero que se nos viene a la cabeza en estados de agotamiento.
Más que una vitamina
Al ser una vitamina multifunción e intervenir en la regulación de diversos procesos en nuestro cuerpo muchos expertos la elevan a la categoría de pseudohormona.
El hecho de que la adquiramos, sobre todo, a partir de la luz solar y no con la dieta podría tener una explicación biológica. «Fue una respuesta evolutiva para que los organismos pudieran generar compuestos vitales sin depender completamente de la dieta. Utilizar la luz del sol para producir vitamina D fue una solución que permitió la supervivencia y adaptación del ser humano como especie», señala.
Si falta hay malestar general
La deficiencia de vitamina D puede manifestarse de forma sutil en adultos. Algunos indicios son los cambios de humor, calambres musculares o debilidad, dolor en huesos y articulaciones, especialmente en la espalda, y cansancio persistente. Estas serían las las principales señales.
Estos indicadores subrayan la importancia de monitorear los niveles de esta vitamina esencial. El nutricionista Salvador de Gracia, profesor de la academia de formación de entrenadores personales e dietistas Fit Generation, señala que «esta carencia es más común de lo que se cree». Por eso es importante ser capaces de estimar si se sufre un déficit de vitamina D, antes de que aparezcan problemas más graves.
El reto de detectar un posible déficit
Como acabamos de ver, un déficit de vitamina D produce cansancio, fatiga, debilidad muscular, dolor en los huesos o articulaciones, calambres y estado de ánimo bajo. O sea, los puedes achacar a un montón de cosas. Puede ser exceso de trabajo, una bajada de las temperaturas, un día de entrenamiento extenuante, problemas personales… Porque, en realidad, estos signos son inespecíficos y pueden deberse a otras causas.
Por eso, según subraya De Gracia, «la única manera fiable de confirmar la deficiencia es mediante un analísis de sangre». Los valores de vitamina D no se suelen revisar de manera habitual en los análisis rutinarios por lo que, ante la sospecha de un posible déficit, hay que solicitarlo explícitamente al laboratorio. Esta analítica también determinará si hay niveles bajos de otro marcados, como la hemoglobina, que indique que ese cansancio también pueda deberse a una anemia ferropénica. En ese caso, se prescribiría también un suplemento de hierro.
En caso de que los resultados confirmen que los niveles de vitamina D son bajos, se suele prescribir la suplementación en la propia consulta. En los casos más severos, se incorpora a la receta electrónica de la Seguridad Social. «Con 600 UI diarias se cubre la ingesta recomendada, lo que puede alcanzarse mediante suplementos diarios, semanales y hasta mensuales», indica.
El dilema de suplementar o no hacerlo
Mientras que la suplementación da muy buenos resultados en personas con déficit, «los grandes ensayos clínicos, como el VITAL o el D-Health Trial, no han demostrado de forma concluyente que suplementar con vitamina D reduzca el riesgo de desarrollar estas enfermedades en personas sanas». Por eso advierte que es importante mantener el equilibrio, «ni banalizar su importancia, ni sobrereaccionar con una suplementación innecesaria».
Si se inicia una suplementación, es recomendable repetir la analítica a los pocos meses para asegurar que los niveles se mantienen dentro de un rango adecuado.
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