
Leer las etiquetas es fundamental para evitar posibles intoxicaciones alimentarias. FOTO: Freepik.
CUERPO
Cuántos días puede sobrevivir una tortilla en la nevera
Manual para no intoxicarte por aprovechar sobras que huelen y saben bien, y evitar que el antidesperdicio y la sostenibilidad te lleven al hospital.
Por Eva Carnero
22 DE JULIO DE 2025 / 07:30
¿Eres de las que aprovechan los restos del domingo para improvisar una cena el miércoles, o prefieres tirar sin miramientos ese arroz solitario que quedó al fondo del táper? Sea cual sea tu equipo, hay algo que conviene saber antes de lanzarse a comer caducado «porque huele bien»: en España cada persona desperdicia unos 28 kilos de comida al año, según un informe del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. En total, hablamos de 1.245 millones de kilos de alimentos que acaban en la basura. La cifra impresiona. Pero lo que también da respeto es el riesgo de intoxicarse por intentar no tirar nada.
Reducir el desperdicio está bien. Evitar una gastroenteritis, también. Por eso, desde Phenix —una empresa especializada en gestión de excedentes— insisten en lo importante: reaprovechar sí, pero sin perder de vista la seguridad alimentaria.


La advertencia viene reforzada por los datos del último barómetro del desperdicio de AECOC (la Asociación de Fabricantes y Distribuidores), en colaboración con Phenix. Uno de los hallazgos más reveladores es que el 50 % de los consumidores reconoce comer algún producto caducado para no tirarlo. La intención es buena. El resultado, no siempre.
Y es que más allá del activismo antidesperdicio, hace falta saber si una sobra que huele y sabe bien es realmente segura. O si, por mucho que conserve su dignidad estética, toca despedirse.
Está feo, pero se puede comer
La cuestión de fondo: ¿ese 50 % que dice haber comido productos caducados sabía lo que hacía? Para responder, el profesor Anxo Carreira, nutricionista y docente en la Universidad Carlemany, propone distinguir entre dos fechas que solemos confundir: la de caducidad y la de consumo preferente.
«La fecha de consumo preferente indica que, pasada esa fecha, el producto puede perder sabor, olor o textura, pero no tiene por qué ser peligroso. En cambio, la fecha de caducidad señala el momento a partir del cual ese alimento ya no es seguro para el consumo», explica Carreira. Suelen aplicarse en productos diferentes: la primera, en no perecederos como cereales; la segunda, en productos frescos o de conservación limitada.
Qué puede pasar si decides comer algo caducado (aunque huela bien)
Decidirte a comer un alimento caducado puede parecer un gesto valiente, incluso sostenible. Pero también puede acabar siendo un error de cálculo. «El riesgo es sufrir una toxoinfección alimentaria, provocada por bacterias, virus o parásitos», advierte el experto.
Las consecuencias dependen del estado del alimento… y del estado del comensal. «Hay bacterias que en una persona sana solo causan molestias leves, pero en otras —como inmunosuprimidos o personas mayores— pueden ser graves», señala Carreira. Entre las más conocidas, listeriosis, salmonelosis y botulismo.
Por eso no se trata solo de si huele bien, sino de si te la estás jugando sin saberlo.
El aspecto engaña (y la nevera, a veces también)
La mejor forma de evitar intoxicaciones es no consumir alimentos en mal estado. Suena básico, pero no siempre es evidente. Sobre todo cuando hablamos de preparaciones caseras o frutas y verduras sin etiqueta. «Un alimento puede parecer en buen estado y estar alterado por una mala conservación», advierte Carreira. Eso sí, si el alimento tiene mal aspecto, ni lo pienses: a la basura.
Uno de los ejemplos más citados es la tortilla de patatas poco hecha que ha pasado demasiadas horas fuera de la nevera. O esa pasta “del día anterior” que en realidad lleva cuatro noches durmiendo en el horno. Nada de eso debería volver al plato.
Cuidado con la pasta, el arroz… y los falsos eternos
Los hidratos cocinados son otro clásico del reaprovechamiento. Pero también tienen fecha de caducidad (aunque no lo ponga en el envase). «Tanto la pasta como el arroz cocidos deben guardarse en frío y consumirse idealmente en 24–48 horas», recomienda el nutricionista.
En general, esa franja sirve para la mayoría de alimentos cocinados. En cuanto a las frutas y verduras frescas, su duración dependerá del tipo, el estado de maduración y cómo se hayan conservado. Una manzana aguanta semanas. Una fresa, con suerte, días.
Lo que sí puedes hacer para no intoxicarte (ni desperdiciar)
Para evitar riesgos sin caer en el despilfarro, la clave está en combinar cabeza y costumbre. Carreira propone una fórmula simple: almacenar los alimentos según las instrucciones del fabricante, conservar en frío o congelar cuando sea necesario, y consumir lo antes posible tras su preparación.
La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) lo resume en ocho mandamientos que, si no garantizan la inmortalidad, al menos evitan sustos innecesarios:
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Lávate las manos antes de preparar alimentos y después de tocar alimentos crudos.
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Lava bien frutas y verduras, sobre todo si se van a consumir crudas.
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Evita la contaminación cruzada: no uses los mismos utensilios para crudo y cocinado.
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Cocina bien los alimentos, especialmente carnes, pescados y huevos.
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No dejes los alimentos a temperatura ambiente más tiempo del necesario.
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Mantén una buena higiene en la cocina y los utensilios.
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Respeta las fechas de caducidad y de consumo preferente.
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Sigue las instrucciones de conservación. Y si dudas… mejor no arriesgar.
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