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Chica joven en la barra de un bar sin copas de alcohol representando el descenso del consumo de alcohol entre los jóvenes

La cerveza sin alcohol gana espacio en la nevera: en España ya supone el 14 % del mercado y crece mientras el consumo de alcohol tradicional sigue cayendo. Foto: Harrison Haines / Pexels

Salir de copas ya no está de moda

Adiós a las cañas del afterwork: en España cada vez se bebe menos y no siempre es por salud

El país de la sobremesa eterna bebe menos que nunca. La cerveza sin sube, el afterwork baja y la copa diaria se convierte en cita ocasional. Spoiler: no es solo por salud

Por María Corisco

13 DE SEPTIEMBRE DE 2025 / 08:00

En España, pedir una caña al salir del trabajo o compartir una botella de vino en una comida familiar forma parte de un ritual cotidiano que pasa de generación en generación. El alcohol no solo se bebe: se celebra. El consumo de alcohol está en las fiestas patronales, en la sobremesa, en los brindis de boda y hasta en la publicidad que evoca un estilo de vida mediterráneo y social. Y, sin embargo, las cifras muestran un fenómeno: cada vez se bebe menos.

No se trata de una tendencia aislada. En Estados Unidos, The New York Times analizó recientemente una encuesta de Gallup en la que un 62 % de los adultos declaró consumir alcohol, frente al 71 % de hace dos décadas. En paralelo, crece el número de abstemios y la popularidad de movimientos como el Dry January o la oferta de bebidas no/low alcohol. Lo llamativo es que, en un país como España, donde el alcohol está profundamente normalizado socialmente, el camino parece ser el mismo: el consumo disminuye, y lo hace de forma sostenida.

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Desplome sostenido del consumo de alcohol

Así lo sugieren los datos preliminares de la Encuesta de Salud de España 2023, hechos públicos en mayo de 2025:

  • En 2006, el consumo habitual de alcohol (al menos una vez por semana) era del 64,8% en hombres y 46,4% en mujeres. En 2023, estas cifras han bajado al 52,4% en hombres y al 40,8% en mujeres.
  • Asimismo, los datos indican una reducción en el consumo diario en ambos sexos. En hombres, pasó del 20% en 2011 a aproximadamente el 12% en 2023; en mujeres, descendió de cerca del 7% a menos del 4%.

Por otra parte, y según el Informe Socioeconómico del Sector de la Cerveza 2024, elaborado por Cerveceros de España, se apunta que en este año el consumo per cápita de cerveza cayó un 5%, hasta 52,8 litros. En el polo opuesto, la cerveza sin alcohol creció un 4% y ya supone el 14% del mercado.

¿Qué está detrás de esta paradoja?

La pregunta inevitable es: ¿cómo se explica que se beba menos en un país donde beber está tan aceptado, incluso esperado? La respuesta no es única, y hay varias razones que ayudan a entender la caída en el consumo.

  • Una de ellas es la mayor conciencia sobre la salud. Investigadores del Instituto de Salud Carlos III han publicado en 2024 una revisión en la que concluyen que «no existen beneficios diferenciales del consumo moderado de alcohol: cualquier nivel conlleva riesgos». Este mensaje, reforzado por campañas sanitarias, ha calado especialmente entre los más jóvenes, que valoran más un estilo de vida saludable que el prestigio de la bebida.
  • El factor económico también pesa. Los precios en bares y discotecas han subido. Cuando hay que hacer malabares para llegar a fin de mes, las cañas del afterwork dejan de ser un hábito cotidiano.
  • El ocio digital –desde los videojuegos hasta el streaming– han reducido las salidas nocturnas. Se sale menos y eso se nota en una caída de las copas de fin de semana.
  • Las normativas sobre alcohol y conducción son cada vez más estrictas y disuasorias. Sin olvidar las restricciones al botellón. 
  • Creciente protagonismo de las bebidas sin alcohol en supermercados y locales de hostelería, con alternativas más visibles y atractivas.

¿Un futuro sin brindis?

No se trata de imaginar un país abstemio, sino de reconocer un cambio en las pautas de consumo. Como resume Bosco Torremocha, director de Espirituosos de España, el mercado se orienta hacia «menos cantidad y más calidad». El descenso es estructural, pero no significa que desaparezca la cultura del vino o la cerveza, sino que la copa diaria se sustituye por un consumo más esporádico, asociado a momentos especiales.

La propia industria lo ha entendido: cada vez son más las marcas que invierten en cervezas sin alcohol, vinos desalcoholizados o mócteles. En festivales, restaurantes e incluso bares tradicionales ya no sorprende encontrar estas opciones. Suponen un viraje profundo hacia el consumo consciente. El alcohol ya no desaparece de las mesas, pero se alterna, se dosifica y, sobre todo, se cuestiona.

Un cambio cultural global

Este patrón parece extenderse globalmente. Un estudio realizado por Ipsos y Heineken en colaboración con Charles Spence, psicólogo experimental de la Universidad de Oxford, entrevistó a más de 11.000 adultos en Reino Unido, Estados Unidos, Brasil, Japón… y también España. Sus resultados apuntan a un cambio en la percepción cultural del alcohol: para muchos ya no es obligatorio beber para socializar.

Spence señala que estamos en plena transición hacia un consumo más consciente: «El alcohol ya no es la opción predeterminada en las reuniones sociales». La encuesta confirma que el 68% de las personas ya ha probado bebidas sin alcohol o con baja graduación, y que el 80% percibe que su consumo resulta más aceptable que hace cinco años.

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Beber por presión social

Sin embargo, el mismo estudio muestra que las presiones sociales siguen presentes, especialmente entre la Generación Z. En este grupo, un 21% reconoció haber sido cuestionado por pedir una bebida sin alcohol y más de un tercio admitió sentir presión para beber en contextos sociales. Incluso un 29% confesó haberse sentido ‘rarito’ al elegir una opción sin alcohol. Porque en España, aunque las cifras globales marcan un descenso, las normas implícitas alrededor de la bebida siguen pesando: pedir un refresco en una cena de trabajo, por ejemplo, aún genera miradas incómodas.

El hallazgo de Spence refuerza la idea de que el alcohol está dejando de ser una imposición, pero que todavía cuesta dar el paso hacia una verdadera libertad de elección.

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