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Lo que comes también puede afectar al sobrecrecimiento de esta bacteria. FOTO: Freepik.

CUERPO

No te obsesiones con el Helicobacter pylori: lo tienen una de cada dos personas sin síntomas

Si te hicieras un estudio gástrico, es muy posible que descubrieras que tú también tienes esta bacteria milenaria. La tendencia, hoy, es combatirla solo cuando da la lata.

Por María Corisco

04 DE JUNIO DE 2025 / 14:00

Durante mucho tiempo se la ha visto como una amenaza directa para el estómago y la responsable de gastritis, úlceras y, en algunos casos, de cáncer gástrico. Sin embargo, el Helicobacter pylori es una bacteria que forma parte de la historia humana desde hace miles de años y que está a tu alrededor mucho más de lo que imaginas: según el informe ‘Helicobacter pylori y enfermedades relacionadas’ -elaborado por los doctores Carlos Martín de Argila y Daniel Boixeda-, más del 50% de la población mundial está infectada, aunque la mayoría nunca desarrollará síntomas.

En España, los datos de prevalencia varían según la edad y la comunidad autónoma, pero se estima que alrededor del 60% de los adultos mayores de 50 años están infectados de Helicobacter pylori. La transmisión suele producirse durante la infancia, a través de contacto oral o por condiciones higiénicas precarias, y una vez que se instala en el estómago, puede permanecer toda la vida si no se trata.

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Una convivencia milenaria

Descubrir que uno tiene Helicobacter pylori no tiene por qué significar que hay que iniciar un tratamiento para eliminarla. Ten en cuenta que el H. pylori ha acompañado al ser humano desde sus orígenes. Investigaciones genéticas revelan que esta bacteria ya estaba presente en nuestros ancestros hace más de 60.000 años y ha evolucionado junto a nosotros, adaptándose a la acidez extrema del estómago. Incluso fue identificada en la momia de «Ötzi», el hombre de hielo, que vivió hace más de 5.000 años.

Este largo acompañamiento ha llevado a que, en muchos casos, el sistema inmunitario tolere su presencia. Muchos infectados no presentan ningún tipo de molestia y, si se realizaran una prueba diagnóstica (como un test del aliento o una biopsia gástrica), descubrirían su presencia por sorpresa.

«Se trata de una bacteria que forma parte de la microbiota habitual del aparato digestivo», explica la doctora Conchita Vidales, especialista en Nutrigenética y autora de Cuida tu microbiota (Ed. Cúpula). «Su presencia suele pasar inadvertida, pero el problema surge cuando crece en exceso y comienza a dar síntomas. De hecho, se trata de una de las bacterias que más sintomatología gástrica da: reflujo, gastritis repetidas, dolor, digestiones pesadas, mucha plenitud gástrica… En estos casos es cuando hay que tratar».

De la guerra a la bacteria al tratado de paz

Pero no siempre se ha pensado así: desde que en 1984 los doctores Barry J. Marshall y Robin Warren descubrieran el papel de esta bacteria en la aparición de las úlceras gastrointestinales —trabajo por el que recibirían el Premio Nobel en 1985—, comenzó la guerra al H. pylori. Más aún después de que, una década después, la OMS lo declarara cancerígeno de clase I por su papel en el incremento del riesgo de desarrollar cáncer de estómago.

Por tanto, durante décadas, la detección de Helicobacter pylori llevaba directamente a su erradicación mediante un tratamiento antibiótico. Sin embargo, esta estrategia está cambiando, y cada vez más expertos recomiendan no tratar la infección si no hay síntomas o lesiones evidentes, como gastritis crónica activa, úlceras, anemia por déficit de hierro inexplicable o antecedentes de cáncer gástrico en la familia.

Esto se debe, por un lado, a que los tratamientos pueden generar efectos secundarios y contribuir a la resistencia a antibióticos; por otro, a que hay evidencia emergente que sugiere que esta bacteria podría tener ciertos efectos reguladores en el estómago, como la modulación de la secreción ácida o del sistema inmunológico. «Por eso, la tendencia actual es a tratarla solamente cuando hay sobrecrecimiento y sintomatología», señala la doctora Vidales.

Un equilibrio delicado

La presencia de esta bacteria en el estómago se ha convertido en un ejemplo del equilibrio entre microbiota y salud. No siempre que hay un microorganismo hay una enfermedad: a veces, el cuerpo ha aprendido a convivir con él. La clave está en diferenciar una infección silenciosa y benigna de una que ya esté afectando a la mucosa gástrica. En cualquier caso, si hay dolor estomacal recurrente, acidez, digestiones muy lentas, náuseas frecuentes o pérdida de peso inexplicable, es importante acudir al médico y valorar un estudio gástrico. Si se confirma la presencia de H. pylori y hay síntomas, el tratamiento antibiótico sigue siendo eficaz y necesario.

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Antes de llegar a ese punto, la doctora Vidales aporta por un abordaje que vaya de menos a más: «Siempre hay que empezar desde la nutrición. Ver cómo está comiendo el paciente y si hay factores en su dieta para un ambiente más propicio al crecimiento de la batería. Entre los alimentos que hay que reducir son todos aquellos que nos puedan producir irritación gástrica: básicamente se trata de abandonar los ultraprocesados y de evitar esos alimentos que provocan ácido en el estómago. Cafeína, especias picantes, bebidas gaseosas, alcohol, excitantes, grasas saturadas, azúcares, harinas refinadas…» Por otra parte, añade, «también es muy importante tratar el estrés, que afecta al comportamiento de muchas bacterias y también a su sobrecrecimiento».

Llegado el momento, puede ser necesario el tratamiento antibiótico. Pero siempre, concluye, la doctora Vidales, «la decisión debe tomarse de forma individualizada, valorando los riesgos y beneficios en cada persona, en función de su historia clínica, síntomas y antecedentes».

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