
Correr con calor supone mucho más que un riesgo de deshidratación por la pérdida de agua y minerales a través de la sudoración. Foto: Freepik.
Deporte
Salir a correr a 35 grados no adelgaza más ni te hace más fuerte. Te hace muy imprudente…
Sudas, te agotas y piensas que estás quemando más. Pero solo estás rozando el golpe de calor. Así debes entrenar (si insistes) con altas temperaturas.
Por Marcos López
17 DE JULIO DE 2025 / 07:30
Es el momento de disfrutar de esa caminata o carrera al aire libre que tanto bien le hacen a tu salud. Y no importa que, como cada verano, las altas temperaturas te inviten a quedarte en el frescor de tu salón. Sientes la necesidad de calzarte las zapatillas y salir a la calle. Lo que podría ser un (grave) error. No en vano, practicar ejercicio bajo un sol de justicia puede tener consecuencias muy negativas para tu cuerpo. Te contamos a qué temperatura deberías abstenerte de correr o, llegado el caso, qué medidas tomar para minimizar los riesgos de hacerlo con tanto calor.
¿Más calor, más calorías? No exactamente…
Adrián Rodríguez, entrenador personal, explica que «el calor no es un aliado del entrenamiento. Es cierto que correr a altas temperaturas conlleva un mayor gasto energético, por lo que se consumen más calorías. Pero también supone un riesgo para la salud». De hecho, como ha demostrado la Universidad de Tesalia en Trikala, la temperatura ideal para practicar el running se sitúa entre los 7,5º C y los 15º C. Y puestos a salir a correr, es mejor hacerlo con más frío que con más calor.


El cuerpo tiene su propio aire acondicionado, pero no conviene forzarlo
Para funcionar adecuadamente, el cuerpo humano debe mantenerse a una temperatura constante de entre 35º C y 37º C. Durante todo el año y con independencia de que en la calle esté helando o haga (mucho) calor. Da igual. El ser humano, como tantos otros organismos, cuenta con el poder de la termorregulación. Es decir, con la capacidad de mantener su temperatura dentro de un rango adecuado y seguro.
Como refiere el entrenador personal, «cuando se expone a un temperatura ambiental fría, el cuerpo se agita, o lo que es lo mismo, tiembla o tirita, para calentarse. Y cuando hace mucho calor, rompe a sudar para refrigerarse». Pero tampoco es necesario jugar con fuego y llevar esta capacidad termorreguladora hasta su límite.
Golpe de calor: el enemigo invisible que no avisa
Es mucho más que un riesgo de deshidratación por la pérdida de agua y minerales a través de la sudoración. Para enfriarse, el cuerpo también se ve obligado a redirigir el flujo sanguíneo –y el oxígeno que este porta– de los músculos a la piel. Lo que supone que el corazón, ya exigido por el ejercicio, tenga que trabajar aún más. Latiendo a un ritmo muy rápido que le costará mantener. El resultado es que te agotarás (mucho) antes y, lo que es peor, que llegue un momento en el que tu cuerpo, sobrepasado, no pueda más.
En palabras de Adrián Rodríguez, «la práctica de ejercicio a altas temperaturas conlleva un mayor riesgo de sufrir un golpe de calor. Una situación que se presenta cuando el organismo es incapaz de mantener un flujo sanguíneo adecuado a todos los órganos y la piel, llegando a alcanzar una temperatura interna de 40-41º C, y que, entre otros síntomas, puede causar fatiga extrema, mareos, vómitos, confusión e, incluso, desmayos».
A partir de cuántos grados deberías dejar las zapatillas en casa
Llegados a este punto, ¿cuál es la temperatura exacta a la que hay que abstenerse de salir bajo el sol? Pues cada cuerpo es un mundo. Pero como puntualiza el experto, «hay estudios que muestran que entrenar a temperaturas superiores a los 33º C aumenta notablemente el riesgo de sufrir el temido golpe de calor, así como que debe evitarse la práctica de todo deporte cuando el termómetro alcanza los 38º C».
¿Quieres correr en verano, a pesar del calor? Hazlo, pero con cabeza
Así que lo recomendable es que realices de ejercicios en un espacio cerrado y fresco. Y si finalmente decides salir a la calle, seguir una serie de medidas básicas. Empezando por vestir una ropa ligera y por evitar las horas centrales del día, en las que siempre hace más calor. Así que si vas a entrenar al aire libre, mejor hacerlo de noche o, en su defecto, en el amanecer o en el ocaso.
Más importante aún es que te mantengas adecuadamente hidratado. Lo que dado que vas a acabar empapado en sudor, resulta mucho más difícil. Más aún cuando el ambiente está cargado de humedad que dificulta la transpiración. En este sentido, «es aconsejable tomar dos vasos de agua antes de correr, ingerir líquidos cada 20 minutos durante el ejercicio, y no olvidarse de volver a beber agua tras su finalización».
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