
Así imaginábamos antes la madurez: drama, abanico y nervios. Hoy la longevidad femenina va de otra cosa. FOTO: Protagonistas de Mujeres al borde un ataque de nervios
La mitad no estudiada
La longevidad también tiene sesgo: por qué necesitamos ciencia en femenino
Durante décadas, la ciencia de la longevidad ignoró la biología femenina. La menoposse surge para ponerla —por fin— en el centro del debate
Por María Corisco
15 DE OCTUBRE DE 2025 / 07:30
Vamos a contar verdades: existen los gymbros, pero nadie habla de las gymsis, o sea, de las mujeres que habitan el gimnasio. Y lo mismo ocurre con otros muchos territorios donde la valoración de lo femenino brilla por su ausencia. En los últimos años, la conversación sobre longevidad ha estado dominada por gurús masculinos del biohacking y del fitness extremo. Sin embargo, desde Estados Unidos y Reino Unido ha emergido la menoposse, una corriente crítica que señala una verdad incómoda: la experiencia de la mitad de la población —las mujeres— ha sido invisibilizada en la ciencia del envejecimiento.
Mismo relato, pero en femenino
Con humor y evidencia, la menoposse agrupa a científicas, médicas y entrenadoras que reclamanuna mirada nueva sobre la salud femenina. Su mensaje es sencillo: los pilares de la longevidad – ejercicio, nutrición, descanso y gestión del estrés – son universales, sí, pero la biología femenina no sigue una línea recta (como la de los hombres). Es un gráfico lleno de curvas y altibajos hormonales que condicionan cómo se entrena, cómo se duerme o cómo se metaboliza la energía.
Los cambios de la perimenopausia y la menopausia alteran la masa muscular, la densidad ósea, la calidad del sueño y el metabolismo. Ignorarlo supone ofrecer recetas incompletas, a menudo pensadas para cuerpos masculinos más estables. España tampoco es ajena a esta revolución silenciosa. Cada vez más voces científicas reclaman una longevidad con perspectiva de género.


Adiós cardio eterno; hola músculo
La experta en epigenética y menopausia Lurdes Álvarez lo resume: «El cuerpo cambia su respuesta al entrenamiento después de los 40. Seguir haciendo horas interminables de cardio puede resultar incluso contraproducente. El foco debe estar en la fuerza, para proteger el hueso, mantener el músculo y sostener la energía diaria».
El problema es que casi todo el conocimiento sobre ejercicio y longevidad se ha construido sobre muestras masculinas jóvenes, con un perfil hormonal estable y sin las variaciones cíclicas propias del cuerpo femenino. Ese sesgo ha hecho que las recomendaciones «universales» –más cardio, menos carga, más repeticiones, menos intensidad– funcionen peor en las mujeres a partir de cierta edad.
La fisióloga del ejercicio Stacy Sims, autora de Next Level, lleva años señalando esta desigualdad. «Durante décadas se asumió que las mujeres debían entrenar más suave, con menos intensidad, como si el músculo fuera un territorio vedado», explica. Para ella, el entrenamiento de fuerza es una de las grandes palancas para atravesar la menopausia con salud.
En una línea parecida, la doctora Vonda Wright, autora de Unbreakable, propone medir el estado físico de las mujeres no solo en términos de peso o capacidad aeróbica, sino con un «índice de inquebrantabilidad» que contemple la potencia muscular y la densidad ósea. Su mensaje es claro: «Levantar pesas no es una moda, sino un salvavidas frente a la fragilidad que puede aparecer en la madurez».
Metabolismo femenino: la otra cara de la longevidad
La endocrinóloga Clotilde Vázquez lo confirma desde la clínica: «La menopausia es tanto una etapa hormonal como metabólica». El descenso de estrógenos modifica la forma en que el cuerpo procesa grasas y azúcares, aumentando el riesgo de resistencia a la insulina, sobrepeso y alteraciones cardiovasculares. Y añade: «No se trata de hacer dietas restrictivas, sino de aprender a comer de forma que apoye el músculo, cuide el corazón y regule la energía”.
Frente a la cultura de la restricción, Vázquez defiende un patrón alimentario antiinflamatorio adaptado con proteína de calidad, verduras, legumbres, grasas saludables y fibra. Reducir calorías en exceso, advierte, puede acelerar la pérdida de masa muscular y empeorar la salud metabólica.
Ahí se ve el sesgo con mayor claridad: muchas estrategias de “longevidad” popularizadas por hombres —como el ayuno intermitente prolongado o la restricción calórica continua— pueden estresar aún más un organismo femenino ya sometido a cambios hormonales. En mujeres con niveles bajos de estrógenos, estas prácticas pueden alterar la tiroides, desregular el cortisol y amplificar la sensación de fatiga. Lo que en ellos prolonga la vida, en ellas puede restar bienestar.
Dormir, el nuevo lujo biológico
El tercer pilar lo aporta la investigadora Mónica de la Fuente del Rey, pionera en el estudio del envejecimiento inmunológico. Sus hallazgos muestran que la falta de descanso reparador acelera los procesos de deterioro y multiplica la inflamación. En la menopausia, los sofocos y despertares nocturnos convierten el sueño en un reto constante.
Durante años, la investigación sobre sueño y rendimiento se ha hecho casi exclusivamente en hombres, con ritmos circadianos más estables y sin las fluctuaciones hormonales que afectan al sueño femenino. Ese vacío explica por qué tantas recomendaciones genéricas –»duerme ocho horas», «evita las pantallas», «cena pronto»– no funcionan igual en ellas. Los cambios hormonales alteran la temperatura corporal, la liberación de melatonina y la regulación del cortisol, lo que dificulta alcanzar un sueño profundo y sostenido.
De la Fuente reivindica que se tome en serio el problema: “No son molestias menores. El insomnio sostenido impacta directamente en la salud física y emocional, y merece atención médica específica”.
No es el cuerpo, es la mirada
No es que el cuerpo femenino envejezca peor: es que casi nadie se ha molestado en estudiarlo bien.
La menoposse no viene a enfrentarse a nadie, sino a corregir el desequilibrio. A recordar que la salud no se hereda, se investiga. Y que mientras la ciencia siga escribiendo con una sola voz, la mitad del cuerpo humano seguirá fuera del texto.
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