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_Con estos juegos fáciles para activar la memoria conseguirás acordarte de todo cada día
NO TE PIERDAS Con estos juegos fáciles para activar la memoria conseguirás acordarte de todo cada día
Mario Alonso Puig, uno de los expertos que participarán en Mercedes-Benz WeLife Festival. / Foto: Ernesto Agudo.
MERCEDES-BENZ WELIFE FESTIVAL
El cirujano y conferenciante, todo un sabio contemporáneo, desgranará su receta para alcanzar la felicidad el próximo 28 de octubre en Madrid. En esta entrevista nos avanza algunas de sus ideas.
5 de octubre de 2023 / 19:18
Una hora y media de conversación con Mario Alonso Puig te cambia la perspectiva de casi todo. A este médico especialista en Cirugía General y del Aparato Digestivo por la Harvard University Medical School, miembro de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, autor y conferenciante podríamos presentarle aludiendo a cualquiera de los anteriores cargos o apuntando, simplemente, que se trata de un sabio contemporáneo. El doctor Alonso Puig será uno de los ponentes del Mercedes-Benz WeLife Festival, donde hablará, el próximo sábado 28 de octubre, sobre «El camino hacia una vida más feliz». En esta entrevista charlamos con él precisamente acerca de la felicidad, pero también sobre los conflictos familiares, la compasión o el manejo de las emociones.
Hay que distinguir entre la felicidad y el bienestar. Podemos tener un nivel enorme de bienestar y un nivel muy bajo de felicidad, o viceversa. Todo lo que colma los sentidos físicos (comer algo rico, dormir en una cama calentita, viajar en un coche cómodo…) entra en el espacio del bienestar; es lo que pertenece al mundo del tener. Lo confundimos con la felicidad porque estamos tan profundamente apegados a los sentidos que no se nos ocurre que haya otra realidad; por eso nos metemos en esa carrera por tener cada vez más y más. Y cuando nos damos cuenta de que siempre se puede tener más (una comida mejor, una casa mejor, un coche mejor…), entra la comparación. La comparación hace que muchas personas estén contentas con lo que tienen hasta que ven que alguien tiene más, en ese momento ya están descontentas. Entonces, ¿es malo el bienestar subjetivo? No, está muy bien, porque somos seres con cinco sentidos. Pero la felicidad es algo diferente. Si el bienestar es el gozo de los sentidos, la felicidad es el gozo del corazón. Y el corazón goza cuando está en profunda relación de amor con algo o con alguien. Me explico. Yo puedo tomarme una lata de caviar solo y obtener un bienestar subjetivo espectacular, pero si me tomo un par de huevos fritos con amigos con los que me siento profundamente conectado, nunca cambiaría esa experiencia por la del caviar en soledad.
No es posible tener bienestar subjetivo todo el tiempo, porque yo no voy a tener todo el tiempo las circunstancias perfectas para que mis sentidos estén encantados. Sin embargo, sí es posible ser feliz todo el tiempo. La felicidad es una condición natural de nuestro ser, lo que pasa es que nos hemos desenganchado tanto de ella que creemos que esa felicidad la alcanzaremos con el tener, pero los vacíos del ser no se rellenan nunca con el tener. Naturalmente que se puede ser feliz todo el tiempo. Pero ser feliz todo el tiempo no quiere decir que vayamos por ahí dando saltos de alegría, no es que todo te vaya de maravilla. No, no, es una cosa mucho más sutil. Yo conozco a personas que han pasado por dramas impresionantes y se han mantenido estables, porque hay algo en su interior que no se ha roto. ¿Han llorado? Sí, claro, han tenido momentos bajos, pero en el fondo hay algo sutil que se mantiene y que hace que la persona no se hunda. Es tan difícil describir la felicidad con palabras… Las personas que tienen muy poco y a pesar de ello son felices irradian algo especial. Son los que han encontrado el secreto de la vida, que no está en el tener, sino en el ser. Si no eres feliz ahora, no lo serás aunque tengas más cosas.
Hay dos tipos de optimismo: por entrenamiento y por descubrimiento. El optimismo por entrenamiento se refiere a esas personas que aprenden a enfocar su mente en lo positivo; es lo que los americanos llaman «looking for the silver lining». Ese entrenamiento es eficaz, porque cuando hay un problema enseguida vas a buscar la solución, o si hay algo que no te gusta te pones a buscar lo que sí te gusta. Eso repercute en tu forma de sentirte y de actuar. Hay personas que son súper agradecidas con una cosa mínima (porque se enfocan en lo valioso) y otras que no son agradecidas ni siquiera con una cosa máxima (porque se fijan en lo que falta).
Esa es la forma más elevada que existe. Es cuando te das cuenta de que –vamos a decirlo de una manera sencilla y utilizando palabras de Paulo Coelho– el universo confabula a tu favor. Es decir, cuando te das cuenta de que todo en la vida es una oportunidad. Si yo lo viviera todo como una oportunidad, entendería que la mirada que tengo que tener es una mirada optimista y positiva. Si yo lo veo todo como un problema, obviamente mi mirada será negativa. Albert Einstein fue un gran estudioso de esto. Nos hemos quedado con su parte de físico, pero no con la de metafísico. Él dijo que había una pregunta que, en función de cómo la contestamos, determina si vivimos de una forma optimista o pesimista. La pregunta de Einstein era: «¿Vivo en un universo hostil o amigable?» Quien cree que vive en un universo hostil, vive aterrorizado. Pero quien cree que vive en un universo amigable piensa que todo lo que le venga, aunque tenga aspecto de problema, puede aportarle una lección valiosa. Para eso tenemos que reconectar con la parte más profunda de nosotros, la que entiende que la vida no está para colmar nuestros deseos, sino para darnos oportunidades para crecer en nuestro proceso de evolución personal hasta alcanzar la plenitud. Y claro, estamos tan atrapados en el mundo externo que pocas personas dedican el tiempo a hacer esta búsqueda interior para reconectar con quiénes son en realidad. Yo puedo tener la profesión de médico, puedo tener la nacionalidad española, puedo tener un determinado perímetro abdominal… pero yo no soy nada de eso. Y, claro, si creo que soy lo que tengo, cuando lo pierdo me hundo. Hay personas que pierden su trabajo y se hunden, piensan que ya no valen nada porque han considerado que su trabajo es lo que les define. Y no: tú sigues valiendo exactamente lo mismo con trabajo o sin él.
¿Qué efectos tiene la queja a nivel cerebral?
Pues depende. Hay dos tipos de queja: la constructiva y la destructiva. La queja constructiva emerge de la intención de corregir. La queja destructiva emerge de la intención de castigar. Imaginemos que estoy en clase y al profesor no hay forma de entenderle. Si yo opto por una queja constructiva, mi intención profunda es corregir esa situación, porque es importante que los alumnos nos enteremos. Pero si mi queja es destructiva, lo que quiero es castigar a ese profesor. Hay que entender cuál es la intención de mi acción. Muchas veces la intención está oculta. ¿Y entonces cómo sé si la intención es la correcta o no? Muy fácil: aunque me parezca que mi queja es para corregir, si yo siento ira, siempre será para destruir. Si yo siento paz interior, será para corregir. Y la diferencia es que si sale de la ira, la persona se sentirá atacada, con lo cual se pondrá a la defensiva, mientras que si sale de un deseo honesto de corregir, la persona no se sentirá atacada porque se dará cuenta de que lo que yo busco no está en relación con ella a nivel personal.
Las emociones pueden dividirse en positivas, negativas, funcionales y disfuncionales. Las positivas son las que te acercan a algo, como el amor. Las negativas, como el miedo, te alejan. Pero una emoción negativa no tiene por qué ser mala: no se trata de que la emoción sea positiva o negativa, sino de que sea funcional o disfuncional. Funcional es que me ayuda; por ejemplo, el miedo que siento al ver un tigre, porque me ayuda a escapar de él. Sin embargo, la emoción disfuncional me hace daño a mí y hace daño a los demás. Las cuatro emociones disfuncionales más dañinas son la ira, el miedo, la culpa y la vergüenza. ¿Cómo se gestionan las emociones disfuncionales? Porque está claro que hay que manejarlas, ya que se sabe que un minuto de ira produce una caída del funcionamiento del sistema inmune durante al menos seis horas. O sea, que si sientes ira y pasa a tu lado una persona con catarro, lo pillas seguro. No sólo eso: cuando sentimos ira hay un aumento de la presión arterial a niveles sumamente peligrosos, se produce una alteración profunda en el funcionamiento del tubo digestivo y puede generarse incluso desprendimiento de retina. Para canalizar la ira, lo primero que tenemos que hacer es reconocer la existencia de esa emoción, uno tiene que aceptar su punto de partida, no negarlo ni acusarse. En segundo lugar, hay que evitar por completo abrir la boca o actuar, porque lo que salga de ahí será una erupción volcánica. Un truco supersencillo: cuando sientas ira hacia alguien, escríbele un mail. Pero en vez de mandárselo a él, te lo envías a ti mismo y lo lees al día siguiente. Entonces te darás cuenta de que te encontrabas en un estado en el que no querías corregir, sino castigar.
Sí, a veces utilizamos el pensamiento para atacar a la otra persona. Es cierto que no hablas ni actúas, pero estás pensando: «¿Será desgraciado? ¿Quién se ha creído que es?» Y no te sientes mal por ello, porque al fin y al cabo el otro no puede leerte la mente. De lo que no nos damos cuenta es de que el pensamiento es una vibración energética, por tanto está afectando a mi campo de energía y al de la otra persona. En segundo lugar, aunque no hable, existe el lenguaje no verbal: mi forma de mirar, mis gestos, la tensión de mi cuerpo… están siendo leídos por el sistema de neuroafección de la otra persona. Igual no lo capta a nivel consciente, pero sí a nivel inconsciente. De manera que cuando sentimos ira no debemos hablar ni actuar, pero tampoco permitir que nuestra mente genere pensamientos alineados con esa ira. Obviamente, esto requiere un entrenamiento. Hay que enfocar la atención en otro sitio, en algo positivo, lo que sea. Si puedes, vete a la calle a dar un paseo, porque se sabe que un episodio de ira necesita 20 minutos de andar rápido o correr para alterar la química que se ha activado ahí. Y hay veces en los que tener una frase preparada para sustituir a todo este cacao mental puede ser muy útil. Muchas veces nuestras reacciones de ira son porque vemos parte de la película, no entendemos la película entera. Una persona me da una mala contestación y yo automáticamente reacciono. Si me dijeran que esa persona se acaba de enterar de que a su hijo le han echado del colegio, quizá lo miraría con más compasión. Quizá me afectaría menos. Nadie dice que el entrenamiento en la gestión emocional sea fácil. Lo que sí sabemos es que es posible.
Existen entrenamientos en empatía y en compasión, son dos cosas diferentes. No hay compasión sin empatía, pero sí puede haber empatía sin compasión. Empatía es ponerme en el sentir de la otra persona. La compasión es que, habiéndome puesto en el sentir de esa persona y captando que hay un sufrimiento en ese sentir, yo decido dos cosas. La primera, no añadir sufrimiento al que ya tiene. Y la segunda, reducir en lo posible ese sufrimiento. Por ejemplo, si una persona me da una mala contestación en el trabajo, la empatía me llevará a intentar entender que detrás de esa conducta, aunque sea inadecuada, hay un sufrimiento. Pero puedo ser indiferente a ese sufrimiento, puedo pensar: «Es su problema». Si, en cambio, me acerco a esa persona, y le pregunto: «Me gustaría saber si hay algo que te esté inquietando para haberme hablado de esa manera», y si ese compañero de trabajo me responde: «Pues mira, Mario, es que acaban de echar a mi hijo del colegio», el simple hecho de compartir ya está reduciendo su sufrimiento. Por eso en los funerales la gente encuentra confort en que otras personas se acerquen a dar el pésame.
Se basa en lo siguiente. Nosotros tenemos la sensación de que las emociones son reacciones. Pero, según mi experiencia, la mayoría de ellas no son reacciones, sino creaciones nuestras. ¿Cómo creo yo esas emociones? Con mi pensamiento. Voy a poner un ejemplo. Voy en el metro, que está bastante lleno, después de un mal día. De repente me dan un empujón, y entonces mi cuerpo se altera: me pongo tenso, el corazón me palpita, se me altera la tensión arterial… Parece que la emoción es la consecuencia del empujón que me han dado, ¿no?
Pues imaginemos que me doy la vuelta y veo que quien me ha empujado es un invidente. ¿Qué pasa entonces con esa emoción? Que desaparece. En vez de enfadarme, le diré: «¿Se ha hecho usted daño?» Ah, entonces es que la emoción era una creación mía. Lo que crea nuestras emociones es el pensamiento caótico. Si yo decido en base a una emoción fundada en una forma errónea de pensar, voy a cometer muchas equivocaciones. Por eso, siempre que ocurra algo que me altera, en lugar de juzgar voy a intentar entender de dónde procede esa conducta que me altera. Damos por hecho que el ser humano es libre, pero no vive libre porque está atrapado en sus automatismos. La libertad es el espacio en el que elijo entre lo que me ocurre y lo que yo hago. Y es un espacio que muchas veces lo tenemos cerrado. Pero cuando uno se da cuenta de que las emociones no son siempre reacciones, sino creaciones, y empieza poquito a poco a abrirse espacio, llega un momento en el que la persona es libre. Por eso, el grandísimo psiquiatra vienés Viktor Frankl dijo que hay algo que nadie te podrá quitar: tu capacidad de decidir. Fue un descubrimiento que él hizo en los campos de concentración nazis. Y Jean-Paul Sartre, el Premio Nobel de Literatura francés, dijo algo más poético pero que refleja lo mismo: «Libertad es lo que tú haces con lo que a ti te hacen».
Hay una conexión muy profunda entre ambas. La sabiduría está por encima de la inteligencia. Hay personas que son inteligentes, pero no tienen sabiduría. Son inteligentes, sí: procesan información, entienden los contextos, son rápidos aprendiendo cosas nuevas… pero les falta perspectiva. La sabiduría es lo que da la perspectiva. Y la sabiduría sabe que la bondad es el único camino. No me refiero a la bondad como buenismo, no, porque hay muchas conductas que tiene que ser corregidas, pero sin querer destruir a la persona. Todo el mundo es bueno pero no todo el mundo hace cosas buenas.
Una persona tóxica es aquella que parece que se levanta por la mañana con la intención de hacer daño a los demás. Si creemos que eso define al ser, nos equivocamos. Lo que nos define en nuestra esencia, como decía Aristóteles, siempre es la unidad, verdad, bondad y belleza. Ahora bien, hay personas que se han desviado tanto de lo que son, que viven en un mundo de conflicto tan profundo, de insatisfacción tan honda, que las están proyectando constantemente alrededor. Estas personas a las que llamamos tóxicas generalmente necesitan una psicoterapia muy profunda y, sobre todo, una psicoterapia espiritual. Porque están tan alejadas de lo que son que no paran de hacer daño y también se hacen daño a sí mismas. Son como los agujeros negros, que atraen y quitan la energía.
Desde luego, si uno tiene la opción, ha de separarse, sí. Aunque sea una persona muy cercana, un familiar, porque también se puede amar en la distancia. La vida no nos exige autoinmolarnos: esa persona tiene su responsabilidad. Y todos debemos cuidar de nosotros mismos.
Yo creo que vivimos en una época de tremenda desesperanza pero también de tremenda oportunidad. El hecho de que hoy en día se pueda hablar de una forma mucho más franca de que uno no se encuentra bien es un paso enorme. Hace muy pocos años, casi nadie podía expresar abiertamente que estaba recibiendo ayuda psicoterapéutica; se vivía como algo vergonzante. Para que las estructuras cambien, lo primero que necesitamos es tener conversaciones que no habíamos tenido antes. Ahora ya se puede conversar de que hay personas que sufren mucho, de que hay personas que se suicidan, de que hay personas que necesitan ayuda… Aprovechemos esa oportunidad. ¿Qué les diría a las personas que están en ese momento difícil? Primero, que no se aíslen, porque la soledad no elegida empeora cualquier situación. En segundo lugar, que no les de vergüenza pedir ayuda. Recuerdo un evento en Los Ángeles en el que uno de los mejores catedráticos de Psiquiatría del mundo explicó, durante una conferencia, que su mujer, a la que estaba muy unido, acababa de morir, y que había necesitado ayuda para superarlo. ¡Es que no hay nadie inmune! Bueno, y en tercer lugar, a las personas que están pasándolo mal les aconsejaría que cuiden lo que comen (está más que demostrado que la nutrición, por el impacto en la microbiota, afecta al estado de ánimo) y que hagan ejercicio físico (el sedentarismo no afecta sólo al cuerpo, sino también al estado de ánimo). También les diría que busquen ayudar a alguien: cuando uno ayuda a alguien, sorprendentemente también se siente ayudado. Por último, les animaría a leer biografías de personas que pasaron por momentos muy difíciles y siguieron adelante. Con todo eso, poquito a poco, se puede ir saliendo.
Pues, por ejemplo, Mario Molina, Premio Nobel de Química. Coincidí con él en un evento científico y, estando muy por encima de la persona con la que dialogaba y siendo esa otra persona muy agresiva, él mantuvo una serenidad, un equilibrio y una humildad impresionantes. También me impacta Matthieu Ricard, un monje budista que está considerado como el hombre más feliz del mundo. He coincidido con él varias veces y lo que más me llama la atención es su alegría. Siempre está sonriendo, siempre le ves contento, parece que es alguien a quien todo le va de cine, cuando en realidad vive en Nepal, con situaciones muy complicadas. Otro que me impactó mucho es António Damásio, catedrático de Neurociencias. Es una persona con la que da gusto hablar porque tiene una apertura mental que no he visto en otros neurocientíficos que enseguida se ponen tensos si hablas de dimensiones como la espiritualidad. Tengo la suerte de haber conocido a bastantes personas relevantes…
Claro que sí.
(Medita durante unos segundos). Lo llevo bien y mal. Bien, porque cada vez me importa más la dimensión espiritual de la existencia y, desde el mundo del espíritu, uno es eterno. Lo llevo mal porque sigo muy apegado a mi dimensión material y veo que no tengo la misma movilidad de antes. Afortunadamente sigo teniendo energía, pero me veo arrugas que antes no tenía… Al final es una combinación curiosa… En el fondo es como si me estuviera conduciendo a vivir en gratitud independientemente de mi edad. Todavía estoy en el proceso. Cuando lo que me interesa es estar bien por mí mismo, la edad me afecta más. Pero si lo que me importa es estar bien por los demás, me afecta menos.
*Mercedes-Benz WeLife Festival se celebrará los próximos días 28 y 29 de octubre en Green Patio, un espacio sostenible ubicado en la calle de Salamanca, 23 (Madrid). Además de contar con la participación de numerosos expertos en alimentación, bienestar, salud mental, mindfulness y medio ambiente, los asistentes a este encuentro también podrán practicar clases de yoga, meditación, baile, baños de sonido… El evento tiene como global partner a Mercedes-Benz, y está patrocinado por L’Occitane, Garnier, Etnia Cosmetics, Weleda, Ulé, Petit Bambou, Palasiet Thalasso Clinic & Hotel y Clarel. Además, colaboran Naturitas, Be Coconuts, Be Levels, Malvon y Go Mate. Las entradas están disponibles en welifefestival.es.
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