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Un fotograma de la serie coreana Amor en la puerta de al lado donde dos jóvenes coreanos comparten un chupachups como metáfora visual de cómo afrontar el estrés con calma y ligereza

En Corea saben que la calma no se compra: se cultiva (aunque sea con un chupachups en la mano). FOTO: Amor en la puerta de al lado

Paciencia made in Corea

El secreto coreano para no tener estrés

Mientras aquí buscamos atajos contra el estrés, los coreanos tienen un modo distinto de lidiar con la prisa y el agobio. Y no es meditar

Por María Corisco

6 DE SEPTIEMBRE DE 2025 / 08:00

En un mundo marcado por la inmediatez, donde todo parece medirse en resultados instantáneos, mirar hacia la filosofía coreana puede resultar revelador. En esta cultura milenaria se encuentran virtudes que no prometen una felicidad rápida, pero sí un bienestar profundo y sostenido. Dos de ellas, menos conocidas en Occidente, son el innae, la paciencia activa que enseña a atravesar la dificultad con dignidad, y el cheong-jeong, la claridad mental que invita a vivir con serenidad. Juntas conforman una propuesta sencilla y poderosa. La felicidad no es una meta que debes alcanzar cuanto antes, sino un estado que se cultiva con constancia y equilibrio interior. Unos hábitos que les facilitan lidiar contra el estrés.

Innae: la paciencia que no desespera

La palabra innae suele traducirse como paciencia, pero su sentido es más profundo: no se trata de esperar pasivamente, sino de resistir con fortaleza moral, de sostenerse aun cuando el camino sea difícil y esté lleno de obstáculos. Es una virtud activa, que implica perseverar y confiar en que los procesos tienen un valor propio, más allá de los resultados inmediatos. Cuento corto: no es «aguantar» a secas. Es hacerlo con estilo.

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Este espíritu conecta con la tradición confuciana que impregnó la ética coreana durante siglos. Confucio decía que la grandeza del ser humano no está en no caer, sino en levantarse cada vez que lo hace. En Corea, pensadores como Yi Hwang y Yi I profundizaron en el siglo XVI en debates filosóficos como el de las Cuatro Raíces y las Siete Emociones. En ellos se discutía cómo las pasiones podían canalizarse y educarse. Aunque no hablaban directamente de innae, su reflexión sobre la necesidad de cultivar la constancia moral y el autocontrol emocional resuena con esta virtud.

A nivel histórico, innae también fue una necesidad colectiva: Corea es un país que vivió invasiones, colonizaciones y guerras devastadoras, y en ese contexto la capacidad de soportar y reconstruir se convirtió en una fuerza vital. El bienestar no se entendía como ausencia de dolor, sino como la dignidad de mantenerse en pie a pesar de él.

Hoy, en un país marcado por la competitividad académica y laboral, el innae sigue siendo un valor muy presente. En la práctica, implica desarrollar resiliencia, perseverar en los proyectos personales, y recordar que los frutos más valiosos requieren tiempo. Para Occidente, en un mundo ansioso por resultados inmediatos, esta paciencia activa se convierte en una lección urgente: el bienestar también se nutre de la capacidad de sostenerse en medio de la incertidumbre.

Cheong-jeong: claridad mental en un mundo ruidoso

Si el innae habla de resistencia, el cheong-jeong se refiere al modo de habitar esa resistencia: con claridad y pureza interior. Literalmente significa limpieza o claridad, y tiene profundas raíces en la tradición budista coreana. Lo contrario a tener mil pestañas abiertas en el navegador…

El monje Jinul (1158–1210), una de las grandes figuras del budismo coreano, escribió extensamente sobre la necesidad de cultivar una mente clara y concentrada como camino hacia la iluminación. Para Jinul, la práctica espiritual no consistía en huir del mundo, sino en «aprender a despejar las impurezas de la mente –a avidez, la ira, la confusión– para vivir con una mirada transparente». Este estado de cheong-jeong no era un lujo, sino un modo de existir más humano y compasivo.

El cheong-jeong se refleja también en expresiones como cheongjeong-sim, la mente pura, o yukgeun-cheongjeong, la purificación de los seis sentidos. Son ideales que, aunque nacen de la práctica meditativa, se pueden traducir en hábitos cotidianos: simplificar, soltar lo superfluo, estar en contacto con la naturaleza, o practicar la atención plena al presente.

En la Corea contemporánea, este ideal ha encontrado eco en las búsquedas actuales de equilibrio frente a la aceleración tecnológica y la sobrecarga de estímulos. El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, en su célebre ensayo La sociedad del cansancio, describe cómo el exceso de productividad y de autoexigencia nos conduce a un estado de agotamiento. Frente a ello, reivindica el valor del silencio, la contemplación y la pausa, en sintonía con la aspiración del cheong-jeong: despejar la mente para poder habitar la vida con ligereza.

Resistir y soltar: la pareja de hábitos que funcionan contra el estrés

Lo fascinante de estas dos virtudes es que no se contradicen, sino que se complementan como hábitos contra el estrés.

El innae te enseña a resistir, a sostenerte frente a las tormentas. Se podría decir que responde a la pregunta de cómo avanzar cuando el camino se hace cuesta arriba.

El cheong-jeong te invita a hacerlo sin perder la claridad, sin dejarte arrastrar por la confusión o la ira, y respondería a la pregunta de cómo vivir mientras tanto, sin perder la paz interior.

Juntas ofrecen una idea de bienestar distinta de la que se suele perseguir: menos orientada al placer inmediato y más cercana a un equilibrio duradero.

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Una receta de hábitos contra el estrés que trasciende fronteras

En la actualidad, conceptos como resiliencia o mindfulness se han popularizado en Occidente, pero la filosofía coreana lleva siglos explorando esas mismas virtudes. Recuperar el valor del innae y del cheong-jeong no significa adoptar prácticas ajenas, sino reconocer que la felicidad humana ha sido siempre un desafío universal, y que cada cultura aporta respuestas valiosas.

Quizá la receta coreana de la felicidad no prometa atajos ni fórmulas rápidas, pero sí recuerda algo esencial: que la vida se construye con paciencia y claridad, con la fuerza de resistir sin quebrarnos y con la serenidad de vivir con ligereza. Y que, en ese equilibrio entre aguante y transparencia, puede nacer una forma de bienestar más plena y auténtica.

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