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NO TE PIERDAS 14 alimentos que fortalecen la memoria y cuatro que tienes que evitar porque la debilitan

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Ciertas comidas nos hacen sentir emociones./ Imagen: Pexels.

Mente

Por qué comer bien nos hace tan felices: la curiosa conexión de la comida y las emociones

Hay alimentos que nos brindan un placer especial. Y no se trata solo de que estén dulces o repletos de carbohidratos, sino de las emociones que nos despiertan.

Por María Corisco

8 de octubre de 2023 / 08:00

La comida está íntimamente ligada a las emociones, y por eso puede ser una fuente de placer, pero también una trampa de la nostalgia y de nuestros estados de ánimo. Muchos de los sabores con los que más disfrutamos están vinculados a recuerdos y vivencias, y por eso su disfrute va mucho más allá del mero acto de alimentarnos. Comer bien nos hace felices, y aquí juega un claro papel la infancia y el poder evocación.

En mi caso, siempre que quiero volver a mi primera niñez no tengo más que abrir un bote de pimentón y sumergirme en su aroma. De inmediato me traslado a ese tiempo de la infancia en el que jugaba entre los sacos de pimentón del molino de mis abuelos y la vida no tenía atajos ni rodeos. Desde entonces, el olor y el sabor del pimentón me brinda infinitos matices, igual que a otras personas les puede ocurrir con el olor a lonja, a leche recién hervida o a higos que se secan en el desván.

Qué es la teoría del comfort food

Evidentemente, esto ha sido objeto de interés por parte de los investigadores -también de los expertos en marketing-, y son muchos los trabajos en los que se ha estudiado el fenómeno conocido como comfort food. Se usa este término para describir alimentos que tienen una connotación emocional positiva y que se consumen para proporcionar consuelo, alivio del estrés o una sensación de bienestar. Estos alimentos suelen estar asociados con recuerdos agradables y experiencias emocionales reconfortantes. Su consumo puede brindar una sensación de satisfacción y seguridad emocional. La elección de comfort food a menudo está relacionada con la nostalgia y la búsqueda de un estado emocional reconfortante.

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Las características de estos alimentos, obviamente, pueden variar ampliamente según la cultura, las preferencias personales y las experiencias individuales. Sin embargo, algunos ejemplos comunes de comfort food son las sopas caseras, los macarrones con queso, el puré de patatas, el pollo frito, las galletas caseras, el chocolate, el helado o los pasteles y las tartas.

De todas formas, lo que una persona considera como comfort food puede diferir de lo que otra persona encuentre reconfortante, ya que está influenciado por las experiencias de vida, los recuerdos y las asociaciones individuales con los alimentos.

Las investigaciones han analizado cómo este tipo de alimentos pueden tener un impacto duradero en las respuestas emocionales y la percepción del bienestar en la edad adulta. En el caso de los alimentos que nos evocan a nuestra infancia, se ha visto cómo nuestra preferencia por estos sabores está influenciada por:

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  • Experiencias tempranas. Durante la infancia, nuestras papilas gustativas y nuestro sentido del olfato están en desarrollo y son más sensibles. Los alimentos que experimentamos y disfrutamos en esta etapa pueden tener un impacto duradero en nuestras preferencias alimenticias a lo largo de la vida.
  • Conexiones emocionales. Los sabores de la infancia están asociados con experiencias emocionales y recuerdos agradables, como las comidas caseras preparadas por nuestros padres o abuelos. Estas experiencias emocionales positivas pueden crear una conexión emocional con ciertos sabores, lo que hace que los percibamos como reconfortantes y agradables.
  • Exposición repetida. Durante la infancia, tendemos a estar expuestos repetidamente a ciertos sabores y alimentos, lo que puede contribuir a que nos acostumbremos a ellos y los disfrutemos más.
  • Aprendizaje social y cultural. Nuestras preferencias alimenticias también se ven influenciadas por nuestro entorno social y cultural. En muchos casos, los alimentos que consumimos en la infancia son aquellos que se preparan y consumen con mayor frecuencia en nuestro hogar y comunidad, según tradiciones y hábitos familiares.
  • Recuerdos positivos. Los recuerdos positivos asociados con ciertos sabores pueden generar una sensación de nostalgia y desencadenar emociones positivas cada vez que probamos esos alimentos nuevamente.

Por qué nos atraen tanto los dulces y los carbohidratos

Por otra parte, el comfort food también incluye otro tipo de alimentos que nos parecen reconfortantes y, por tanto, usamos para llenar vacíos o calmar ansiedades. Algunas de las razones por las que comerlos nos proporciona una sensación -aunque sea fugaz- de felicidad son:

  • Su efecto en el cerebro. Algunos alimentos, especialmente aquellos ricos en carbohidratos y grasas, pueden desencadenar la liberación en el cerebro de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina. Estas sustancias están asociadas con una sensación de bienestar y placer, lo que puede generar una sensación de calma y satisfacción.
  • Asociaciones con experiencias positivas. A lo largo de la vida, las personas pueden asociar ciertos alimentos con experiencias placenteras y positivas. Por ejemplo, algunas comidas caseras o postres pueden estar vinculados a momentos felices de la infancia o celebraciones especiales, lo que crea una conexión emocional positiva con esos alimentos.
  • Comodidad y familiaridad. Los alimentos reconfortantes suelen ser aquellos que son familiares y fáciles de preparar o encontrar. La familiaridad y la comodidad que proporcionan pueden darnos confort en momentos de estrés o incertidumbre.
  • Nos distraen de emociones negativas. Comer ciertos alimentos puede actuar como una forma de distracción o escape de emociones negativas. El acto de comer puede proporcionar una sensación temporal de alivio y bienestar, aunque no resuelva los problemas emocionales subyacentes.
  • Respuesta cultural y social. En muchas culturas, ciertos alimentos están vinculados a celebraciones, tradiciones familiares y eventos sociales. Estas conexiones culturales pueden influir en nuestra percepción de qué alimentos son reconfortantes.
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