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No hace falta desayunar a primera hora de la mañana./ Imagen: Wildfox.

ALIMENTACIÓN

¿Es realmente el desayuno la comida más importante del día? Los expertos desmontan el mito

Si eres de los que se levanta sin hambre y te sientes obligado a meterte algo al cuerpo antes de salir de casa, tranquilo, comer algo más tarde no impedirá mantener una dieta equilibrada.

Por María Corisco

05 DE OCTUBRE DE 2023 / 08:00

A lo largo de las últimas décadas, el bombardeo ha sido constante: el desayuno es la comida más importante del día, y si no comemos al levantarnos tendremos problemas para rendir adecuadamente. Pero, igual que hay personas que no pueden empezar a coordinar ideas sin haberse tomado al menos un café, también hay otras que no tienen hambre al despertar, sino unas horas después. ¿Hacen mal? No tanto: en realidad, claro que desayunan, pero más tarde.

Lo vemos en la misma palabra, que nos habla de des-ayuno. Es decir, romper el ayuno. Si nos vamos al Comité Asesor de las Guías Dietéticas de Estados Unidos, su definición de desayuno es «la primera comida del día, que rompe el ayuno tras el periodo más prolongado de sueño, y se consume entre las dos y las tres horas después de despertarse. Está formado por alimentos o bebidas de cualquier grupo de alimentos y puede consumirse en cualquier lugar«.

“Desayunar no significa que tengamos que comer al levantarnos, ni tampoco que estemos obligados a comer un determinado tipo de alimentos”, explica Natalia Hospido, farmacéutica y dietista-nutricionista, cofundadora de Nutricoles. “La idea de que se trata de la comida más importante del día es cuestionable y, como la mayor parte de los problemas de alimentación, está muy relacionada con el marketing de la industria, como si fuera necesario que en el súper hubiera un pasillo de desayunos”.

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De dónde surge la idea del desayuno

Habla de marketing, y ello nos lleva a una historia que se desarrolla en Estados Unidos en el primer tercio del siglo XX. “La famosa frase de que el desayuno es la comida más importante del día se le atribuye a Lenna Frances Cooper, una mujer que hizo grandes logros en nutrición, ya que fue la primera en proponer la formación de la American Dietetic Association, que cofundó en 1917”, explica Hospido. Lo que resulta curioso es que era “la protegida del doctor John Harvey Kellogg, quien la nombró dietista jefe del sanatorio que dirigía. Quizás la frase que dijo en su momento simplemente se ha sacado de contexto y se ha mantenido en el tiempo con algún fin económico ya que Kellogg´s empezó a expandirse por el mundo en 1922, tampoco es tan descabellada la idea. Así que puedo decir, sin equivocarme demasiado, que la empresa Kellogg´s es la que decidió que el desayuno era la comida más importante del día”.

Con respecto a la evidencia científica, hay infinidad de artículos que estudian el impacto del desayuno sobre la salud y sobre el control del peso. “Pero, actualmente, no existe ningún tipo de evidencia que nos pueda corroborar ese papel aparentemente crucial. No se trata en ningún caso de que desayunar sea bueno o sea malo, es, sencillamente, que no es imprescindible hacerlo a primera hora”.

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¿Y qué desayunamos?

Con todo el marketing de la industria alimentaria detrás, resulta curioso ir al detalle de qué es lo que se considera como un desayuno adecuado. “Parece que se trata de consumir cereales -poco o ninguno saludable-, algún lácteo -a menudo de baja calidad y azucarado- y fruta en forma de zuma. Se ha priorizado el beneficio económico a costa de un bajo valor nutricional. Aunque es cierto que, ahora, cada vez más, incorporamos desayunos de avena.

Otra cuestión es la de que, mientras nos gusta variar en el menú de mediodía y en el de la cena, parece que nos hemos acostumbrado a que el desayuno sea sota, caballo y rey. “Socialmente, se cuestiona que a uno le pueda apetecer por la mañana la ensalada de garbanzos del día anterior. O que, al hora de tomar el almuerzo, te salgas de la típica pulguita o del pincho de tortilla”.

Consejos para un desayuno sin normas

  1. Respetar las sensaciones de hambre y saciedad. Es lo prioritario, porque a menudo se come por comer, porque toca, porque es la hora. Entendemos que un bebé llora cuando tiene hambre, pero, a medida que crecemos este hambre no tiene por qué coincidir con los horarios marcados. “Se rompen los ciclos y ritmos con los que nacemos y llega un momento en que muchas personas, principalmente mujeres, no saben cuándo tienen realmente hambre”.
  2. Ser flexible con la hora de desayuno. “Se trata de, dentro de tus ritmos, horarios y obligaciones, encontrar la fórmula para comer cuando realmente apetece. Una de mis hijas desayuna nada más levantarse y la otra se lleva el almuerzo a clase porque cuando tiene hambre es unas horas después”.
  3. Abrir el campo de las opciones alimenticias. No hay por qué centrarse en el café con bollería, porras o cereales. Las sobras del día anterior pueden ser perfectas. “Hace falta un cambio de chip, una flexibilidad para entender y aceptar que los alimentos típicos que encontramos en el pasillo de desayunos no tienen por qué marcar nuestras decisiones”.
  4. Olvidar, en el caso de los niños, que si no sale de casa desayunado no se va a desarrollar de una forma adecuada o no va a rendir bien. Veamos esa galleta enriquecida en vitaminas y nutrientes, y comparémosla con una nuez o una legumbre: sin duda estas últimas las van a superar en calidad nutricional”.
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