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El desapego emocional te ayuda a conocerte mejor y gestionar tus emociones./ Foto: Forever New.
Salud mental
Tomar distancia y perspectiva puede ser la clave para no dejarse desbordar ante situaciones difíciles y estresantes. Para controlar esa impulsividad que te daña, puedes ejercitar el desapego emocional.
Por María Corisco
13 de febrero de 2024 / 13:30
“Me dejé llevar por el momento”; “fue un impulso y ahora me arrepiento”; “me calenté y estallé…” Hay personas que, ante situaciones difíciles, desagradables, pierden los papeles, las formas y se dejan llevar por la emoción del momento; o que rumian esa contrariedad, reviviéndola dolorosamente sin permitirse avanzar. Otras, en cambio, son capaces de tomar distancia para poder gestionar esa emoción de forma que no se adueñe de la situación ni dirija las decisiones. En ese contexto hablamos de desapego emocional.
Según explica Juan Nieto, director de formación y de terapia del Instituto Europeo de Psicología Positiva (IEPP), “es una capacidad que tiene que ver con separarnos de nuestras emociones, de nuestros sentimientos, para tomar un poquito de distancia”. No es lo mismo que ser una persona fría, ni tampoco significa que mires hacia otro lado, “sino que se trata de ver tus emociones dando un pasito hacia atrás. Ver qué es lo que me hace sentir de una manera, pero con perspectiva”.
Para explicarlo, pone el siguiente ejemplo: “A veces, cuando llevas puesta una prenda, es difícil ver todos sus detalles; en cambio, si la ves en una foto o en un espejo, o incluso si te la quitas, la podrás analizar de otra manera”.
El término “desapego” nos puede confundir y llevarnos a pensar que es lo contrario del apego, una necesidad básica y fundamental en los seres humanos. Por ello, el experto explica que, aun partiendo de la misma palabra, “son procesos diferentes. Una cosa es la importancia de los apegos, y otra es cómo me relaciono con mis emociones”.
De alguna manera, continúa, “a lo largo de la vida vamos entrenando el desapego. Unas personas lo hacen de una forma más natural que otras”. Cuando hay una dificultad para poner distancia y ser capaces de manejar las emociones, “conviene trabajarlo porque, si no, cuando emergen pueden tomar el control y hacernos más impulsivos”.
En este sentido, sugiere una metáfora en la que “somos los conductores de un autobús con pasajeros, que representan emociones y recuerdos que hemos ido acumulando a lo largo de la vida. Tu objetivo es conducir e ir hacia algún lado; no eres uno de esos pasajeros, miras a la carretera, no dejas que sean ellos quienes conducen, eres tú quien tiene el control”.
Ejercitar este desapego “es parte de la regulación emocional. Se trata de una capacidad que nos ayuda a ver las cosas con tranquilidad, a razonarlas sin el fervor del momento y evitar así la impulsividad. Ayuda a ser más coherente a la hora de actuar y de tomar decisiones”.
“Al final, es una forma de funcionar, un entrenamiento a lo largo de la vida”, concluye Juan Nieto, que apunta los beneficios de la terapia “en determinados casos de impulsividad, en los que las emociones se sienten de manera abrumadora o cuando la persona identifica que los estados emocionales desagradables se prolongan en el tiempo y, en cambio, los agradables se difuminan rápido”.
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