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La obsesión por comer perfécto puede atraparte. FOTO: Wildfox.

NUTRICIÓN

Cuando comer mejor que nunca te hace sentir peor que nunca

La obsesión por comer todo sano puede acabar dañando justo lo que intentas cuidar: tu salud. La clave está en soltar, no en controlar.

Por María Corisco

14 DE AGOSTO DE 2025 / 07:30

En un contexto donde la salud y el bienestar se han convertido en un ideal cultural, la alimentación ha pasado de ser una necesidad o un placer para convertirse, en algunos casos, en un campo de batalla. Comer bien, sí. Pero, ¿qué significa eso exactamente? ¿Es sano todo lo que vemos en redes? ¿Hay que seguir normas estrictas? ¿De verdad tienes que eliminar todo lo que no sea natural, integral o ecológico?

La nutrición es un pilar de la salud, sobre todo de la salud digestiva. Sin embargo, cuando se convierte en una fuente constante de presión, ansiedad o rigidez, puede dejar de ser parte de la solución y empezar a formar parte del problema.

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El mito de la dieta perfecta

Inma Borrego, especialista en salud digestiva y autora del libro Lo que tu mente calla, tu intestino lo grita (Ed. Zenith), advierte del riesgo de confundir una buena alimentación con una alimentación perfecta. «Comer bien no tiene que ser algo aburrido, difícil o estresante, sino algo natural, flexible y placentero», explica.

El problema, según señala, es que muchas personas terminan dejándose llevar por la presión de las redes sociales o la influencia de mensajes que prometen resultados milagrosos. «Nos volvemos esclavos de las etiquetas, los ingredientes, los horarios y las cantidades», señala Borrego. «Incluso llegamos a evitar quedar a comer o cenar con amigos por si acaso no hay algo que se adapte a tu dieta. Y ese nivel de autoexigencia alimentaria, lejos de beneficiar la salud, puede deteriorarla profundamente».

Cuando lo saludable deja de serlo

El deseo de cuidarse es legítimo. Pero, llevado al extremo, puede provocar consecuencias contrarias a las que se persiguen. Inma Borrego lo vivió en primera persona: «Al principio cometí el error de creer que cuanto más perfecta fuera mi alimentación, mejor me sentiría. Pero me equivoqué. Cuantos menos fallos cometía y más perfecto intentaba hacerlo todo, peor me sentía».

Su testimonio refleja una realidad que muchas personas atraviesan sin darse cuenta: «comer perfecto» en teoría, pero encontrarse con nuevos síntomas digestivos, irritabilidad, culpa e incluso aislamiento. Fue solo cuando decidió soltar el control, relajarse y reconectar con el placer de comer, cuando su digestión se normalizó y recuperó su bienestar.

Tres riesgos reales de obsesionarse con comer perfecto

La búsqueda de la dieta ideal puede tener consecuencias serias, tanto a nivel emocional como fisiológico. Borrego resume en tres grandes ideas los efectos que observa con más frecuencia:

  • Obsesionarse con la perfección a la hora de comer puede generarte, por un lado, un estrés y una ansiedad enormes que alteran tu sistema nervioso, el cual, como ya sabes, está íntimamente relacionado con tu aparato digestivo.
  • Por otro lado, puede impedirte llevar una alimentación equilibrada y adaptada a tus necesidades y preferencias, que es lo que realmente necesita tu cuerpo y tu mente.
  • Por último, puede hacerte perder el contacto con tu intuición y con tu placer, que son los que te guían a la hora de elegir lo que te sienta bien.

En otras palabras, la salud digestiva no depende solo de lo que comes, sino también de cómo lo haces y con qué actitud. El exceso de rigidez activa el sistema nervioso simpático (el del «modo alerta»), lo que influye negativamente en la digestión, la microbiota y el equilibrio hormonal.

Comer sin culpa, vivir sin miedo

Como profesional con enfoque integrativo, Borrego insiste en la importancia de contextualizar cada recomendación y evitar los mensajes alarmistas o absolutistas en redes sociales. «Los sanitarios que divulgamos tenemos una gran responsabilidad. A veces, sin querer, damos la impresión de promover dietas milagrosas, y eso es muy peligroso», subraya.

El problema no es comer sano. El problema es convertir la comida en una fuente constante de control, culpa o miedo, o aislarse socialmente para mantener una supuesta pureza alimentaria. Por eso, defiende un enfoque más amable y flexible: «No te dejes engañar por la secta de la perfección. No existe una única forma de comer bien. Hay tantas maneras como personas en el mundo».

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Encuentra tu propia forma de comer (y de vivir)

La buena alimentación no debería alejarte del placer, de la vida social ni de ti mismo. Más bien al contrario: debería ayudarte a vivir mejor, no a vivir menos.

La clave, según Inma Borrego, es aprender a escuchar tu cuerpo, identificar lo que te sienta bien, y entender que la salud no depende de eliminar todo lo «malo», sino de construir una relación equilibrada, moderada y libre de culpa con la comida. «Come de todo, pero sin excesos. Disfruta de lo que te gusta, pero sin obsesionarte. Elige lo que te sienta bien, pero sin aislarte. Come con amor, pero sin culpa». Porque al final, comer bien es también vivir bien.

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