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Dos mujeres brindando con sendas copas de vino. / Imagen de lookstudio en Freepik.
Alimentación
No existe una cantidad de alcohol considerada saludable y dejarlo por completo tiene multitud de beneficios en nuestro organismo.
Por Sara Flamenco
18 DE JUNIO DE 2023 / 06:30
El alcohol parece omnipresente en nuestras vidas. En España está tan aceptado que la mayoría de nuestros encuentros sociales se hacen en torno a una bebida alcohólica: una copa de vino al salir del trabajo, unas cañas con los amigos después de un partido de fútbol… Lo primero que debes saber es que no existe una cantidad de alcohol que pueda considerarse saludable, ni esa copa de vino que antes se pensaba que era buena para la salud, ni el chupito de licor de hierbas después de comer para mejorar la digestión. Nada. Sí existe una cantidad que puede calificarse de bajo riesgo: hasta 10 gramos al día en mujeres y 20 gramos en hombres. Pero lamentamos comunicarte que un vaso de vino o un chupito ya contienen entre 10 y 13 gramos de alcohol.
Entonces, ¿qué es lo mejor? Pues si hablamos en términos de salud, lo mejor sería dejar de beber. Según el doctor Santiago Canals, investigador principal del Instituto de Neurociencias de la Universidad Miguel Hernández y del CSIC, el alcohol «causa un impacto muy importante en la microbiota, en el hígado, en el intestino y, de forma directa, en el cerebro. Pero cada vez vemos más que todos estos órganos interaccionan entre sí a la hora de compartir el daño causado».
No podemos obligarte a dejar de consumirlo, pero sí podemos contarte todos los beneficios de dejarlo, para que tenga toda la información antes de decidir.
Beber reduce las horas y la profundidad del descanso, ya que hace que te despiertes más veces y te cueste más entrar en sueño profundo porque actúa como un neurodisruptor. Según explica la doctora Ana Fernández, coordinadora del Grupo de Estudio del Sueño de la Sociedad Española de Neurología (SEN), el alcohol «produce un acortamiento del tiempo que se tarda en conciliar el sueño, pero este es de peor calidad, ya que las fases serán de predominio superficial con frecuentes despertares que pueden ser breves y pasar desapercibidos, o más prolongados».
¿Qué significa esto? Que te dormirás antes, sí, pero dormirás peor por lo que te despertarás cansado, con menos energía y serás más propenso a dolores de cabeza.
El alcohol es un inhibidor de la hormona antidiurética humana (ADH), que se encarga de recuperar agua en los riñones, lo que hará que pierdas más agua y la vejiga se llene mucho antes. Esta es la razón de que beber nos da enormes ganas de ir al baño y de que la orina sea transparente, ya que la concentración toxinas es menor.
«El alcohol inhibe la hormona antidiurética, y por lo tanto hace orinar más. De hecho, los síntomas de la resaca contribuyen, entre otros, a la deshidratación a nivel cerebral», señala el doctor Roi Ribera, especializado en Nefrología y Aparato Digestivo.
El alcohol es una sustancia con nulo contenido nutricional y con alto valor calórico. «Tanto el consumo del alcohol, como el contexto del que suele ir rodeado (picoteo y tomas entre horas) suponen un aporte extra de energía que a la larga condiciona a ganar más peso», detalla el doctor Ribera. Además, al dejar de beber alcohol, mejoras el metabolismo catabólico (encargado de quemar azúcares y grasas para generar energía), reduces la acumulación de materia grasa en el hígado y ayuda a que tu cuerpo gestione mejor los balances energéticos.
El consumo de alcohol afecta a la digestión, que se hace más pesada, lenta e ineficiente. Nuestro sistema digestivo se llena de gases, lo que se traduce en un cuerpo más hinchado y molesto. Además, al tratarse de un vasodilatador, ciertos tejidos se irrigan más, lo que provoca la rotura de vasos capilares o la aparición de pequeñas petequias.
El alcohol estropea el epitelio digestivo y mata parte de la microbiota, lo que provoca que los nutrientes se absorban peor. Esto puede implicar una deficiencia de vitaminas «debido a la falta de consumo de nutrientes que los contienen, y por la interferencia en la absorción y metabolismo de las mismas», expone Carmen Aragón, de la SEEN.
Si el consumo es muy elevado puede llevar incluso a la desnutrición, lo que puede hacer necesario «tomar suplementos de vitaminas del complejo B y ácido fólico, hasta que la persona haya conseguido la deshabituación completa, o incluso de por vida, si el daño es grave», añade la endocrinóloga.
El alcohol nos vuelve más agresivos e impulsivos, ya que inhibe en parte a nuestro sistema de control haciendo que solo veamos lo que tenemos delante y no las consecuencias, por lo que no evaluamos bien el peligro. Además, trastoca parte de nuestro sistema consciente y deja el control al sistema límbico, también conocido como nuestro «cerebro primitivo».
El alcohol es un factor agravante de ciertos tipos de cáncer, como el de colon. Al no existir ninguna cantidad de alcohol segura, el eliminarlo de la dieta ayuda a evitar ese tanto por ciento de probabilidad, ya sea pequeño o grande.
El alcohol se relaciona con una gran cantidad de enfermedades relacionadas con el corazón: desde las arritmias a los infartos, pasando por cardiomiopatías diversas o la hipertensión. Sin alcohol, nuestro corazón funciona mejor, responde mejor y aguanta mejor.
El hígado es el órgano interno más grande del cuerpo humano, y entre sus cientos de funciones está la de metabolizar las grasas, los hidratos de carbono y las proteínas, producir bilis o desintoxicar la sangre. Por eso, cuando una persona bebe alcohol, el hígado es el gran perjudicado. Se producen una serie de procesos oxidativos que derivan en una acumulación de grasa hepática. «Se llama esteatosis y a la larga puede desencadenar una inflamación hepática que acabe causando una cirrosis«, explica Roi Ribera.
Por su parte, en el páncreas, el alcohol puede contribuir a que se desarrolle una pancreatitis crónica, «que puede generar una insuficiencia pancreática endocrina y exocrina. Esta última, favorece una mala digestión de los alimentos, por ejemplo», señala el experto digestivo.
El alcohol actúa como vasodilatador y disruptor neuronal, lo que puede impedir el buen funcionamiento sexual, dificulta el orgasmo o incluso provoca impotencia o falta de libido. Son muchas las personas que creen que el consumo de alcohol se relaciona con un mejor sexo pero están confundiendo la desinhibición (provocada porque es nuestro sistema límbico quien está al volante) con la mejora sexual. Puede que tengas más fácil el llegar hasta la cama (otra cosa es con quién), pero una vez estés en ella, disfrutarás menos, si es que disfrutas algo.
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