Ejercicio
_Este es el ejercicio que en sólo 30 segundos de dirá cuál es tu estado físico cuando ya has cumplido los 50
La profesora de yoga Pati Galatas. / Foto: Concha Galatas.
Ejercicio
En su libro 'Yoga para cambiar tu vida', la profesora explica cómo realizar cada postura y analiza el camino de transformación que conlleva esta práctica.
02 DE JULIO DE 2023 / 06:30
¿Quieres iniciarte en el yoga pero no sabes por dónde empezar? Un buen comienzo podría ser la lectura de Yoga para cambiar tu vida, el libro que acaba de lanzar Pati Galatas con la editorial Lunwerg. El título no es casual: a ella el yoga le cambió –de verdad– la vida. Tras pasar por la traumática experiencia del fallecimiento de su marido, esta licenciada en Business Administration lo dejó todo y se estableció a caballo entre Los Ángeles y México para formarse con los mejores maestros de yoga y artes marciales. Y a partir de ahí ya nada fue igual. «El yoga me salvó, porque en el momento más duro, cuando más perdida estaba, se convirtió en una guía, en un regalo durante mi etapa de duelo», cuenta a WELIFE. «Me enseñó mucho sobre mí, me ayudó a mirar hacia dentro y a poner cara a las emociones». Hoy, Galatas imparte clases en Madrid.
–En tu libro cuentas una vivencia muy bonita, cuando te paraste en una acera a esperar a que no pasasen coches y, al cruzar, de pronto te sentiste en paz: «En ese instante supe, desde el fondo de mi alma, que todo estaba en un orden perfecto, que todo era como tenía que ser. No faltaba nada, ni sobraba nada. Y me sentí completa». ¿Cuánto te costó llegar a esa aceptación de la realidad?
Esa experiencia que cuento ocurrió cuando todavía estudiaba la carrera. Ya había tomado clases de yoga, pero lo que pasó no fue algo fruto de un trabajo concienzudo, al menos así lo sentí; fue más como descubrir algo que ya estaba en mí. Esa tarde simplemente ocurrió, como si me hubieran descargado un programa. De un momento a otro sentí que todo era distinto, pasé de ver la calle, el entorno, como algo ordinario a sentir la inmensidad de la vida como una fuerza extremadamente bella, poderosa, sencilla y acogedora. Me sentí en casa. Mis sentidos se afilaron como cuchillos, y por un momento experimenté la vida desde otro estado de conciencia, como si volviera a ser una niña. Fue un destello de luz, que no se prolongó en el tiempo, pero que me enseñó, o más bien me recordó, que la vida podía percibirse de otra manera.
Una vez, hace tiempo, me preguntaron cuál había sido el momento más feliz de mi vida, y curiosamente esa experiencia me vino a la mente, como un rayo. Estoy segura de que los que los que hacemos yoga y practicamos algún tipo de meditación estamos en esa misma búsqueda. Al menos esa es la mía. Sentirme parte de algo grande, vivir conectada a la corriente vida, desde el corazón, sin miedo, confiada, con el foco puesto en lo importante. Eso es lo que encuentro en mis prácticas y es entonces cuando vuelvo a entrar en ese estado. El reto es mantenerlo en el día a día.
–También defiendes el poder sanador de la naturaleza. ¿En qué sentido?
La naturaleza tiene un poder increíble, porque nos ayuda a conectar, a fundirnos en ella. El mayor mal de hoy en día, precisamente, es que vivimos totalmente desconectados, de nosotros mismos y de la corriente de la vida. La naturaleza tiene una frecuencia muy alta, que eleva la nuestra y nos permite entrar en un estado meditativo sin esfuerzo. La naturaleza nos habla, pero tenemos que estar dispuestos a escuchar. Sería maravilloso que en las consultas de los médicos recetaran el deporte, el yoga y la naturaleza, sobre todo en casos de ansiedad y depresión. Solo si aprendemos a usar nuestros recursos podremos dejar de depender y tomar la responsabilidad de nuestra vida. Si cavamos debajo de la superficie accedemos a una guía interna que todos tenemos, más o menos olvidada, y que conoce todas las respuestas. La naturaleza nos ayuda a conectar con esa guía, con nuestras sabiduría, con el alma, y con ese lado intuitivo de nosotros que tanto nos esforzamos en enterrar. Nos trae al presente.
–¿Crees que el yoga está hecho para todo el mundo?
Sí. Así lo creo. Todos podemos beneficiarnos del yoga, da igual la edad y la condición física.
–¿Qué tipo de yoga sería el más adecuado para, por ejemplo, una persona que tiene mucho estrés?
Mi profesora de Ashtanga en Los Ángeles me decía que, para mantener una postura de meditación sin molestias ni dolores durante un tiempo más o menos prolongado, había que preparar antes el cuerpo, liberarlo de las tensiones acumuladas en el día a día, a través una práctica dinámica. Yo siempre he sido muy deportista y necesito una práctica vigorosa (lo cual no quiere decir rápida) para soltar y calmar el sistema nervioso. Me gusta sentir hasta el último músculo, estirarme, encontrar mis límites… por eso he acabado creando mis propias secuencias, porque así es como lo consigo. Después de fluir con la respiración y el movimiento siento que se han generado espacios nuevos, en mi cuerpo y en mi mente. Veo los problemas bajo otra perspectiva, ya no son tan grandes, relativizo las cosas.
–¿Y qué le recomendarías a alguien que desea tonificar su cuerpo?
Sin duda un estilo dinámico, como el Power, el Vinyasa o el Ashtanga.
–¿Cuántos días a la semana como mínimo deberíamos practicar yoga para notar sus beneficios?
Depende de las circunstancias de cada uno. Los beneficios están ahí, aunque practiques un solo día, pero yo diría que se puede empezar con dos o tres días a la semana, siendo constante. También se pueden hacer prácticas más cortas pero realizarlas más a menudo.
–Hay posturas, como el sirsasana (mantenerse sobre la cabeza), que nos producen miedo. ¿Algún consejo para superarlo?
Ese miedo es común a mucha gente en las posturas invertidas, y es normal. Si lo piensas, en ese tipo de posturas damos la vuelta a nuestro mundo tal y como lo conocemos… Dejamos de pisar la tierra firme con los pies para hacerlo con la cabeza, las manos o los antebrazos. Las raíces se invierten. Nos costó mucho tiempo, esfuerzo y caídas aprender a estar de pie cuando aprendimos a andar de niños, así que es normal que las inversiones cuesten. Debemos tener paciencia, porque es algo totalmente nuevo para el cuerpo. Caer, nos vamos a caer, pero a eso también se aprende.
Dicho esto, cuando pierdes el miedo entras en una zona de experimentación que es muy enriquecedora y divertida. El yoga te ayuda a vencer muchos miedos. Recomendaría, antes de entrar en cualquier inversión, entender bien la postura. Veo a mucha gente hacer sirsasana con el cuello torcido o los hombros colapsados por el peso del cuerpo, o con los codos tan separados entre sí que toda la presión se concreta en la cabeza. Las posturas se van construyendo y, si se ejecutan de cualquier manera, corremos el riesgo de que los innumerables beneficios de las inversiones pasen a ser una fuente de dolor, molestia o posible lesión. Si te duele el cuello, por ejemplo, no es buena señal. Mi consejo es aprender con un profesor que te enseñe a subir con seguridad, tener paciencia, usar la pared como apoyo…
–¿Crees que la práctica de yoga, además de fortalecer el cuerpo, fortalece la autoestima?
Sí. El yoga es un encuentro con uno mismo, un tiempo que te dedicas a ti, durante el cual dejas de mirar hacia fuera para prestar atención a lo que pasa dentro, para escucharte. Cuanto más a fondo te conoces, más te entiendes y te aceptas. En la práctica descubres muchas cosas sobre ti, entiendes mejor tus fortalezas y tus vulnerabilidades, y eso te da seguridad. Es como desnudar el alma, dejar al descubierto quién eres sin máscaras ni pretensiones. Cuando sé quién soy, no me dejo influenciar, entiendo cómo funciono, lo que quiero, y voy pisando más fuerte por vida. Cuidarte es quererte, y cuando te quieres la autoestima no puede estar baja. La autoestima es el motor más potente que existe.
–En tu libro explicas que no eliges lo que comes en función de si engorda o no, sino en si te da energía o te la quita. ¿Qué alimentos son los que a ti te proporcionan más energía?
La fruta y los vegetales. Cuanto más crudos, más energía tengo. Fue algo que descubrí por casualidad hace años cuando viví en Brasil y todos los recursos que tenía a mano eran frutas tropicales y una huerta. Investigué y decidí probar con una dieta crudivegana. Me sentí increíblemente bien desde el principio, así que seguí los tres meses que duró mi estancia. Frutas, ensaladas, jugos verdes, batidos de fruta…. Mi energía estaba a niveles que no conocía antes, dormía mejor, hacía más ejercicio, mi mente estaba más clara… Sentía cómo me iba limpiando por dentro. Diría que es el efecto opuesto a lo que me produce comer harinas, cereales, carne, azúcar, etcétera. Ahora no como exactamente igual a cuando vivía en Brasil, pero intento que esta forma de alimentarme represente un 70% 0 un 80% de mi dieta.
–También defiendes la importancia de soltar, de dejar ir. ¿Cuál es tu truco para lograrlo?
Soltar es difícil, a mí al menos me lo parece. La vida me obligó a aprender la lección a la fuerza, de la manera más dura. Fue cuando realmente entendí que nada nos pertenece, ni siquiera este cuerpo que un día también acabaremos soltando. La vida es pasajera, todo viene y va. Si aprendemos a vivir cada momento como viene y como lo que es, una experiencia para disfrutar, aprender y exprimir, sin apegos, sin adueñarnos de las cosas, de las personas o de los momentos, como si fueran trofeos, entenderemos la vida como el regalo que es. Si nos agarramos con uñas y dientes a lo que tanto miedo nos da a soltar, corremos el peligro de no tener manos para abrazar lo que está por llegar, ni voz para pedir lo que el alma no deja de gritar.
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