Valorar la relación en función de la cantidad de relaciones sexuales que se tengan es un error./ Foto: Emily in Paris.
CUERPO
Esta es la frecuencia con la que debes tener sexo con tu pareja, según los expertos
Si valoras tu vida sexual por la cantidad, puedes caer en la trampa de esperar estar a la altura de lo que hacen los demás.
Por María Corisco
22 DE ENERO DE 2024 / 16:46
¿Recuerdas la película Annie Hall? En una de sus secuencias, los protagonistas -Woody Allen y Diane Keaton- se encuentran en consulta con sus respectivos psicoterapeutas, que les preguntan por separado con qué frecuencia hacen el amor. El marido responde, con tono desanimado, “Buff, poquísimo, sólo tres veces a la semana”. La esposa, en cambio, responde: “Una barbaridad, ¡tres veces a la semana!”.
Familiar, ¿verdad? Con esta pequeña broma, y en apenas cuatro frases, Woody Allen describe magistralmente cómo una realidad objetiva, el número de veces que se hace el amor, puede percibirse de formas muy diferentes y convertirse incluso en un quebradero de cabeza para la pareja.
Hacerlo poco, mucho o lo normal es un asunto subjetivo y en él están involucrados un montón de factores, que empiezan por cuánto deseamos y con qué frecuencia. Pero, más allá del deseo, hay toda una madeja en torno a lo que imaginamos que es, o debe ser, la frecuencia ideal.
Cuánto sexo hay que tener a la semana
Como explica la sexóloga Almudena Ferrer, creadora de Bread & Sex, “cuando la gente valora sus relaciones sexuales, lo hace en función de dos parámetros: la calidad y la cantidad. Al hablar de cantidad, generalmente se piensa en el número de relaciones que se supone que debería tener, y ahí es donde está la trampa, en las expectativas: porque hay muchas estadísticas, pero, realmente, no tenemos claro cuánto sexo se tiene”.
Estas estadísticas, que periódicamente saltan a los titulares nos hablan, por norma general, de una media de una o dos veces a la semana. “Y es importante que ahí entendamos el sexo como una relación con penetración. Valoramos el sexo por la cantidad y de acuerdo con lo que pensamos que hacen los demás, no con lo que desearíamos, y eso es un problema”, señala Ferrer. Y añade que “hemos creado una cultura que pretende representar la sexualidad de cada cual en casa, y en el fondo sabemos poco de eso. El problema con la cantidad tiene que ver con la expectativa”.
En esa expectativa social y cultural también se mantienen determinados clichés. Volviendo al ejemplo de «Annie Hall», “sigue habiendo la idea generalizada de que los hombres siempre quieren tener más sexo, pero no siempre es así. Y hay una presión hacia ellos, hacia la percepción de que ellos deben siempre estar dispuestos”.
¿Qué podemos hacer?
Para evitar que caigamos en la trampa de valorar nuestra vida sexual por la frecuencia, Almudena Ferrer apunta que es interesante hacer “un trabajo personal. En él, lo primero es que cada uno de nosotros nos paremos a pensar qué entendemos por tener sexo. ¿Debe haber coito? ¿Debe haber intimidad? Tener sexo puede significar muchas cosas, no limitarse necesariamente a una relación con penetración”.
A partir de ahí, la siguiente pregunta es la de cuántas veces realmente nos apetecería tener sexo. “Esta parte es muy interesante, porque tiene que ver con cómo entendemos la sexualidad dentro de un contexto amplio de bienestar. Miramos la salud como algo holístico y la sexualidad está ahí integrada”.
Pero, con esto, no se resuelven todos los problemas. ¿Qué sucede cuando, en una pareja, uno de los dos miembros tiene más deseo de mantener relaciones sexuales que el otro? ¿Cómo se pueden ajustar expectativas y deseos?
En este sentido, Almudena Ferrer recuerda que, antes, “se trabajaba en consulta y se pactaba un punto intermedio para acercar ambas partes. Pero nos hemos dado cuenta de que es un punto en el que los dos están hacen un esfuerzo y ninguno de los dos está contento. A partir de ahí, ahora se trabaja más para que cada uno entienda y conozca mejor cómo funciona su sexualidad y decida qué camino quiere emprender”.
No resulta sencillo de llevar a la práctica, reconoce la experta: “Es cierto que, dicho así, es un poco abstracto, pero hablamos de una sexualidad amplia en la que, a lo mejor, estarás con ganas de tener una mayor frecuencia si te sientes seguro de lo que vas a hacer. A lo mejor deseas un masaje, o caricias, sin necesidad de llegar al coito. Se empieza a tener ‘sexo pequeñito’, a tener una intimidad, a dar o recibir placer, ampliando la visión de la sexualidad y ahí tienes una mayor capacidad de poder jugar haciendo lo que apetece. Y la gente me dice que ahora no solo tiene más sexo sino de mucha más calidad”.
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