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Adelgazar
Estancarse en la pérdida de peso puede ser frustrante, pero también puede suponer una oportunidad de aprendizaje y mejora de tus hábitos.
Por Diana Torres
19 DE SEPTIEMBRE DE 2021 / 06:14
Una vez que has decidido comenzar una dieta y llevar a cabo una vida saludable, probablemente comiences a tener más en cuenta los números que aparecen en la báscula. Unas cifras que, en gran parte de ocasiones, nada tienen que ver con la evolución que está experimentando tu cuerpo y que pueden dar lugar a error.
Estancarse en la pérdida de peso puede llegar a ser de lo más frustrante pero, ¿sabes realmente por qué te está ocurriendo? Estos pequeños parones en tu evolución no tienen por qué ser negativos, ya que también pueden ser oportunidades de aprendizaje que te lleven a mejorar tus hábitos cotidianos.
Si alguien sabe mucho de esto es Marcos Vázquez, que en su blog ‘Fitness Revolucionario’ nos ha dado diez causas frecuentes por las que no pierdes peso, con sus correspondientes ideas para superar estos baches:
El peso no es una variante estable. Día tras día, el resultado de la báscula puede ir cambiando dependiendo de la hidratación, del contenido del estómago, de la retención de líquidos, del glucógeno o del ciclo menstrual, entre otros muchos factores.
Por ello, es probable que si te pesas una vez por semana creas erróneamente que no ha habido ningún cambio en tu cuerpo. Es mejor llevar un seguimiento más continuo y pesarnos a diario para calcular el peso medio de la semana y obtener así el progreso real.
De hecho, los datos de la báscula también dependen del ejercicio que estés haciendo en ese momento. Si estás entrenando fuerza, ganarás masa muscular y estarás quemando grasa aunque la pérdida de peso total sea menor.
La mayoría de personas tienden a subestimar las calorías que ingieren, especialmente las que padecen sobrepeso. Nos engañamos con facilidad y esto puede acarrearnos grandes problemas de salud o estancamiento si estás intentando adelgazar.
Dentro de los errores de cálculo más frecuentes están:
Tanto importan las calorías como su origen. Por ello, se recomienda tomar alimentos frescos y que estén poco procesados, ya que son más saciantes, su digestión requiere más energía y son más densos nutricionalmente.
Las dietas ricas en proteína mejoran la composición corporal, ya que aumentan la saciedad, elevan la termogénesis y minimizan la pérdida muscular.
No cabe duda de que es mucho más fácil seguir la dieta durante la semana que cuando llegan los fines de semana. Es normal que haya días en los que tomemos más calorías, pero si elevamos notablemente el consumo de alcohol y ultraprocesados echaremos por la borda el trabajo realizado durante los días de diario.
El déficit de sueño perjudica notablemente el metabolismo, ya que nos hace perder sensibilidad a la insulina, reduce hormonas anabólicas y eleva el hambre. Por si fuera poco, también nos volvemos más impulsivos y nos cuesta controlar el apetito.
Si tienes mucha grasa que perder, tendrás que pasar meses en déficit calórico. Una amenaza para tu cuerpo que hace que se ralentice el metabolismo y se reduzca el gasto energético. Esto puede hacer que perder peso se vuelva una tarea cada vez más difícil, y seguir bajando calorías tan solo empeoraría el problema.
Para evitarlo, tendrás que empezar a incluir recargas o semanas enteras de descanso en las que vuelvas a tus calorías de mantenimiento.
Perder peso tan solo con dieta es posible, aunque no es la opción más recomendable. Probablemente hayas oído que la dieta y el ejercicio se complementan a la perfección, y es totalmente cierto, ya que perder peso únicamente guiándonos por la alimentación hace que el recorte de calorías cada vez sea más complicado y aumente el apetito y la frustración.
Aunque no hagas entrenamientos muy costosos, llevar a cabo una vida sedentaria sin realizar ningún movimiento de baja intensidad también puede determinar si pierdes grasa o te estancas definitivamente.
Nuestras bacterias influyen en una gran parte de procesos metabólicos, muchos de ellos relacionados con la regulación del peso. Estas también tienen mucho que ver con tu apetencia por unos alimentos u otros, con la cantidad de calorías que absorbes con la comida, con la producción de butirato o con el nivel de inflamación.
Todos los medicamentos tienen efectos secundarios, entre los que puede estar la ganancia de peso. Si tomas ciertos antidepresivos, glucocorticoides o betabloqueantes te será mucho más difícil perder peso.
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