NO TE PIERDAS Ni muchos pasos ni ingredientes rebuscados: así hay que cuidar la piel sana en el día a día

Un gesto tan simple como cambiar las botellas de plástico por las de cristal o aluminio limita la exposición a disruptores. Freepik.

SALUD HORMONAL

De la sartén de teflón a la botella de plástico: por qué deberías despedirte de estos disruptores endocrinos en menopausia

Estas sustancias, que la ciencia sigue identificando en muchos productos de nuestro día a día, pueden adelantar el fin de la regla o agravar algunos síntomas de esta etapa. Limitar la exposición es clave.

Por Cristina Martín Frutos

25 DE MAYO DE 2025 / 08:00

Si alguien te dice que tu sartén favorita tiene mucha culpa de que sufras unos sofocos insoportables pueden darse dos escenarios. Pensar que te están tomando el pelo o sentir el impulso incontrolable de renovar todo el menaje de la cocina. Lo más sensato pasa por no caer en ninguno de ambos extremos. Pero lo cierto es que los disruptores endocrinos -presentes en esa sartén y en muchos otros objetos cotidianos- existen. Es más, la ciencia avala que esas sustancias tienen también su efecto al hablar de perimenopausia y menopausia.

«Se trata de compuestos químicos, con diferentes acciones, que son capaces de comportarse como una hormona natural del ser humano, imitándola o bloqueándola. A la larga, al bioacumularse en el organismo por la exposición a esas sustancias, pueden provocar alteraciones en el sistema endocrino», define Adonina Tardón, investigadora de la Universidad Nebrija. Es decir, la exposición extendida en el tiempo lleva a provocar desequilibrios en el sistema hormonal, provocando problemas de desarrollo cognitivo, endometriosis, alteraciones en la menopausia e, incluso, relacionándose con casos de cáncer de mama. Y, como recuerda Tardón, existe una clara evidencia científica.

El problema, como señala la experta en Epidemiología, Medicina Preventiva y Salud Pública, es que hasta 2001, con el Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes, apenas se sabía del tema. «Es la primera vez que el mundo es consciente de que las sustancias químicas, que podían ser tan maravillosas, tenían una cara mucho menos amable». Además del desconocimiento, los disruptores endocrinos se encuentran casi en todas partes. «Están presentes en nuestro entorno cotidiano más de lo que imaginamos y, además, sus efectos son acumulativos», corrobora Marta León, ingeniera química especializada en alimentación y salud hormonal femenina y miembro de la Comunidad de Womanhood.

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En envases de alimentos, antiadherentes de sartenes y cacerolas, botellas de agua, pesticidas, ambientadores, productos de limpieza, incluso algunos cosméticos… Pensemos que se conocen cerca de 11 millones de sustancias químicas en todo el mundo, de las que 13.000 se producen en grandes cantidades. Pero se sospecha que existen muchas más y ni siquiera conocemos sus usos. En el citado tratado de Estocolmo, se fijó la meta de restringir el uso -hasta eliminarlo- de 21 sustancias especialmente peligrosas para la salud y el medio ambiente. Sin embargo, un informe de la Organización Mundial de la Salud, de 2012, identificó hasta 800 componentes sospechosos de provocar disrupciones en nuestras hormonas.

«Aunque no podemos vivir en una burbuja, sí que tenemos la opción de tomar decisiones más conscientes para minimizar nuestra exposición«, señala León, autora de El equilibrio perfecto (Ed. Lunwerg Editores). Por eso es tan importante revisar nuestro entorno, especialmente en momentos críticos, hormonalmente hablando, como la perimenopausia y la menopausia. La bioquímica afirma que ya existen estudios que relacionan los disruptores endocrinos con una menopausia más temprana. «Ya que interfieren con la función ovárica, acelerando el agotamiento folicular y, por tanto, adelantando el final natural de la etapa fértil», detalla.

Pero, como coinciden en advertir las expertas consultadas, la influencia de estos contaminantes no se queda ahí. «Durante el climaterio, nuestro sistema hormonal entra en una transición delicada, y la presencia acumulada de estas sustancias en el cuerpo puede agravar muchos de los síntomas típicos: sofocos más intensos, alteraciones en el sueño, sequedad vaginal o incluso cambios más marcados en el estado de ánimo», insiste la ingeniera.

A la hora de almacenar comida, sin duda hay que apostar por recipientes de cristal. FOTO: Pexels.

Si bien estos compuestos, en principio, no diferencian entre hombres y mujeres a la hora de provocar alteraciones, se ha visto que la mujer es más vulnerable a su acción. El primer motivo, señala León, es la composición corporal femenina. «Los disruptores endocrinos tienen afinidad por los lípidos, lo que significa que tienden a acumularse en el tejido graso. Las mujeres, por naturaleza, tenemos un mayor porcentaje de grasa corporal que los hombres. Eso hace que el organismo femenino los retenga con más facilidad y durante más tiempo».

La segunda razón tiene un tinte más social. Ellas presentan más niveles de exposición ya que -al menos hasta ahora- usan más productos de cuidado personal y limpieza que ellos, muchos de los cuales pueden contener ingredientes sospechosos de tener efectos disruptores sobre el sistema hormonal. Adonina Tardón lo ejemplifica con el aumento de casos de menarquia (primera menstruación) precoz entre niñas usuarias de cierto tipo de cosmética. De hecho, en Estados Unidos se han identificado ya varias sustancias (algunas presentes en cremas, perfumes etc) que pueden asociarse a una pubertad temprana.

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A la hora de reducir la exposición a estas sustancias no se trata de sumergirse en el mundo de la quimiofobia, pero la investigadora de la Universidad Nebrija recuerda que cambiar algunos hábitos es de suma importancia. Tardón recomienda empezar por despedirse de los plásticos, para, entre otras cosas, evitar los bisfenoles. «Reducirlos a cuando no queda otra opción», insiste. Esto pasa, en sus palabras, por decir adiós a los tápers, vajillas y botellas de plástico (se pueden sustituir por cristal, acero inoxidable o silicona) y mucho menos emplearlos con comida caliente; comprar productos de proximidad, ecológicos (sin pesticidas) y a granel; evitar antiadherentes, como el teflón, y separar la basura. Con respecto la cosmética, llama a la calma. En Europa la regulación está atenta y el uso de compuestos como ftalatos, parabenos o triclosán está limitado; por eso hay que huir de lo que no lleve sello CE», aconseja.

También se han tomado cartas en el asunto al hablar de benzofenonas, muy frecuentes en los fotoprotectores. En cualquier caso, existe la opción de huir de ellos totalmente y apostar por marcas que prioricen la salud hormonal femenina. Además, Marta León añade al listado ventilar la casa a diario y revisar los productos de limpieza. «Los más simples, como vinagre, bicarbonato o jabón natural,  suelen ser también los más respetuosos. Por último, concluye, «reducir la carga tóxica, especialmente en perimenopausia y menopausia, no es ninguna obsesión… Es una forma de autocuidado profundo«.