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La constante búsqueda de placer rápido no es inocente: detrás de ella hay un protagonista silencioso que lo alimenta todo. Foto: Anthony Dalesandro / Pexels

MENTE

Adicción a la dopamina: cómo reducir la dependencia que tienes a la satisfacción instantánea

La dopamina no es placer, es expectativa. Y cuando todo a tu alrededor la dispara, el cerebro se acostumbra... y te exige más y más.

Por María Corisco

23 DE JULIO DE 2025 / 07:30

¿Te has dado cuenta de lo fácil que es hoy satisfacer cualquier impulso? En cuanto sientes un atisbo de aburrimiento, incomodidad o ansiedad, tienes a tu alcance miles de formas de anestesiar esa sensación: puedes abrir una app, hacer scroll durante horas, pedir comida a domicilio (aunque no tengas hambre), poner tu playlist favorita, empezar una nueva serie o comprarte algo que no necesitas.

Estás rodeado de estímulos diseñados para ofrecer gratificación inmediata, sin apenas esfuerzo, y lo aceptas como normal. Pero esta constante búsqueda de placer rápido no es inocente: detrás de ella hay un protagonista silencioso que lo alimenta todo. Se trata de la dopamina, una sustancia natural que produce tu cerebro y que tiene un papel fundamental en el sistema de recompensa.

  • Es la que te impulsa a actuar, la que anticipa el placer antes de que llegue, y la que te motiva a repetir aquello que te hace sentir bien.
  • No es mala en sí misma: de hecho, sin dopamina no podrías tener metas, aprender ni disfrutar. El problema aparece cuando abusas de los estímulos que la disparan, como las redes, el azúcar, el consumo compulsivo o el entretenimiento sin pausa.
  • Poco a poco, ese circuito de recompensa puede volverse más exigente y menos sensible, empujándote a necesitar más para sentir lo mismo.

Entonces, sin darte cuenta, puede que no estés simplemente disfrutando… sino dependiendo. ¿Te has parado a pensar si tú también podrías estar enganchado a la dopamina?

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¿Eres adicto a la dopamina?

Lo primero que debes saber es que no puedes ser adicto a la dopamina como tal. Tu cerebro la necesita para funcionar: interviene en la motivación, en el aprendizaje por recompensa, en el movimiento e incluso en cómo experimentas la novedad. No es una droga externa, sino una sustancia que tú produces y que es esencial para tu supervivencia.

Sin embargo, sí puedes volverte dependiente de las actividades que la activan en exceso. Es decir, no eres adicto a la dopamina, sino a los estímulos hiperdopaminérgicos que te rodean: redes sociales, comida ultraprocesada, pornografía, compras compulsivas, videojuegos o series diseñadas para que no dejes de ver un capítulo tras otro.

Ahí es donde entra en escena la psiquiatra estadounidense Anna Lembke, una de las voces más influyentes en este tema gracias a su libro Dopamine Nation (Ed. Dutton).

La teoría de la balanza hedonista de Lembke

Según Lembke, vivimos en un entorno donde «el acceso al placer es tan inmediato y abundante que tu cerebro no tiene tiempo para autorregularse». Ella lo explica con una metáfora sencilla pero poderosa: la balanza del placer y el dolor.

Cuando haces algo placentero —como ver una serie o comer chocolate— esa balanza se inclina hacia el lado del placer. Pero tu cerebro, que busca mantener el equilibrio, genera una respuesta opuesta: una bajada de dopamina que produce malestar. Es como un pequeño síndrome de abstinencia que aparece justo después del subidón. «Cada vez que experimentas placer, se produce un pequeño impulso igual y opuesto de dolor», dice Lembke.

Si repites ese estímulo muchas veces al día, la balanza se queda atascada en el lado del malestar. Y eso hace que necesites más estimulación para volver a sentir algo. En otras palabras: te vuelves menos sensible al placer natural y más dependiente de los estímulos intensos.

¿Cómo te afecta en la vida diaria?

Piensa en esto:

  • ¿Cuántas veces revisas el móvil sin motivo?
  • ¿Notas ansiedad si no estás conectado?
  • ¿Comes por impulso aunque no tengas hambre?
  • ¿Te cuesta concentrarte si no hay una recompensa inmediata?

Son señales de que tu sistema de recompensa está sobreestimulado. Te acostumbras a pequeñas dosis de placer constante… y luego la realidad cotidiana, que no siempre es emocionante, te resulta vacía o aburrida. Es un bucle difícil de romper si no lo haces consciente.

¿Qué puedes hacer? El ayuno de dopamina

Anna Lembke propone una estrategia radical pero eficaz: lo que ella llama «ayuno de dopamina». Ojo, no se trata de eliminar la dopamina de tu cuerpo —eso sería imposible— sino de «reducir o pausar temporalmente los estímulos que la disparan constantemente».

Puedes empezar así:

  • Elige un hábito del que dependas demasiado (por ejemplo, redes sociales, azúcar o videojuegos).
  • Páusalo durante 7 a 30 días. No será fácil, pero es parte del proceso.
  • Observa lo que sientes: aburrimiento, incomodidad, ansiedad… todo eso es normal.
  • Sustituye el estímulo por algo menos intenso pero constructivo: leer, caminar, meditar, escribir, tener una charla real.

Lembke sugiere incluso incluir pequeñas dosis de «dolor saludable» en tu rutina: una ducha fría, hacer ejercicio o no mirar el móvil durante el desayuno. Son formas de reentrenar tu sistema de recompensa para que recupere su sensibilidad natural.

¿Y qué dice la ciencia?

Aunque el enfoque de Lembke ha calado hondo, especialmente en terapia y divulgación, algunos científicos lo consideran demasiado simplificado. Señalan que:

  • La dopamina no es la única sustancia que regula el placer.
  • Su función es más compleja que simplemente «darte subidones».
  • No hay una evidencia sólida de que estos ayunos de dopamina tengan efectos duraderos en todos los casos.

Aun así, muchos coinciden en que es una metáfora útil para explicar el malestar que sientes cuando estás sobreestimulado. Ayuda a que pongas nombre a lo que te ocurre y a que empieces a tomar decisiones conscientes para recuperar el control.

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Recupera el placer más sencillo

Después de unos días sin gratificación inmediata, algo curioso ocurre: empiezas a disfrutar de lo básico. Un paseo te calma. Una conversación te llena. Un libro te atrapa. Te das cuenta de que no necesitas tanto estímulo para sentirte bien. Solo necesitabas espacio para que tu sistema nervioso se reajuste.

No se trata de vivir sin placer, sino de salir del modo automático, reconectar con lo que de verdad te aporta bienestar y romper la adicción al clic fácil. Recuerda que la dopamina no es tu enemiga, y tú no eres adicto a ella. Pero sí puedes haber creado una relación poco sana con los estímulos que la disparan constantemente. El primer paso es darte cuenta. El segundo, darle a tu cerebro la oportunidad de descansar. Y el tercero, reconectar con formas más lentas, más reales y más sostenibles de satisfacción.

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