
El problema de los duelos invisibles no es que no existan, es que nadie te da permiso para llorarlos. FOTO: Cottonbro / Pexels
No pidas permiso para sentir
Duelo invisible: cómo dar voz al dolor cuando lo que se pierde no tiene misa ni funeral
No hay flores ni pésame, pero duele igual. Así se vive el duelo invisible de las pérdidas que nadie sabe reconocer.
Por María Corisco
3 DE SEPTIEMBRE DE 2025 / 14:00
No todos los duelos tienen un reconocimiento social. A veces pierdes algo profundo sin darte cuenta: el desvanecimiento de una amistad sin despedida, aquel proyecto que nunca arrancó, esa sensación de que ya no encajas o has dejado de ser útil. No hay funeral, ni aplauso final. Ni un cierre creativo que te permita honrar el vacío. Pero duele, y normalmente en silencio, porque tu entorno no sabe ver esas pérdidas aparentemente pequeñas. En esas zonas oscuras habita el llamado “duelo invisible”.
Pauline Boss y la pérdida ambigua
La psicoterapeuta Pauline Boss, profesora de Ciencias Sociales de la Familia en la Universidad de Minesota, acuñó el término ambiguous loss o pérdida ambigua para referirse a “una pérdida que permanece sin resolución, congelando el proceso de duelo porque no hay claridad sobre lo que se perdió ni ritual que lo valide”.


Su enfoque inicial estaba pensado para situaciones extremas: cuando una persona desaparece sin certeza sobre su muerte, o cuando alguien está físicamente presente pero emocionalmente inaccesible (como en la demencia o algunos trastornos psiquiátricos).
La frustración del duelo que no se ve
Boss amplió después el concepto: también hay pérdidas sutiles o invisibles, que no siempre reciben un reconocimiento social claro. No hay muerte, no hay entierro, pero sí vacío. Una amistad que se desdibuja sin un adiós, un proyecto nunca se concreta, una identidad que se resquebraja… El duelo se instala en un limbo que no te deja avanzar.
Lo más inquietante, a juicio de Boss, es esa tensión constante entre la esperanza y la tristeza: vivir atrapado en un dolor sin cierre. Su propuesta es abandonar la obsesión con la palabra «cierre» (un ideal ilusorio) y aprender a vivir con la incertidumbre. Como quien tiene que aceptar un vecino molesto que no piensa mudarse.
El dolor deslegitimado socialmente
A esto se suma otro matiz: el llamado disenfranchised grief o duelo deslegitimado. Si tuentorno no reconoce tu pérdida, puedes cuestionarte si el problema eres tu: demasiado sensible, exagerado, melodramático. Ese silencio social añade capas de vergüenza, culpa e aislamiento. Como si encima de doler, hubiera que pedir perdón por sentir.
Heather Stang y el mapa de las pérdidas invisibles
Heather Stang, experta en psicología clínica y gestión del duelo, recoge todo esto en su libro Navigating Loss. Aafirma que las pérdidas invisibles son mucho más comunes de lo que creemos, aunque a menudo ni siquiera las reconocemos nosotros mismos. Y apunta varias claves:
- El duelo no convencional también cuenta. «El duelo no se limita a la muerte; puede surgir de cualquier experiencia de pérdida significativa que afecte nuestro sentido de estabilidad y bienestar emocional, aunque no tenga un ritual social que lo valide».
- El impacto emocional es real. «Las pérdidas invisibles pueden ser profundamente dolorosas porque no reciben reconocimiento ni apoyo social, lo que puede hacer que el proceso de duelo se sienta solitario e invalidado».
- Hacerles espacio es imprescindible. «Permitirnos sentir y nombrar estas pérdidas es fundamental para procesarlas. Reconocerlas abre la puerta a la sanación y a reconstruir nuestra narrativa personal».
- Proyectos, roles, relaciones… «Perder un proyecto profesional, una identidad social o una amistad puede desencadenar emociones comparables al duelo por la muerte, aunque a menudo estas experiencias no se aborden como tal».
Cómo dar voz a un duelo invisible
Stang propone prácticas que ayudan a dar forma a lo que no se ve: journaling, yoga somático, meditación, expresión creativa o rituales simbólicos que ofrezcan un espacio de cierre simbólico al cuerpo y la mente.
- Nombra y valida la pérdida. Reconocer el duelo –aunque sientas que no merece existir– es el primer acto de autocuidado. Decir: “Me duele que esa amistad ya no exista” o “me entristece que ese sueño no se hizo realidad” es poderoso. Como señala Boss, aceptar la ambigüedad no es un fracaso personal, sino un acto de lucidez y un paso para sanar.
- Crea rituales personales. Si la sociedad no ofrece una despedida, regálatela tu. Escribe una carta de cierre, quema un papel que represente esa pérdida o planta una semilla simbólica. Estos rituales te permiten integrar la tristeza y hacerla legítima, incluso si solo la compartes contigo o con alguien de confianza.
- Exprésalo de forma creativa. Un dibujo, un poema o una conversación imaginaria con lo perdido. Stang asegura que la creatividad da cuerpo al dolor y lo valida sin necesidad de público.
- Busca validación segura. Compartir con alguien que te escuche sin juzgar puede marcar la diferencia. Un amigo íntimo, un grupo de apoyo o un profesional especializado en duelos no reconocidos. Porque el espejo social, aunque pequeño, es necesario.
Reconstruir la narrativa
Para Pauline Boss la clave no es cerrar, sino reinterpretar. Convertir la herida en aprendizaje. Cambiar la historia para no quedar encajado en el papel de víctima, sino en el de alguien que, pese a la pérdida, sigue escribiendo.
El duelo sin calendario ni punto final
El duelo invisible no tiene fecha de caducidad. No desaparece porque sí. La propuesta de Boss es sencilla en apariencia (aunque no tanto en la práctica): aceptar que avanzar no implica olvidar, sino integrar. Y entender que la resiliencia no es borrón y cuenta nueva, sino aprender a vivir con lo que no cambia. Porque algunas ausencias no se superan. Simplemente aprendes a vivir con ellas sin que te roben todas las sábanas.
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