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NO TE PIERDAS Pensar cosas raras tiene nombre: egodistonía

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tres chicas pensativas hablando sobre pensamientos que no quieren tener

A veces ni los pensamientos más incómodos son un error: solo una parte más de lo que somos. FOTO: Pexels/ ©Alexander Mass.

Curiosidades de nuestra mente

¿Por qué pienso cosas que no quiero pensar?

La egodistonía explica esos pensamientos raros o incómodos que no reconoces como tuyos. No es locura, es parte de cómo funciona la mente

Por Paka Díaz

24 DE OCTUBRE DE 2025 / 16:56

Por mucho que la cultura del autocontrol nos empuje a pensar en positivo, todos experimentamos, en algún momento, pensamientos o emociones que nos resultan incómodos, extraños o inaceptables. A veces, esas ideas parecen no venir de nosotros mismos, sino irrumpir sin permiso. Se trata de ruido mental. En psicología se denomina egodistonía, o pensamientos que no queremos pensar y que pueden influir en nuestra salud mental, nuestra autoestima y nuestras relaciones.

«El término egodistónico describe pensamientos, impulsos o conductas que una persona percibe como ajenos o incompatibles con su identidad o sistema de valores», explica el psicólogo Alberto Valle, experto en Terapia de Aceptación y Compromiso, y autor de programas de bienestar emocional. «En cambio, lo egosintónico es todo aquello que sentimos coherente con lo que somos. Es aquello que ‘va con nosotros’ y refuerza nuestra sensación de identidad», matiza.

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¿Y usted qué hace en mi cabeza?

Una persona perfeccionista que planifica todo al milímetro y está orgullosa de ello. «Puede sentir la necesidad irracional de revisar diez veces si ha cerrado la puerta. Pero si lo vive como algo absurdo y ajeno, está experimentando egodistonía», resume Valle. La mente se convierte en un campo de batalla. Vivir con pensamientos o conductas egodistónicas puede generar una lucha interna constante. «Es como tener un invitado incómodo en tu cabeza», describe Valle. «Son esos pensamientos que están ahí, pero no los reconoces como tuyos. Y el dolor surge precisamente del conflicto que te producen».

Según estudios recientes de la American Psychological Association (APA), los pensamientos intrusivos, una manifestación habitual de la egodistonía, afectan al 94 % de la población en algún momento de su vida. Sin embargo, cuando se interpretan como peligrosos o vergonzosos, pueden derivar en ansiedad, culpa o evitación. «Imagina tener un pensamiento que sientes como tu enemigo interno», señala Valle. Te preguntas ¿y si esto significa algo de mí?, o ¿por qué no puedo dejar de pensar en esto? «Ese diálogo interno erosiona la autoestima, alimenta la culpa y genera un malestar persistente», advierte el terapeuta.

La resistencia a la duda abre la puerta al intruso

La aparición de experiencias egodistónicas no se debe a un único factor. «Es una mezcla de predisposición personal y contexto», aclara el experto. Entre las causas más comunes cita la vulnerabilidad genética, alteraciones neuroquímicas, rasgos de personalidad como la alta autoexigencia o la baja tolerancia a la incertidumbre, y normas sociales rígidas que dictan cómo deberíamos ser.

«El entorno también actúa como detonante», señala Valle. «Cuando crecemos en contextos donde se premia el control y se castiga la duda o la contradicción, aprendemos a rechazar cualquier pensamiento que no encaje con esa versión ideal de nosotros mismos».

Todos tenemos pensamientos que no queremos pensar en algún momento

No es necesario tener un trastorno psicológico para vivir experiencias egodistónicas. «Nos pasa a todos, aunque no siempre lo reconozcamos», dice Valle. Por ejemplo, una persona que se muerde las uñas y odia hacerlo, alguien que siente atracción fuera de su pareja y se castiga por ello, o quien fantasea con cambiar de vida y se culpa por traicionar lo que tiene… «En todos esos casos hay conflicto entre lo que se siente y lo que se considera aceptable», alerta.

Los síntomas suelen incluir culpa, rumiación mental, autocrítica constante, sensación de incoherencia y, en algunos casos, dificultad para concentrarse. «El problema no es tener pensamientos raros», subraya Valle, sino «callarlos, esconderlos y dejar que crezcan en la sombra».

Autoconocimiento como antídoto

El autoconocimiento y la educación emocional son, para el experto, los mejores antídotos. «Cuanto más te conoces, antes detectas lo que no encaja. Y cuanto más lenguaje emocional tienes, menos miedo da pedir ayuda», asegura.

Reconocer la egodistonía a tiempo puede prevenir trastornos de ansiedad, depresión o conductas obsesivas. «La clave está en observar sin juzgar y aceptar que no todo lo que pasa por tu mente define quién eres. Un pensamiento no es una confesión. Es solo una nube que pasa», recalca el profesional.

Sí, también tú tienes contradicciones (y no pasa nada)

Valle insiste en que el alivio llega cuando se deja de luchar. «Cuando conseguimos reconocer estos pensamientos con bondad y sin miedo, su poder se diluye. Con el tiempo, o desaparecen, o aparecen de forma esporádica y debilitada», asegura.

Vivir en coherencia no significa eliminar toda disonancia interna, sino aprender a convivir con ella. «Ser humano implica contradicción. Lo importante no es eliminar lo que no encaja, sino integrarlo con compasión. Solo así dejamos de vivir en guerra con nosotros mismos», recalca Valle.

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Y ahora, a reconciliarte con tu mente

La buena noticia es que la egodistonía o tener pensamientos que no queremos pensar no es una condena, sino una señal. «No se trata de borrar pensamientos, sino de cambiar la relación con ellos», explica Valle. Para ello, señala las herramientas principales que ofrece la psicología moderna son la Terapia cognitivo-conductual (TCC). Esta ayuda a cuestionar los pensamientos automáticos y a comprender que una idea no equivale a una verdad.

También recomienda la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT). «Cuanto más luchamos contra un pensamiento, más fuerza le damos», afirma el psicólogo. Aprender a observarlo sin juzgarlo ni alimentarlo es el primer paso para debilitarlo. Por otra parte señala que son muy útiles el Mindfulness, para centrarse en el presente y no quedar atrapado en la mente. Y la psicoeducación, «para entender qué es normal y qué no, lo que ayuda a reducir la culpa y la ansiedad», concluye.

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