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NO TE PIERDAS Septiembre nos cabrea y razones no faltan

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Mujer conduciendo con pañuelo colorido como forma de combatir el estrés postvacacional

El volante como frontera: de la playa al atasco en un solo día, con la paciencia aún de vacaciones. Foto: Ksenia Kartasheva / Pexels

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Manual de primeros auxilios para el cabreo de septiembre

Septiembre es el mes que concentra más quejas, enfados y bajones emocionales. Consejos de experta para no amargarse

Por María Corisco

15 DE SEPTIEMBRE DE 2025 / 14:00

Hay un momento en que el verano se esfuma sin previo aviso. Un día estás con los pies en la arena, calculando si pedir o no otro helado y al siguiente estás atrapado en un atasco, con la bandeja de correo echando humo y la alarma sonando demasiado pronto. Ese golpe de realidad tiene nombre: septiembre, el mes del mal humor. Y, aunque a veces lo quieras adornar como ‘nuevo comienzo’, lo cierto es que este mes también saca a relucir lo peor de ti: irritabilidad, pérdida de paciencia y enfados que aparecen a la mínima chispa. O, lo que es lo mismo, estrés postvacacional.

«Nuestros niveles de enfado crecen en septiembre. Cuando la calma del verano se acaba, la paciencia también». Es el resumen que hace la coach y experta en gestión de la ira Sonia Díaz Rois, que añade que «la vuelta no es solo un cambio de calendario, sino un choque emocional. En vacaciones recuperas la sensación de mando sobre tu tiempo: eres tú quien decide cuándo parar, qué hacer y con quién. Pero, al regresar, el timón cambia de manos: jefes, clientes, colegios, rutinas… De repente, parece que los demás organizan tu vida». Esa pérdida de autonomía –apunta la experta– es uno de los principales motores de la irritación.

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El choque entre lo que deseas y lo que vives

Durante el verano conectas con otra versión de ti. Descansas más, vuelves a hacer eso que tanto te gusta, tienes momentos de silencio o risas largas sin mirar el reloj. «Eso despierta deseos y anhelos: tal vez añores regalarte más tiempo para ti cada día, dar un giro vital o simplemente mantener la calma que tanto bien te ha hecho».

Pero septiembre no es un mes dado a darnos tregua. La transición es brusca: un día estás en chanclas y al siguiente ya tienes que responder a decenas de mensajes, lidiar con reuniones y preparar mochilas. «Ese choque entre lo que querrías vivir y lo que realmente toca vivir se traduce en tensión, irritabilidad y pérdida de paciencia». Para muchos, se traduce en estrés postvacacional.

Las vacaciones como punto de inflexión

El descanso también despierta preguntas incómodas. ¿Qué quieres mantener de lo vivido? ¿Qué ya no encaja en tu vida? Según Díaz Rois, «muchas veces las vacaciones intensifican lo que estaba pendiente. Puede que te des cuenta de que tu relación de pareja no funciona o de que tu trabajo te pesa demasiado. No es casualidad que septiembre sea el mes en que más divorcios se inician».

Los datos lo confirman: en 2024, el Instituto Nacional de Estadística registró en España un 8,2% más de divorcios y separaciones que el año anterior. Diversos informes apuntan que entre septiembre y octubre se concentran hasta el 45% de los procesos de separación. Una señal de que lo emocional no se queda en el plano personal: la falta de gestión del enfado puede terminar impactando en la vida familiar y social.

Expectativas poco realistas

Otro ingrediente que alimenta la irritación y el estrés postvacacional son las expectativas poco realistas. Quizá vuelvas con la idea de que el descanso del verano te ha dado energía para comerte el mundo. «Ya está, he cargado las pilas, ahora voy a ir como un cohete todo el año», piensas. «Pero la realidad es otra: la exigencia es inmediata, mientras que la adaptación es lenta. Esa brecha entre lo que imaginas y lo que encuentras alimenta la frustración».

Díaz Rois recomienda reservar al menos un par de días de transición al final de las vacaciones, «como cuando vuelves de un viaje largo y necesitas tiempo para aterrizar. Son días que permiten integrar lo vivido y no saltar de lleno a la exigencia. Y, sobre todo, invita a no caer en la trampa de creer que el descanso te convierte en un superhéroe: la energía es finita, y hay que cultivarla con gestos concretos de autocuidado».

Éramos pocos y llegó el caos

El mal humor en septiembre no surge solo de que no nos guste la oficina. Este mes infernal también trae consigo una serie de estresores extra que, sumados, hacen que tu paciencia esté en números rojos. La cuesta de septiembre, con los gastos acumulados, es uno de ellos. Los problemas logísticos de la vuelta al colegio o al trabajo son otro. Incluso algo tan aparentemente banal como hablar de las vacaciones con tu entorno puede ser un factor de malestar. Las comparaciones nunca son inocentes y pueden hacerte sentir que las tuyas no fueron «tan buenas» como las de los demás.

Todo esto se junta en un cóctel de estrés postvacacional que enciende el enfado. «Lo que rompe las relaciones no es enfadarse, sino guardar en silencio lo que molesta hasta que todo estalla de golpe», apunta Díaz Rois. De ahí que septiembre sea también el mes del famoso patrón de «me lo callo, me lo callo… hasta que exploto»… (o caigo en una depresión postvacacional).

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Cómo apaciguar a la fiera interior

La buena noticia es que hay formas de suavizar ese regreso sin dejar que la irritación domine. Aquí van algunas ideas prácticas:

  • Recuerda cómo te sentiste en vacaciones. Haz memoria de qué te hizo bien, qué descubriste sobre ti y qué momentos te dieron calma. Esa referencia puede ayudarte a no perder de vista lo importante.
  • Sé realista. No te exijas sostener el ritmo del verano en un entorno que no es el mismo. Acepta que la adaptación lleva tiempo.
  • Crea pequeños refugios de autonomía. Aunque la rutina pese, siempre puedes reservar espacios propios: salir a caminar, comer sin móvil, leer antes de dormir.
  • Habla antes de explotar. Expresar lo que te incomoda a tiempo evita que se acumule hasta convertirse en un estallido.
  • Cuida tu autocuidado. Dormir bien, alimentarte mejor y reservar tiempo para lo que disfrutas son tus mejores aliados contra la irritabilidad.
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