
Lo primero que hay que tener presente es que el rechazo no define nuestro valor. FOTO: escena Algo pasa en Las Vegas
MENTE
Por qué el rechazo daña tanto tu ego aunque no estés enamorado
El sentimiento de rechazo suele conectar con la sensación de no sentirse suficiente. Estas estrategias ayudan a gestionarlo.
Por Silvia Capafons
02 DE JUNIO DE 2025 / 07:30
El miedo al rechazo es una respuesta emocional que todos hemos experimentado en algún momento vital. Puede tener un origen sentimental, laboral, o social, y siempre toca una fibra sensible de nuestro cerebro que nos conecta con sensaciones negativas.
«Esto sucede porque, evolutivamente, la aceptación social ha sido clave para la supervivencia; estar fuera del grupo significaba vulnerabilidad. Por eso, cuando somos rechazados, nuestro cerebro lo percibe como una amenaza significativa», aclara Andrea Mora, psicóloga General Sanitaria.
Es habitual experimentar, en primer lugar y según la especialista, autoexigencia: no nos sentimos suficientes porque el hecho de que nos rechacen suele interpretarse como un juicio a nuestro valor personal (y nos lleva a creer que podríamos haberlo hecho mucho mejor), aunque en realidad, casi nunca lo es. También desencadena tristeza, ante la pérdida de la conexión; ira o frustración, por sentir que algo no es justo o por impotencia; vergüenza y culpa, al creer que hemos fallado o no cumplimos expectativas; y también un posible miedo al enfrentar un aislamiento.


La infancia no siempre es la causa
Suele decirse que la herida de rechazo viene de la infancia y es habitual cargar a los padres con la responsabilidad. Y aunque es así en muchos casos, no en todos. «Acostumbra a formarse en esa primera etapa y es importante revisar si hubo padres ausentes o críticos, ya que esto da lugar a una sensación de no ser valioso o digno de amor, pero también si se dieron experiencias de exclusión, por ejemplo en la escuela, con amigos o en otros entornos sociales», advierte Andrea Mora.
Después, de adultos, especialmente si no se ha gestionado la situación previamente, las experiencias posteriores, como las sentimentales o las laborales, pueden reabrir o crear esta herida. Uno de los motivos que más despiertan el miedo al rechazo son las relaciones de pareja. ¿Has oído hablar de la disonancia cognitiva? Queremos creer que somos dignos de amor y aceptación, pero el rechazo contradice esa creencia, y ante la negativa de alguien, se activa este fenómeno. Entonces decidimos resolver esta contradicción y es cuando, al intentar ganarnos la aprobación de quien nos rechaza, se produce el enganche emocional al que tantas veces va asociado el rechazo.
Además, esto puede intensificar la percepción del valor de la otra persona. «Sucede por el efecto de escasez: lo que no podemos tener, se vuelve más valioso. También puede conectar con inseguridades profundas y hacernos buscar reafirmación en la otra persona», dice la psicóloga. No digamos si la relación se ha vuelto intermitente: ese ahora sí, ahora no, o ese ni contigo, ni sin ti (por ejemplo, cuando no la otra persona no nos contesta a un mensaje o nos ignora), el cerebro lo interpreta como un refuerzo positivo, ya que se activa el sistema de recompensa y se segrega la famosa dopamina, una sustancia química relacionada con el placer y la satisfacción inmediata. «Cuantos más refuerzos positivos recibimos, más dopamina segregamos y más enganchados estamos», señala.
¿Amor o enganche?
Y en medio de esa situación adictiva, cabe preguntarse si cuando se produce rechazo, puede existir amor real por parte de la persona no correspondida. «Sí, se puede experimentar un sentimiento de amor hacia alguien que no nos corresponde; sin embargo, este tipo de amor puede derivar en dinámicas insanas si insistimos en forzar una relación o quedarnos en una posición de sufrimiento continuo. El amor real implica reciprocidad, respeto y crecimiento mutuo. Si estas condiciones no están presentes, el vínculo puede transformarse en una idealización o dependencia, más que en amor sano», aclara la psicóloga sanitaria.
Si algo te resuena al leer esto y dudas del trasfondo de tu relación, aquí tienes una pista: el dolor por rechazo suele estar ligado a la falta de reciprocidad, es decir, a sentir que damos más de lo que recibimos, a heridas personales que nos hacen cuestionarnos nuestro valor, y a la necesidad de ser elegido, quedando atrapados en la idea de porqué no sucede.
Si estamos enamorados de verdad, el dolor tiende a surgir por razones más relacionadas con una conexión rota, es decir, una relación que estaba funcionando y se pierde. O bien una situación de desamor mutuo, donde ambos sienten dolor porque algo que fue real ya no puede continuar. Para diferenciarlos, la experta invita a preguntarse: ¿mi dolor se relaciona más con mi herida personal o con la pérdida de una conexión significativa?
Hay señales que indican que tenemos una herida de rechazo: el miedo excesivo al abandono o la crítica, la dificultad para establecer límites por temor a desagradar, la idealización de personas que no nos valoran, la baja autoestima o exigencia extrema y la evitación de relaciones profundas por miedo a ser herido.
Consejos para gestionar el miedo al rechazo
Lo primero que hay que tener presente es que el rechazo no define nuestro valor; de hecho, es una experiencia universal que puede usarse como herramienta de crecimiento y autocomprensión. Además de acudir a un profesional, Andrea Mora aconseja trabajar las siguientes áreas:
- Explora tus emociones: escribe cómo te sientes y qué piensas tras un rechazo.
- Identifica patrones: descubre qué situaciones tienden a activar esa herida.
- Pon atención a tu autoestima y valora tus vulnerabilidades y virtudes: las afirmaciones positivas y las acciones que validen tu valor interno te pueden ayudar a reforzar.
- Despersonaliza el rechazo: muchas veces no tiene que ver contigo, sino con las circunstancias, el proceso o las prioridades del otro.
- Acepta el no como redirección: observa el rechazo como una oportunidad para que llegue algo mejor.
- Rodéate de personas que te valoren: cultiva relaciones que refuercen tu sentido de pertenencia.
- Establece límites: di no cuando algo no resuene contigo para aprender que el rechazo también puede ser sano cuando lo ejerces tú.
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