
Hay personas que pueden agotarnos emocionalmente. FOTO: fotograma Friends.
MENTE
Por qué te agota estar con ciertas personas y cómo poner límites sin sentirte culpable
Si la compañía de determinadas personas lejos de hacerte sentir bien, te deja por los suelos, lo más conveniente es que aprendas a protegerte de este tipo de relaciones.
Por Eva Carnero
30 DE JUNIO DE 2025 / 07:30
A veces no resulta fácil entender por qué en tan solo unos minutos tu vecino, tu amiga, tu compañero de trabajo, o tu cuñada son capaces de dejarte sin energía, prácticamente exhausto física y mentalmente, e incluso, emocionalmente. Sin embargo, averiguar las razones que explican este desgaste de cuerpo y mente es crucial, ya que es la condición necesaria para poder poner límites lo suficientemente fuertes para que nos protejan frente a esos ladrones de vitalidad.
Por qué esa persona te agota
El primer paso para ello sería identificar el tipo de individuos que te agotan. Su perfil suele responder a personas que «hablan solo de sí mismas, que viven en estado de crisis crónica, que no escuchan, que exigen sin pedir (o pidiendo) y/o que proyectan su malestar en los demás», resume Laura García Agustín, psicóloga clínica. Este modo de funcionar y de vincularse con los demás, hace que «se active en nosotros un esfuerzo constante de contención, de adaptación o de rescate», añade.


Según la experta, «se trata de personas con cargas emocionales mal gestionadas que proyectan en el otro una carga emocional muy intensa y que se relacionan desde la queja, el drama o la victimización. Y tú, sin darte cuenta, pasas a sostener, reparar o contener. De esta forma se activa tu sistema de alarma como si estuvieses en modo de rescate constante».
Ahí es donde reside el origen del desgaste, el cual se relaciona sobre todo con el desequilibrio relacional. «Tú siempre das más de lo que recibes. Ellos están en el centro. Tú orbitas. Por lo que se producen relaciones asimétricas que acaban dejando huella emocional. Su comunicación es ambigua o pasivo-agresiva. Nunca sabes del todo qué está pasando. Te hacen descifrar emociones que no te comunican exigiendo una dedicación constante por tu parte para garantizar su bienestar, por lo que la confusión emocional acaba provocando tu agotamiento».
La culpa como estrategia
Estas personas, debido a que tienen dificultades para autorregularse emocionalmente, «vuelcan en ti su ansiedad, su miedo, su vacío. Esperan que les sostengas siempre y sin condiciones. Tú pasas a ser su regulador emocional externo», apunta la psicóloga quien señala que, en ocasiones, presentan rasgos narcisistas o manipulativos.
Además, y esto es uno de los aspectos más relevantes, tratan de hacerte sentir culpable si no respondes como esperan, por lo que «ese vínculo desigual y abusivo empieza a erosionar tu autoestima y a drenar tu energía. Y así, de forma progresiva, casi sin darte cuenta, empiezas a funcionar solo para calmar al otro en lugar de acompañarlo o de compartir experiencias o emociones».
Te roban la energía sin darte cuenta
Este vaciamiento de energía no es inmediato, se produce poco a poco. De hecho, según la experta, pueden pasar algunos meses antes de que el desgaste se manifieste totalmente. La buena noticia que existen señales que avisan de lo que está pasando, y suelen ser muy claras. Estas son las principales para que puedas poner límites, según García Agustín:
- Te sientes muy cansada después de estar con esa persona. No es un cansancio físico normal, sino una fatiga psicológica y emocional. Notas tu mente pesada, densa, tu cuerpo está tenso o apagado, como si te hubieran ‘chupado la energía’. Pueden aparecer distintas molestias físicas u otros dolores difusos que no sabes bien a qué obedecen.
- Estás en un estado de alerta emocional constante. Antes de ver a esa persona, ya sientes ansiedad debido a pensamientos anticipatorios del tipo: ¿Cómo estará hoy? ¿Haré algo que le moleste? ¿Qué tema sensible tendré que esquivar? Esto es una señal de que has aprendido a vigilarte para evitar conflictos o demandas.
- Te cuesta poner límites o sientes culpa al hacerlo. Si cada vez que intentas poner límites aparece la culpa, el chantaje emocional o el miedo al conflicto, se desarrolla una dinámica tóxica o desequilibrada porque acabas sintiéndote mal por proteger tu espacio, tu vitalidad o tu energía.
- Tus necesidades son sistemáticamente ignoradas o minimizadas. Tú sostienes, acompañas, escuchas… pero cuando tú necesitas apoyo, la otra persona desaparece, cambia de tema o te invalida, por lo que percibes constantemente una asimetría emocional que te desgasta.
- Empiezas a dudar de ti misma. Una señal muy reveladora es cuando, tras pasar tiempo con esa persona, empiezas a cuestionarte continuamente: ¿Estaré exagerando? ¿Tendré yo la culpa? ¿Seré demasiado sensible? La duda constante sobre tu propia percepción es un síntoma de erosión emocional.
- Notas que reprimes tu auténtica forma de ser. Si filtras lo que dices, cómo lo dices o quién eres para evitar conflictos o juicios, has empezado a modificar tu identidad para sobrevivir en la relación.
- La relación te deja en bucle emocional. Si sales de cada encuentro con rumiaciones mentales, conflictos sin resolver, sensación de injusticia o diálogo interno negativo, estás pagando un coste mental que no deberías asumir. Puedes racionalizarlo, justificarlo o minimizarlo. Pero tu cuerpo lo sabe antes que tú. Si escuchas tu fatiga, tu tensión, tu desgana, tu dolor de cabeza o de estómago tras estar con alguien, acabarás por concluir que esa relación no es saludable para ti. Y es el momento de tomar medidas.
Empieza a poner límites
Partiendo de que en este tipo de relaciones la clave para mantener la salud mental en perfectas condiciones es establecer límites, y que si lo hacemos, aparecerá el sentimiento de culpa, la experta nos recuerda que «la culpa no es señal de que estés haciendo algo mal, sino de estás saliendo de un patrón en el que fuiste entrenada para priorizar al otro y eso te hace sentir rara. Romper esa lógica genera culpa… pero es una culpa que te lleva hacia tu autonomía, no hacia el daño».
Para lograr crear esas vallas protectoras hay que entrenarse. Y para ello, la experta aconseja empezar poniendo límites pequeños y cotidianos para acostumbrarse a ello. «Es difícil que alguien haga algo de repente que nunca ha hecho antes. Hay que comenzar por algo más pequeño y abordable. Por ejemplo, siguiendo el orden de estos consejos:
- No responder un mensaje inmediatamente.
- Decir que no a un plan que no te apetece.
- Corregir a alguien cuando te interrumpe.
- No justificarte por todo.
Una relación con condiciones
Más allá de la culpa y de los límites, si nos centramos en el otro lado de la relación, en el de las personas culpables del desgaste, lo cierto que, muchas de ellas, realmente no tienen intención de manipularnos o usarnos, simplemente, «no saben regularse, no han aprendido a convivir con su malestar sin volcarlo en los demás o están atrapadas en dinámicas de dependencia afectiva. En estos casos, los límites pueden reconducir la relación hacia algo más saludable… siempre que haya voluntad de cambio y conciencia del efecto que generan», asegura la psicóloga.
En este sentido, la experta identifica más casos en los que considera posible continuar con la relación:
- Si dejas de colocarte como terapeuta, madre, rescatadora o reguladora emocional de esa persona. Aprendes a estar desde la presencia, no desde la sobreentrega.
- Si los límites son firmes, sostenidos y coherentes. No basta con decir ‘necesito espacio’, si al día siguiente respondes como si nada. O con decir ‘esto me molesta’, si luego lo minimizas para que no se enfade. El límite tiene que estar hablado y sostenido en el tiempo.
- Al establecer un margen real de negociación emocional. Es decir, la otra persona escucha, lo acepta (aunque le cueste), y empieza a cambiar algunas dinámicas. No exige, no chantajea, no revienta tu límite. Quizá no lo entienda del todo… pero lo respeta. Una relación no tiene que ser perfecta (ninguna lo es) para ser viable, pero sí tiene que ser mínimamente respetuosa.
- En el caso de que aceptes que no es el tipo de vínculo que te nutre del todo. Aquí hay que ser honesto: hay relaciones que, incluso con límites, no nos dan lo que necesitamos. Pero si decides mantenerlas (por vínculo familiar, laboral o afectivo), has de hacerlo desde una expectativa realista y una implicación emocional dosificada. Te relacionas desde otro lugar, con otro rol y otras dosis.
Poner punto y final
De la lista anterior se deduce que hay casos (el resto) en los que no es posible ni aconsejable mantener el vínculo con estas personas. Así, estas son las situaciones en las que la psicóloga descartaría mantener la relación:
- Cuando la persona invalida o revienta sistemáticamente tus límites. Si cuando marcas tu línea, la otra persona te tacha de egoísta, te castiga con el silencio, se victimiza para hacerte retroceder, ignora o se burla de tu necesidad. Entonces, no hay negociación posible. No es agotamiento, es maltrato encubierto.
- Cuando, aunque pongas los límites oportunos, sigues sintiéndote culpable. Hay vínculos tan emocionalmente tóxicos o tan cargados que, aunque marques límites, tu cuerpo sigue en alerta, en defensa o en sobreesfuerzo. Si ese es el caso, no hay límite que lo compense.
- Cuando eres tú el que siempre tiene que adaptarse, contener, ceder y mantener el equilibrio, entonces no hay límite suficiente. Hay que tomar distancia, no solo marcar la frontera. Porque cuando el desequilibrio es estructural, el límite se convierte en una lucha agotadora.
Cuándo merece la pena, y cuándo no
Llegados a este punto, parece que no es sencillo saber si debemos esforzarnos en mantener una relación que nos desgasta o si es preferible ‘soltar lastre’. Para resolver la disyuntiva, la experta propone hacernos estas preguntas y contestarlas de forma honesta:
- ¿Esta persona respeta mis límites o se molesta con ellos?
- ¿Puedo sostener este vínculo sin perderme a mí mismo?
- ¿Qué me está costando emocionalmente mantener esta relación?
- ¿La energía que invierto me la devuelve… o me la roba?
Además, insiste en que «mantener una relación sin límites es perderse a uno mismo. Mantenerla con límites es intentarlo y si funciona, adelante. Pero si ni siquiera así funciona… es hora de soltar. Y muchas veces, es hora de pedir ayuda profesional para que nos ayude a alejarnos de esa relación. Porque hay vínculos que solo se sostienen a costa de que tú te apagues. Así que, si el precio del vínculo sigue siendo tu paz, no hay límite que lo compense».
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