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La psicóloga Patric Gagne.
SALUD MENTAL
En su libro "Sociopath", esta doctora en Psicología describe sus vivencias con este trastorno y defiende el derecho de los que son como ella a vivir una vida normal.
Por María Corisco
14 de mayo de 2024 / 08:00
“Siempre supe que era diferente… Lo que no sabía es que era una sociópata”. Con estas palabras, que dan comienzo al libro “Sociopath”, la doctora en Psicología y terapeuta Patric Gagne resume su vida. A ella le costó dos décadas saber quién era y por qué actuaba así, pero, desde hace años, utiliza su propia experiencia para ayudar a otras personas que son como ella y “sacar de la oscuridad a la sociopatía, que todavía está envuelta en conceptos erróneos dañinos”.
Efectivamente, oyes que una persona es una sociópata y un resorte te hace dar un brinco y apartarte de ella, aunque realmente no tengas claro en qué consiste el conocido clínicamente como trastorno de la personalidad antisocial. Puede que incluso lo confundas con la psicopatía, y desde luego te vendrán a la mente imágenes de desalmados protagonistas del “true crime”.
Pero Patric Gagne, en su infancia, no sabía nada de todo esto. “Solo sabía que no podía sentir lo mismo que los otros niños. No me sentía culpable cuando mentía, no sentía compasión cuando un compañero se hacía daño en el patio. En realidad, la mayor parte del tiempo no sentía nada, y no me gustaba la forma en que sentía esa “nada”. Y hacía cosas para reemplazar con algo ese vacío”.
Hacía “cosas”, como manipular, robar, mentir, entrar en casas ajenas, incluso agredir a los demás. Siendo niña, le clavó a un compañero un lápiz en la cabeza. Tenía arrebatos violentos para intentar compensar la apatía emocional.
“Creo que comencé a robar antes de aprender a hablar. Para cuando tenía 6 o 7 años, guardaba en mi armario una caja en mi llena de cosas robadas. Pero no era cleptómana: un cleptómano es una persona con el impulso irresistible de coger cosas que no le pertenecen. Yo sufría de un impulso diferente. Una compulsión generada por la incomodidad de la apatía, la casi indescriptible ausencia de emociones sociales comunes, como la vergüenza o la empatía”.
Siempre supo que había algo en su manera de ser que hacía que los demás se sintieran incómodos, que reaccionaran de manera extraña ante ella. Sospechaba que era porque no parecía sentir las cosas de la misma manera que los demás. Tenía sentimientos, por supuesto, pero parecía que nunca podía conectarse con ellos.
Hizo todo lo posible para fingir que era como todos los demás, pero la presión constante para adaptarse a una sociedad que sabía que rechazaba a cualquiera como ella era insoportable. Le llevó años de estudio y de terapias, incluso un doctorado en Psicología, lograr entender lo que le ocurría: poco después de la universidad, Patric tuvo la confirmación de lo que siempre había sospechado: era una sociópata.
«Le dijeron que no había tratamiento disponible, que no había esperanza de una vida normal. Se encontró perseguida por sociópatas de la cultura pop, locos y villanos malvados que son considerados monstruos», describe Bluebird, su editorial.
Pero no se rindió: quiso forjar un futuro más allá de su diagnóstico y dar a entender al mundo que “los sociópatas no somos malos ni estamos locos, simplemente, tenemos mayor dificultad con las emociones”, describe para The Wall Street Journal.
“Es un terrible error pensar que todos los sociópatas estamos condenados a vidas sin amor ni esperanza. La verdad es que comparto un tipo de personalidad con millones de otras personas, muchos de los cuales tienen buenos empleos, familias cariñosas y amigos cercanos. Representamos una realidad difícil de creer: no hay nada inherentemente inmoral en tener un acceso limitado a las emociones, y ofrezco aquí mi historia porque sé que no estoy sola”.
En su trabajo como terapeuta, su misión es ayudar a otros como ella. Escribió un artículo, “Modern Love”, en el que contaba su experiencia junto a su marido, «porque quería darle a personas como yo la oportunidad de verse a sí mismos en una relación normal y saludable. La respuesta fue abrumadora. Escuché a lectores, de todo el mundo, decir cosas como: «Pensé que estaba solo» y «Pensé que estaba loco».
«Muchos admitieron haber compartido el ensayo con amigos y familiares en un esfuerzo por ayudarlos a comprender. Después de eso, supe que quería compartir mi historia. Decidí concluir mi investigación en una memoria sobre cómo vivir con sociopatía en un esfuerzo por ayudar a educar , crear conciencia y, en última instancia, dar esperanza a los millones de personas que luchan contra este trastorno”, explica.
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