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Un sentimiento de culpa acompaña a las personalidades autodestructivas./ Unsplash.
PSICOLOGÍA
Puede resultar contradictorio, pero no todos buscan la felicidad. Algunos, aún sin darse cuenta, generan comportamientos dañinos que los arrastran a una espiral de sufrimiento e infelicidad.
Por Mónica Heras
25 de mayo de 2022 / 08:31
Una personalidad autodestructiva es capaz de encontrar muchas maneras de hacerse daño, desde autosabotearse o desarrollar algún Trastorno de la Conducta Alimenticia, buscar relaciones de pareja conflictivas, incluso de maltrato, hasta llegar a lesionarse a sí mismo.
Los motivos que llevan a alguien a actuar así son muchos. Más allá de las personas que sufren alguna enfermedad psiquiátrica y que aquí no abordaremos, te sorprenderá saber la cantidad de rasgos autodestructivos que cualquiera puede llegar a tener. Traumas emocionales no resueltos, unos padres negligentes durante la infancia, o una autoestima rota, pueden ser los detonantes para que, aún sin darnos cuenta, intentemos dañarnos.
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Quienes desarrollan hábitos perjudiciales para sí mismos es porque se sienten responsables y culpables de algo y su inconsciente cree que merecen ser castigados.
A menudo, cuando algo los ha herido profundamente, lo evitan desarrollando conductas autodestructivas, lo que sea que les cause el suficiente dolor para olvidar lo que verdaderamente subyace.
Intentan canalizar todo ese sufrimiento, la rabia, la tristeza, la incapacidad de comprender lo que sucedió, provocando situaciones dañinas, de esta manera sienten que ellos tienen el control de su sufrimiento.
Si lo piensas detenidamente, las adicciones son la forma más común de hacernos daño. Un alcohólico, pese a que es consciente de que el consumo de alcohol puede acarrearle consecuencias irreversibles para su salud, prefiere evadirse y seguir bebiendo hasta olvidarse de sus problemas.
A una persona autodestructiva le cuesta mucho comprometerse con las cosas, especialmente con aquello que le puede repercutir en un beneficio. Son capaces de perder grandes oportunidades por llegar tarde, o por no sentirse preparados para ello, cuando en realidad no es más que una forma de sabotearse.
También pueden ser demasiado indulgentes consigo mismos, lo que les obliga a permanecer en una zona de confort en donde adoptan una posición victimista y negativa. Suelen ser tremendamente derrotistas y tienen un autoconcepto muy pobre, siendo incapaces de reconocer jamás sus logros y puntos fuertes.
Por norma general, una persona autodestructiva no sabe defenderse, soporta con pasividad cualquier tipo de abuso, bien sea físico o psicológico. De igual forma, tampoco es capaz de alzar la voz ante las injusticias que pueda llegar a presenciar, ni a tomar ningún tipo de responsabilidad.
Otro rasgo muy característico es su dificultar para establecer relaciones de calidad. Probablemente no tengan amigos de largo tiempo y lo mismo les sucede con las parejas, les es muy difícil vincularse sanamente. Esto se debe a que son desconfiados y tienden a tener muchos cambios de humor. Podríamos decir que están a merced de altibajos emocionales.
Si conocen a alguien con quien parecen tener una buena relación, se sentirán fuera de lugar y llegarán a pensar que algo no va bien. También pueden ejercer algún tipo de maltrato, o ser posesivos, celosos u obsesivos.
Pese a que una personalidad autodestructiva necesitaría terapia psicológica, es muy difícil que lo acepten. Dada su incapacidad para gestionar emociones, así como para expresar sus sentimientos, no suelen reconocer que tienen un problema y rechazan cualquier intento de acercamiento por parte de sus seres queridos.
Dos de las emociones inconscientes que prevalecen en estas personalidades, son la culpa y la rabia y oscilan de la una a la otra constantemente, volviendo una y otra vez a tener conductas de riesgo. Lo primero es identificar de dónde vienen y desmontar la historia que llevan años contándose, demostrarles que no se merecen sufrir.
Existen terapias enfocadas a trabajar con los cambios de creencias. No solemos darnos cuenta de lo dañino que puede llegar a ser nuestro discurso interno. En estos casos, es fruto de una infancia difícil y conflictiva, sin una gestión emocional. Byron Katie es experta en confrontar creencias y tiene un método llamado ‘The Work’ que es maravilloso.
Finalmente, el proceso pasa porque la persona deje de sentirse una víctima y comience a tomar responsabilidad de su propia vida. Aunque en principio puede resultar difícil, eventualmente tendrá una sensación de poder que le hará sentir motivada y optimista, capaz de afrontar nuevos retos.
Incorporar nuevos hábitos con una supervisión cercana, también puede ser muy útil. Un entrenador personal, un nutricionista, un grupo de apoyo… lo que sea que cada quien necesite para demostrarse a sí mismo que puede cambiar y que cuidarse, merece la pena.
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