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En la película de ficción Memorias de una geisha se muestra la fuerza de las cortesanas. Pero en la época medieval, ellas superaron cualquier expectativa creando su propia escritura.
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En el medievo en Japón a las mujeres se les impedía aprender a escribir. Esta es la fascinante historia de cómo crearon su propia escritura.
Por Paka Díaz
18 de mayo de 2024 / 07:54
Algunas de las maravillosas películas de Akira Kurosawa sirven para sumergirse en el Japón medieval. Seguro que el gran director hubiera quedado fascinado por la historia que cuenta el libro Mano de mujer, de la artista y experta en caligrafía china y japonesa María Eugenia Manrique. En él narra la historia de las cortesanas japonesas en el medievo. Lejos de la imagen de sumisión que se les podría suponer, ellas, ante la imposibilidad de poder acceder a aprender a escribir, decidieron crear su propia escritura, el hiragana.
Con una gran tenacidad, lograron conseguir lo que se propusieron. Hoy, su creación es con la que se aprende japonés en las escuelas. Esta es su historia.
Entre los años 794 a 1185 –considerado el período Heian en la historia de Japón–, el aprendizaje de la escritura y la caligrafía estaban limitados a los miembros de la nobleza y la corte imperial. Tampoco las mujeres, todas ellas, podían aprender a escribir. Las cortesanas eran las que recibían una mayor educación. Pero se limitaba a temas relacionados con el hogar y algo de religión. Las más afortunadas lograban aprender a escribir su nombre y poco más.
En Mano de mujer, María Eugenia Manrique señala que se las consideraba “incapaces de escribir los caracteres chinos”. El kanji, aquel prototipo masculino de escritura, de hecho se llamaba otokode, es decir, mano de hombre.
Sin embargo, las mujeres no se resignaron a ello y crearon el hiragana, su propia escritura. Esta recibió el nombre de onnade, o mano de mujer. “Es la autóctona caligrafía japonesa, creada por las mujeres cuando se les impidió aprender los caracteres chinos”, explica la autora.
Ellas transformaron algunos caracteres chinos para crear un silabario fonético. “Por eso es más corto, tiene menos caracteres. En total son 46, mientras que los kanjis chinos son miles”, apunta la experta.
Además de ser muy útil y práctico, el hiragana posee una belleza única y fascinante. Como destaca Manrique “se puede percibir tanto en su forma, como en lo que representa: la respuesta a una negación».
«Cuando nos dicen no, siempre pensamos que es una frustración y no podremos hacerlo. Pero, en realidad, cuando nos niegan algo, siempre tenemos la posibilidad de hacerlo”, apunta la autora. Las cortesanas japonesas decidieron hacer real esa posibilidad.
El resultado fue una escritura que llamaba la atención de quienes la conocían. Pronto se hizo muy popular. “El primer libro publicado totalmente en hiragana lo escribió un hombre con el seudónimo de una mujer. Como hacía George Sand, pero a la inversa”, cuenta la escritora.
Además, subraya que “también las misivas de amor que se escribían entre los cortesanos, que eran cartas de amor secreto, tanto hombres como mujeres las escribían en hiragana”. Se trataba de la escritura perfecta para enamorados, ya que “el trazo es muy delicado y fluido. Su movimiento y su sensualidad logra a través del trazo expresar sentimientos íntimos y poéticos”, apunta la artista.
Aunque se suele tener una idea de las mujeres cortesanas japonesas como sumisas, la realidad no era exactamente así. Como señala Manrique, ya supone un fuerte acto de rebeldía transformar una negación en todo un modo de escritura. “Una vez que ellas crean el hiragana, eso les da una fuerza inmensa”, recalca, “se han convertido en creadoras de la única escritura autóctona japonesa”.
Cuando se crea el hiragana, comienza la producción literaria entre mujeres. “Algunas de las obras más relevantes de la literatura universal fueron escritas por mujeres japonesas de esa época”, señala la autora.
Por ejemplo, recuerda a Murasaki Shikibu, considerada la primera novelista del mundo, una mujer muy inteligente y creativa, que pertenecía a la nobleza japonesa y que escribió Genji Monogatari (La novela de Genji). “Dividida en dos tomos, y más de 2.000 páginas, con 795 sílabas del hiragana, es una obra maestra de la literatura universal, no solamente japonesa”, destaca Manrique. No sólo eso, sino que además se la considera la primera novela moderna del mundo, lo que da una idea muy clara de la importancia que tuvo el hiragana.
A día de hoy, el hiragana no ha perdido un ápice de su importancia. Más bien al contrario. Como explica Manrique, “al ser fonético, es mucho más sencillo. Por eso, los niños japoneses comienzan aprendiendo el hiragana. Y ya después aprenden los kanjis”. Cualquiera que decida aprender japonés, y obtener los numerosos beneficios que conlleva estudiar un nuevo idioma, comenzará, también, a leer y aprender lo que sería la parte escrita con el hiragana.
Pero, además, el hiragana se utiliza para los haikus, los breves y exquisitos poemas japoneses. “Viene a ser su escritura por su belleza y su delicadeza. Se realiza con el pincel y la tinta, dentro de lo que llamamos shodo, el arte de la caligrafía”, explica la experta. La escritura más bella y rebelde para la poesía más hermosa.
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