
“Solo quien aprende a soltar, puede realmente disfrutar.” —Ramiro Lacalle. Foto: Cottonbro / Pexels
El yoga también ayuda a querer
Menos apego, menos drama: manual rápido para querer sin miedo a perder
Necesitas que tu pareja te conteste al minuto, que tu amiga siempre tenga un rato o que tu hermana devuelva el jersey prestado. No es amor, es apego, y conviene aprender a soltarlo
Por Paka Díaz
11 DE SEPTIEMBRE DE 2025 / 07:30
Necesito que mi pareja esté siempre disponible para mí. Y que mi mejor amiga siempre saque un rato para charlar cuando tengo un problema. Y no puedo estar sin ese jersey que le presté a mi hermana para un viaje y que aún no me ha devuelto. La sociedad nos hace sentir necesidades siempre crecientes. Creemos necesitar y de ahí pasamos a apegarnos a las cosas materiales y de ahí, a las emocionales. Desde esa perspectiva, el desapego puede sonar a renuncia, a pérdida o a frialdad.
El yoga y la sabiduría oriental nos enseñan justo lo contrario: el desapego es libertad. «Solo quien ha aprendido a soltar, puede realmente disfrutar», asegura Ramiro Lacalle, pionero del yoga y la meditación en España.
Soltar lastre para ser más libre
Para liberarnos de todos esos ‘necesito’ lo primero es reconocer el apego y aprender a practicar su antídoto: el desapego, la generosidad y la lucidez. «El apego es aferramiento, dependencia. De ahí nace el miedo, la angustia. Cuanto más ego y egoísmo, más apego y servidumbre», afirma Ramiro Lacalle.
Esta dependencia emocional o material, en lugar de acercarnos al bienestar, nos hace prisioneros de nuestras propias carencias. «El apego incontrolado o excesivo conduce a la avidez, al miedo a la pérdida, a la inseguridad. Se convierte en una atadura», asegura el maestro.


Amar con desapego
Practicar el desapego no implica rechazar los placeres o afectos de la vida, sino aprender a relacionarnos con ellos sin esclavitud.
Una de las claves, según él, es entender la diferencia entre el amor auténtico y el apego. El amor deja espacio para la libertad, mientras que el apego nos atenaza por el miedo a perder. «Se puede amar profundamente sin apegarse, si uno se libera del egoísmo y la necesidad de controlar y poseer al otro. Eso es el desapego», apostilla.
Cómo saber si estamos atrapados por el apego
Hay varios signos que pueden servirnos de alerta para saber si estamos atrapados en el apego excesivo. «La avidez, el querer acumular, el más de lo mismo, el afán de poseer y dominar, la tendencia a manipular», señala Lacalle. Estas actitudes nos indican que no estamos en paz con lo que ya tenemos, que buscamos fuera una seguridad que solo puede surgir desde dentro.
Para contrarrestarlo, el profesor de yoga recomienda prácticas sencillas para incorporar a la vida diaria. La primera es la reflexión consciente: observar nuestras emociones y reacciones ante lo que queremos retener o controlar. «Solo si entendemos bien lo que es el apego, podremos empezar a adiestrarnos en el desapego», apunta.
Generosidad contra el apego
Otra técnica es ejercitar el acto de dar sin esperar nada a cambio. «El antídoto del apego es la generosidad», recuerda Lacalle. Dar tiempo, atención, ayuda, sin necesidad de recibir algo a cambio, es una forma directa de romper con la lógica del ego posesivo. Así, se empieza a cultivar una mente más abierta, menos dependiente, más libre.
Una tercera vía es entrenar la aceptación de la impermanencia. Nada permanece igual, nada es definitivo. Hay que aprender a poseer sin ser poseído por lo que uno posee, como dicen los grandes maestros orientales. «Poseer sin ser poseído es disfrutar de lo que tengo, sabiendo que puede cambiar. Que no me pertenece para siempre y que mi valor no depende de eso».
El desapego como actitud mental
El desapego no es una teoría abstracta, sino una actitud mental que se cultiva con constancia. «La meditación es una gran aliada. Te permite observar cómo funciona tu mente, cómo nace el deseo de aferrarse y cómo puedes soltarlo sin sentir que pierdes algo», dice. Meditar, aunque sea unos minutos al día, ayuda a cultivar la claridad necesaria para no dejarse arrastrar por las emociones reactivas. La libertad interior no se logra cuando todo está bajo control, sino cuando aprendemos a fluir sin resistencias.
A mayor ego, más apego. «Por el contrario, cuanto más desapego, más libertad. Y en esa libertad, uno puede vivir con mayor paz, con mayor compasión, con mayor dicha». No es un sacrificio, sino una elección consciente. No exige abandonar el mundo, sino dejar de aferrarse a él. Se trata de vivir con lo que tenemos, amando lo que llega y soltando lo que se va, sin que eso nos robe la paz.
Como recuerda Ramiro Lacalle, «la sabiduría no está en tener más, sino en necesitar menos. Solo así, podemos ser verdaderamente libres».
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