
La salud infantil también se disfraza de golosina. Lo difícil es distinguir dónde acaba el juego y empieza el marketing. Foto: Cottonbro / Pexels
Criar en tiempos de marketing
Padres bajo presión: el negocio de la culpa y los suplementos infantiles
Nos vendieron tranquilidad en forma de gominola. Y los padres, con tal de cuidar bien, acabamos comprando la culpa por duplicado
Por María Corisco
17 DE OCTUBRE DE 2025 / 17:00
Seguro que lo has visto: suplementos infantiles en forma de gominola para que no se resfríen, viales para que vayan como un cañón en los estudios o batidos de chocolate y proteínas para que tengan energía en el cole. La oferta de suplementos para niños crece cada año y la publicidad juega con una idea poderosa: que, si no los das, quizá no estés cuidando del todo bien a tu hijo. Pero… ¿y si todo esto fuera más marketing que medicina?
«Si un niño o adolescente sigue una dieta adecuada, como la mediterránea, no necesitará suplementos», responde sin dudar el doctor Luis Gutiérrez Serantes, médico de familia y colaborador de Marnys. Y cuando habla de dieta mediterránea no se refiere a recetas imposibles, ni a superalimentos. Hablamos de alimentos «de toda la vida: frutas, verduras, cereales, pescado, legumbres, lácteos y carne en su justa medida. Si eso está en el plato, no hace falta ningún refuerzo».


Cuando el niño le hace ascos a casi todo, ¿qué?
El problema, señala, surge cuando la alimentación no es la adecuada o no se realizan revisiones pediátricas que permitan detectar déficits. «En esos casos sí puede estar indicada la prescripción de suplementos para los niños. Pero, como su nombre indica, deben usarse solo cuando hay carencias. No sustituyen nunca a un buen plato de pescado, un trozo de carne o un bol de cereales».
La clave está en no confundir suplemento con alimento. «Un suplemento no tiene la función de nutrir en sí mismo, sino de cubrir un hueco cuando la dieta no llega», apunta. Por eso el consejo siempre debe pasar por la consulta: «Ante la duda, hay que preguntar al pediatra. Si las revisiones son correctas, los percentiles de peso y talla están bien y el niño crece con normalidad, no hay necesidad de añadir nada».
Una pastilla para cada cosa aunque no haga falta
El mercado, sin embargo, insiste en lo contrario. Basta darse una vuelta por cualquier farmacia, herbolario o incluso por los lineales de alimentación infantil para comprobar la avalancha de reclamos con todo tipo de promesas. Están los suplementos para niños que prometen energía extra, unas defensas a prueba de virus malévolos o vitaminas para no faltar al cole. El bombardeo es constante. Y una cosa es querer lo mejor para nuestros hijos, y otra apagar el sentido crítico. Ese Pepito Grillo que nos susurra que no todo lo que se anuncia responde a una necesidad médica.
En los pocos casos en los que un suplemento está indicado, hay que valorar la edad, el formato y la dosis. «Antes de los cuatro años rara vez están justificados», explica el doctor. A partir de ahí, se suelen presentar en jarabes, gotas o viales líquidos, evitando cápsulas y comprimidos. «La dosis es fundamental, y aquí aparece otro riesgo: creer que más es mejor. Tomar el doble de la dosis no multiplica el beneficio, sino el riesgo», advierte.
El niño no es un almacén de vitaminas
Más no siempre es más. Muchas veces, más es peor. El ejemplo más claro son las vitaminas liposolubles (A, D, E y K), que no se eliminan fácilmente del organismo y pueden acumularse hasta volverse tóxicas. «El hierro, si se toma sin control, también puede causar molestias digestivas».
Recalca que, aunque hablemos de productos que se venden sin receta, «no dejan de tener efectos secundarios si se usan mal. Por eso el control médico es clave. El suplemento adecuado, en la dosis correcta y en el momento justo puede ayudar. Lo contrario es exponerse a problemas innecesarios”.
Suplementos infantiles, sí, pero solo en casos puntuales
Frente a esa tentación de buscar la solución rápida en un bote, el doctor insiste en «los tres pilares básicos: alimentación equilibrada, ejercicio físico y revisiones periódicas con el pediatra. Eso es lo que realmente marca la diferencia en la salud infantil». ¿Significa esto que nunca tiene sentido un complemento? No exactamente. Hay situaciones concretas en las que pueden ser un apoyo.
Por ejemplo, apunta, «en épocas de alto contacto con virus, como el inicio del curso escolar, puede tener sentido un refuerzo puntual con suplementos infantiles naturales que no acumulan vitaminas en exceso, como la jalea real o el propóleo. Una vez más, siempre bajo consejo médico. También hay déficits alimentarios frecuentes en nuestra población que pueden justificar un extra, como la falta de pescado en la dieta, que puede suplirse con ácidos grasos omega 3. Son casos concretos, y el suplemento debe usarse como un apoyo temporal, no como algo de consumo rutinario», matiza.
Más pediatra y menos botes
Otro ejemplo, según el doctor, es el de la vitamina D. Aunque España disfruta de un buen número de horas de sol al año, los niveles de vitamina D en niños y adultos a menudo son bajos. «Con 10 o 15 minutos diarios de exposición solar en cara y piernas debería ser suficiente, pero en la práctica no siempre ocurre. Pasamos demasiado tiempo en interiores», apunta.
En definitiva, la regla es sencilla: dar suplementos infantiles solo cuando hay un motivo claro. Porque la publicidad puede hacerte sentir que siempre falta algo, pero en la mayoría de los niños sanos, con buena alimentación y revisiones al día, el mejor suplemento es un estilo de vida saludable. O como resume el doctor Gutiérrez Serantes: «No podemos delegar en un bote lo que se consigue con un buen plato de comida, un rato de juego al aire libre y una visita regular al pediatra».
- TEMAS
- VIDA SALUDABLE
WeLife hoy
Marta MasiDía menopausiaNeuroarquitecturaProteínasMarc MárquezSiguenos :)