
Cuando alguien te dice qué hacer puedes llegar a sentirte como en tu infancia, cuando todo el mundo te daba órdenes. FOTO: fotograma de Las Chicas Gilmore.
Mente
Controla tu ira: por qué te enfadas más cuando tus amigos te dicen lo que tienes que hacer
Cuando alguien te sugiere qué hacer o cómo actuar no necesariamente está cuestionando tu capacidad de decisión ni criticando tus acciones. No te enfades y valora si te conviene hacerle caso.
Por Marcos López
30 DE OCTUBRE DE 2024 / 13:14
Ha llegado el momento de que descanses y te relajes. Pero, cómo no, ahí viene alguien a pedirte que hagas algo. Ya sea tu jefe, un compañero, un amigo o tu pareja. Como si no fueras un adulto responsable y necesitaras que te indicaran qué hacer y cómo actuar, en cada momento. Y no suena como una petición. Más bien parece una orden. ¿Por qué todo el mundo es tan mandón? Por mucho que quieras, no puedes asentir y responder con una sonrisa. Estás de los nervios. Te subes por las paredes. Estás harto de que la gente a tu alrededor te diga lo que tienes que hacer.
Le ocurre a todo el mundo. A nadie le gusta ser mandado. Y si bien la respuesta a estas solicitudes, cuando no mandatos e intromisiones, varía según la persona, lo más común es el enfado. Además, los psicólogos le han puesto un nombre a la respuesta: reactancia.


Como explica Elena Jiménez, psicóloga clínica, «la reactancia es una respuesta de nuestro cerebro a aquellas situaciones en las que vemos amenazada nuestra libertad, como sucede cuando alguien nos sugiere, o directamente nos obliga, a hacer algo». Te contamos las razones por las que te tomas tan a mal que te digan qué hacer y cómo ponerle remedio.
Te sientes como un niño
Hace ya tiempo que dejaste atrás tu niñez. Pero, aunque seas adulto, que te manden tareas o te digan cómo comportarte hace que te retrotraigas a tu infancia. Una época en la que era completamente normal que todo el mundo se entrometiera en tu vida para darte órdenes. Y esa sensación provoca que, en ocasiones, vuelvas a comportarte como hacías entonces. Que tengas una rabieta y le grites al solicitante que te deje en paz y no te diga qué tienes que hacer.
Percibes que cuestionan tu capacidad de decisión
Una de las grandes ventajas de ser un adulto responsable es que siempre tomas tus propias decisiones. Lo que no parece ser así cuando alguien te indica qué hacer. Te sientes frustrado, impotente. Como si perdieras la capacidad de elegir cómo puedes, o no, actuar.
En estos casos, apunta Elena Jiménez, «es normal que la gente responda negándose a cumplir la petición como forma de reclamar, y afianzar, su poder. Incluso aunque el no cumplimiento de la sugerencia vaya en contra de sus propios intereses». ¿Tu pareja te ha dicho que tienes que hacer más ejercicio? Es por tu bien. Así que no te enfades y hazle caso.
Te roban el control de tu vida
La autonomía personal y la independencia son valores inherentes a todos los seres humanos. Todo el mundo necesita sentir que tiene el control sobre su vida y sobre sus elecciones. Y no únicamente en la etapa adulta: ya en sus primeros años, los niños reclaman (infructuosamente) hacer todo por sí solos, aumentando esta necesidad de independencia durante la adolescencia y la juventud temprana. Pero cuando alguien te dice qué es lo que tienes que hacer tienes la sensación de que estás siendo controlado y te enfadas. Te rebelas contra este acto que atenta a la naturaleza humana. Contra tu individualismo.
Sientes que critican lo que haces
Parece que te estuvieran corrigiendo. Dando a entender que lo que haces por ti mismo está mal, razón por la que es necesario que te digan cómo actuar correctamente. Como refiere la experta, «a todo el mundo nos gusta creer que lo que hacemos está bien, por lo que podemos entender como una crítica que nos digan qué hacer y cómo hacerlo». Así que tienes que parar los pies a los mandones. Más aún porque temes que, de hacerles caso, se animarán a seguir viniendo con más peticiones. Y cada vez mayores.
No te enfades
No importa que te guste o no. Siempre habrá alguien que venga a decirte lo que tienes que hacer. Y como no lo podrás impedir, es mejor ahorrarse el disgusto. Cambiar una respuesta tan emocional como la reactancia por una más racional. Sólo así evitarás enfadarte. Te contamos cómo conseguirlo:
- Tómate una pausa y respira. ¿El pesado de tu compañero vuelve a la carga? No te dejes llevar por las emociones. Analiza cómo te sientes y bríndale una respuesta más razonada.
- Aparca tu ego. Ni a ti, ni a nadie, le gusta que le cuestionen su libertad para proceder. Y aquí es cuando aflora el ego y toma las riendas. Lo que no siempre es bueno. Es demasiado emocional y no deja pensar con claridad. Algo que también ocurre con algunas de las sensaciones que te despiertan las solicitudes ajenas: vuelta a la infancia, pérdida de control… No son verdad. Así que no les hagas caso.
- Haz lo que te piden. Como concluye Elena Jiménez, «tienes que analizar la petición y valorar si lo mejor que puedes hacer es cumplir con lo pedido. Es por tu bien. Y en ningún caso estás cediendo el control sobre tu vida ni renunciando a tu capacidad de decidir».
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