
Agradecer cada comida, reír sin planearlo y dar sin esperar nada a cambio: la felicidad también se entrena. Foto: Lau Keith / Unsplash
pequeñas rutinas, grandes resultados
Felicidad al estilo coreano: tres hábitos que funcionan
Mirar cómo otros resuelven la vida puede ser más revelador que cualquier libro de autoayuda. Y Corea es mucho más que kimchi y K-Pop...
Por Paka Díaz
31 DE AGOSTO DE 2025 / 08:00
Mucho se habla de la filosofía de vida china o japonesa pero, ¿y de la coreana? De Corea del Sur conocemos sus geniales productos de belleza, esa maravilla musical que es el K-pop, sus planes de desarrollo urbano y su tecnología. Y por supuesto, el kimchi, tan bueno para la microbiota, y otras delicias gastronómicas. Pero, lo que sorprendió a la periodista y agente literaria norteamericana Barbara J. Zitwer en sus viajes al país por trabajo fue otra cosa: su sabiduría. Y sus hábitos para alcanzar la felicidad.
Pequeños detalles, grandes enseñanzas
Las lecciones de vida que aprendió allí muestran por qué es necesario agradecer cada comida y trabajar en equipo. También olvidar el egocentrismo de las redes sociales y cambiarlo por entrar en contacto con la naturaleza. No se trata de meditar horas, sino de sencillos gestos que marcan la diferencia. Sin olvidar la importancia de demostrar tu amor con pequeños actos de gentileza a las personas a las que ames. Hábitos que, además de felicidad, mejoran tus telómeros, marcadores de la longevidad.
No hace falta que te apuntes a un retiro espiritual de tres semanas; a veces basta con dar las gracias por tu sandwich.
La felicidad coreana tiene tres pilares
De la observación y charlas con personas de Corea del Sur, Zitwer comprendió que esa sabiduría se asienta en los pequeños detalles. Gracias a ellos, se consigue calma y alegría, lo más parecido a la felicidad. Y se cultiva a través de tres pilares: han, heung y jeong. Tres palabras coreanas que suenan complicadas, pero son más útiles que muchos post motivacionales que guardamos en Instagram.
Para hacerlos comprensibles al mundo, decidió escribir un libro que es una joya, El pequeño libro coreano de la felicidad: alegría, resiliencia y el arte de dar (Ed. Neko Books). Una breve guía que explica estos hábitos vitales que ayudan a fortalecer, conectar contigo y con el resto del mundo y sanar emocionalmente. «He escrito un libro para poder compartirlo con mis amigos y con los lectores. Para que puedan alcanzar la felicidad y la plenitud duraderas, al estilo coreano», afirma Zitwer.


Han, la fuerza que nace del dolor
El han, el primero de los pilares coreanos de la felicidad, es una emoción compleja. No tiene una traducción exacta, pero podría describirse como una mezcla de resiliencia, tristeza contenida y esperanza obstinada. Es la fuerza que emerge después del sufrimiento. No para hundirse en él, sino para convertirlo en empuje. Zitwer explica que han es «abrir el corazón al dolor, aceptarlo y transformarlo en gratitud». En Corea, el han se considera una especie de fuego emocional que, lejos de apagar, ilumina.
Tras siglos de guerras, ocupaciones y pobreza, el pueblo coreano aprendió a no ignorar el sufrimiento, sino a convivir con él con dignidad, encontrando belleza incluso en las heridas. Practicar han en nuestra vida implica dejar de resistirse a lo que duele y empezar a darle sentido. Agradecer un plato de comida, respirar profundamente después de una pérdida o simplemente reconocer que estamos vivos tras un día difícil, son formas de activar esa determinación silenciosa que no necesita grandilocuencia, solo conciencia. Dolor sí, lágrimas tal vez, pero también determinación.
Heung, la alegría de lo cotidiano
A diferencia del han, que tiene una densidad emocional, el heung es chispa. Es movimiento, vitalidad, placer espontáneo. Se expresa en la risa compartida, el baile sin motivo, una conversación sincera, una canción que conecta con el alma. El heung no es euforia ni positivismo vacío, sino una alegría emocionalmente inteligente: sabe cuándo aparecer y cómo equilibrar la tristeza sin negarla.
Zitwer lo define como «la entrega gozosa al presente». No se necesita una ocasión especial para practicarlo. En Corea, el heung aparece en los pequeños rituales del día: al escuchar música mientras se cocina, al improvisar una reunión entre amigos, al caminar sin rumbo fijo disfrutando del clima.
Incorporar heung en nuestra rutina es aprender a detener el piloto automático. Significa estar presentes, permitirnos sentir placer sin justificación y entender que la felicidad no es una meta lejana, sino un estado que se enciende cuando conectamos con nosotros mismos y los demás.
Jeong, dar sin esperar nada a cambio
Si el han es la raíz y el heung es la flor, el jeong es el lazo. Representa la conexión emocional profunda que se forma entre personas a través del cuidado, la empatía y los gestos desinteresados. No es afecto fugaz, sino un compromiso afectivo silencioso, casi espiritual.
Zitwer afirma que el jeong «teje comunidades sólidas», porque se expresa en lo cotidiano: en quien prepara comida para otro sin que se lo pidan, en quien se acuerda de un cumpleaños, en quien escucha sin juzgar. El jeong no busca reciprocidad inmediata. Da porque siente, no porque espera algo a cambio. En tiempos donde el individualismo y la hiperconectividad generan vínculos frágiles, el jeong es una medicina emocional. Nos recuerda que la felicidad no se construye solos, sino en red. Y que muchas veces, el verdadero bienestar se halla en dar más que en recibir.
Cómo practicar hábitos de felicidad coreanos sin complicarte la vida
Para cultivar han, o sea, la determinación, Zitwer recomienda agradecer conscientemente, por ejemplo, cada comida. Dar las gracias en general, algo que incluso mejora la memoria. Además, aceptar los momentos difíciles sin huir de ellos y valorar el dolor como una oportunidad de crecimiento interior. No es magia. Es práctica.
Para despertar el heung, la alegría, sugiere escuchar música cada mañana y caminar sin un rumbo fijo durante al menos media hora, solo por el placer de moverte. Otra opción es compartir una comida, una risa o un momento con alguien sin planearlo demasiado.
Y por último, para desarrollar el jeong, la generosidad, la escritora propone hacer un gesto amable sin que te lo pidan. Por ejemplo, mandar un mensaje, hacer un favor, o decir unas palabras de apoyo. También cocinar o cuidar de alguien como un acto silencioso de amor. O simplemente llamar a alguien, sin motivo especial, solo para saber cómo está. Con todo ello estarás ayudando a crecer en ti esos sabios hábitos coreanos que ayudan a alcanzar la felicidad.
La felicidad también se aprende
No hace falta viajar a Corea para inspirarse. Practicar los hábitos de observar, practicar y conectar con los demás, aunque sea a tu manera, es suficiente para incorporar un poco de esa sabiduría coreana al día a día. Porque la felicidad, al estilo coreano, es más práctica de lo que imaginas… y mucho más disfrutable.
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