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Ser amable con los demás y con uno mismo nos ayuda a estar más felices./ Imagen: Pexels.
Psicología
A todos nos encanta recibir un saludo y una sonrisa en el ascensor y, sin embargo, da la impresión de que ocurre cada vez menos. Craso error, ya que supone muchos beneficios e, incluso, alarga tu vida.
Por Paka Díaz
21 de abril de 2023 / 06:30
Aunque muchas veces señalamos y reconocemos la amabilidad de las personas, en realidad nos estamos refiriendo a su gentileza. La RAE viene en nuestra ayuda al explicar que, si bien algo amable es algo digno de ser amado, afable, complaciente y afectuoso, la gentileza es –además de gallardía, garbo y bizarría–, un síntoma claro de urbanidad y cortesía. Precisamente por eso, aunque no sólo, Daniel Lumera, referente de las ciencias del bienestar, y la doctora Immaculata De Vivo, epidemióloga de la Harvard Medical School, han llamado a su libro Biología de la gentileza (Diana). En él, realizan una absoluta oda de esta cualidad que nos hace más felices.
En este libro vienen a demostrar que las personas gentiles no sólo viven más tiempo, sino que lo hacen estando más sanas, ya que los comportamientos amables inciden de forma decisiva en el bienestar de nuestro cuerpo y además tiene un efecto espejo: más das, más se genera a tu alrededor. Por eso, Biología de la gentileza es un libro muy recomendable para que inspire incluso nuestra filosofía de vida.
El título del libro, en realidad, se refiere a un estudio de Immaculata De Vivo sobre la meditación en la Universidad de Harvard. La prueba consistía en monitorizar cada día la meditación del amor bondadoso que realizaban un grupo de mujeres. Tras cuatro años de investigación, demostraron que las participantes tenían los telómeros -unas estructuras de ADN ubicadas en los extremos de los cromosomas- mejor conservados. Y ese es uno de los principales biomarcadores de la longevidad.
“La investigación ha demostrado que la amabilidad es una medicina natural que afecta a la longevidad y la calidad de vida. En esencia, las personas más amables viven más y enferman menos”, explica Daniel Lumera. La profesora De Vivo le propuso hacer juntos un artículo científico sobre ello. Pero, al leer el material, Lumera tuvo claro que allí había mucho más. Casi contar un modo de vida.
“Vi que nos proporcionaba una posibilidad de hacer un libro de divulgación y no sólo hablar de la amabilidad, sino también de todos esos otros valores como la gratitud, el perdón, la felicidad. Estos también tienen un importante y sólido metaanálisis científico y pueden considerarse medicinas naturales para el bienestar, la salud y la calidad de vida”, explica Lumera.
Por eso, el libro supone “un encuentro entre ciencia y espiritualidad, entre ciencia y conciencia, y está dedicado a las ciencias del bienestar, de la calidad de vida, y a esos estilos de vida, esas estrategias que tienen un enorme impacto en nuestra felicidad y en nuestro bienestar”, explica el autor.
El origen de la palabra gentileza tiene su origen en la gens, una familia noble romana, no sólo biológica, explica Lumera: “Era un clan cuyos miembros tenían deberes precisos de cuidado, reciprocidad, amor, apoyo, empatía, los unos hacia los otros”.
El divulgador señala que en esta época tan agresiva, en la que se usa un lenguaje muy violento para señalar enemigos, competencia, culpables… “hablar de gentileza, de este sentimiento profundo que crea identidad a través de la capacidad de cuidar a los demás, es una provocación inevitable”. Pero recuerda que “la gentileza se convierte en una herramienta, no sólo en una medicina natural, sino también en una estrategia evolutiva ganadora y, por último, en una inversión en el propio bienestar y felicidad”.
De hecho, Lumera señala que la amabilidad y la compasión son la “estrategia evolutiva recompensada por la selección natural”. Pese a que siempre hemos pensado que competir, ser fuertes y más aptos que los demás era el motor de la evolución, él señala que «hemos malinterpretado el pensamiento de Darwin que decía: sobrevive el más apto y el que mejor se adapta al cambio. Es exactamente lo contrario. Los valores que crean reciprocidad, cooperación, interconexión, interdependencia son los que nos hacen estar mejor adaptados para sobrevivir y prosperar en esta tierra”.
Por eso, subraya que “la cooperación, la interconexión, la interdependencia son más importantes que la competencia. La estrategia ganadora son todos los valores puente que crean reciprocidad y cooperación, como la amabilidad, los que se ven favorecidos por la selección natural; por eso debemos cultivar el músculo de la gentileza”.
La pregunta surge sola, ¿somos amables y educados por naturaleza o tenemos que hacer un esfuerzo para serlo? El divulgador explica que “la gentileza, como el optimismo y el perdón, son rasgos genéticos que se heredan sólo en una pequeña parte. El optimismo, por ejemplo, sólo está determinado genéticamente en un 24%”. La buena noticia es que “la amabilidad es un músculo, y podemos entrenarlo cada día y fortalecerlo, mediante estrategias, pequeñas acciones con un alto impacto en la calidad de nuestras vidas. Eso supone una inversión en nuestra salud”.
Para empezar, Lumera sugiere “aplicar la gentileza con la comida, en la esfera del movimiento físico del cuerpo, en la práctica de la meditación, en el contacto con la naturaleza, en las relaciones y en nuestro acercamiento al arte y a la música”.
Los beneficios de ser gentiles en nuestra vida habitual son numerosos y ocurren en tres niveles. “El primero es intrapersonal, por lo que sin duda mejora nuestra relación con nosotros mismos. Además, nuestros genes se modifican, por lo que tenemos un impacto en la ralentización del proceso de envejecimiento y del proceso de inflamación, en el estado de ánimo, en las emociones primarias de ira, ansiedad, miedo, impotencia, resentimiento, y también en nuestra energía vital y bienestar”, explica Lumera.
La segunda dimensión sería la interpersonal. “La amabilidad afecta diariamente a la calidad de las relaciones con los demás, estableciendo relaciones menos conflictivas, disminuyendo los niveles de estrés y generando relaciones definitivamente más felices”, subraya el experto.
Por último, estaría la dimensión social y colectiva. “Es lo que la ciencia llama el efecto dominó, el efecto contagio. La amabilidad es contagiosa. No sólo consiste en hacer y recibir. También el simple hecho de ver un acto de amabilidad, estimula en nuestro cuerpo las mismas reacciones químicas que producen las hormonas relacionadas con el placer, el bienestar y la felicidad. Por lo tanto, podemos crear un efecto pandémico con la gentileza, un efecto contagio”, anima Lumera.
Le pedimos a Daniel Lumera algún ejercicio sencillo para hacer en casa con el que conectar con nuestra gentileza, con la compasión que llevamos en el interior. “Recomiendo realizar cada día cuatro actos de gentileza”, apunta para empezar a sentir los beneficios de la amabilidad.
Lo primero de todo es mirar hacia uno mismo. “Ser amable con uno mismo significa descubrir nuestras auténticas necesidades, respetar los propios ritmos, comprender las propias necesidades y vocaciones, seguir los propios talentos y, sobre todo, respetarse, cuidarse”, aclara Lumera. Además, advierte que “en una sociedad que tiene prisa y es muy estresante, a menudo nos anulamos en las relaciones y en el trabajo, y no respetamos nuestras verdaderas necesidades”.
El segundo acto se refiere a los demás. “Este acto de amabilidad se realiza hacia cualquier persona: las que amamos, las que nos son indiferentes y las que también son aparentemente enemigas. Y esta es la mejor inversión, como hemos visto, en nuestra salud”, señala el experto.
Cuidar a todos los seres que te rodean, ser amables con ellos es una forma de reconectar con la naturaleza y sentir sus beneficios. En palabras de Lumera, “un acto de gentileza hacia los animales y las plantas nos recuerda nuestra hermandad con todas las formas de vida”.
“Por último, un acto de gentileza hacia la naturaleza para respetar el lugar en el que vivimos”, anima a recordar.
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