
Si no te sientes con ganas de sonreír, no sonrías. Date espacio para asimilar el dolor y curar tus males. FOTO: Kampus/Pexels.
Di no a las sonrisas forzadas
Mostrar que estás mal no es regodearte en el dolor, ni ser un muermo, sino asumir tus emociones negativas sin culpa
No importa que las malas caras estén mal vistas en la sociedad. La inteligencia emocional no es pensar en positivo, sino permitirnos nuestras emociones negativas sin sentirnos culpables.
Por Marcos López
3 DE DICIEMBRE DE 2025 / 17:00
La vida no es siempre un camino de rosas. Por lo que además de momentos de inmensa felicidad, habrá otros en los que te sientas desdichada. Que puedas verte abrumada por la tristeza, la rabia o el dolor. Unas emociones negativas que no debes ignorar o correrás el riesgo de que te sigan acompañando durante mucho, demasiado, tiempo. Y nada de, como tanto te machacan en tu entorno, lucir una gran sonrisa y hacer como si no pasara nada. Que nadie te diga cómo te tienes que sentir. O lo que es lo mismo, que no puedas permitirte ninguna emoción que no sea positiva.
Pensar en positivo nunca ha sido el remedio para recuperarte tras una situación que te ha afectado emocionalmente. De hecho, explica Eva Murillo, especialista en Psicología y fundadora y directora del centro de inteligencia emocional Ekilibrat-e, «recomendar pensar en positivo como receta universal para sanar puede ser uno de los consejos más tóxicos que se pueden dar. Porque cuando intentas forzarte a sonreír mientras por dentro estás triste, rota o agotada, el mensaje que te mandas es muy duro: lo que siento no está bien, debería estar mejor, o algo falla en mí».
La verdadera madurez es permitirte sentirte mal
Es cierto que este a mal tiempo, buena cara que te recomiendan tus allegados no tiene ninguna mala intención. Pero es contraproducente. Lo de tienes que pensar en positivo, como alerta la especialista en Psicología, «no sólo no ayuda, sino que aumenta la culpa, la presión y, a veces, hasta la sensación de soledad emocional. El dolor no desaparece por cubrirlo con frases bonitas».
Obligarse a pensar en positivo en cualquier situación, sobre todo en aquellas en las que vienen mal dadas, no es para nada una demostración de inteligencia emocional. Tampoco de madurez. Por el contrario, «la verdadera inteligencia emocional no consiste en fingir que todo va bien, ni en maquillarlo todo con optimismo. La inteligencia emocional real es tener la valentía de ser honesta contigo misma: reconocer tus emociones, incluso las que duelen, y darles un espacio para existir».
Recuerda: como incide Eva Murillo, «sólo lo que se reconoce se puede cuidar, acompañar y sanar. Y eso sí es madurez: poder decir estoy mal sin sentirte débil por hacerlo».
Un problema (muy) arraigado en la sociedad
Pero en la sociedad actual no están bien vistas las malas caras. De ahí que las redes sociales rebosen de instantáneas de absoluta felicidad. Como si todo el mundo disfrutara de una vida perfecta. Y salvo contadas ocasiones, por mucha empatía que nos hayan demostrado las personas que nos rodean, escondemos aquellas situaciones que nos hacen sentir menos dichosos, cuando no directamente infelices. Como si nos avergonzaran. Como si no estuviéramos a la altura de lo que los demás esperan de nosotros.
Y aquí tenemos un gran problema: la norma social es tener que pensar en positivo. Básicamente porque, como apunta la experta, «las emociones negativas incomodan. Tanto a quien las siente como a quienes están alrededor. Muchas veces, cuando alguien te dice venga, piensa en positivo, no lo hace por maldad, sino porque sencillamente no sabe cómo acompañarte en lo que sientes».
No eres débil, sólo estás triste
La sociedad suele ser bastante poco empática con las pequeñas miserias. Las emociones negativas parece que sólo puedan permitirse, más aún mostrarse públicamente, en caso de catástrofe. En el resto de situaciones, son solamente una muestra de debilidad emocional. Y como provocan incomodidad, empiezan los reproches por no ponerles fin pensando en positivo. Las personas con dolor no gustan.
En palabras de la psicóloga, «socialmente hemos aprendido que estar triste o enfadado es ser débil, y nadie quiere cargar con esa etiqueta. Así que forzamos una sonrisa para no molestar, para no ser un problema más. Pero ese esfuerzo por parecer fuerte suele hacernos justo lo contrario: nos desgasta por dentro».
Que nadie te diga cómo te tienes que sentir
Ha llegado el momento de romper con esta obligación de aparentar que todo marcha como la seda. De que te permitas sentir tus emociones negativas. Como concluye la experta, «sentir no es fallar, es ser humano. Y permitirte la tristeza, la frustración, la ira o la nostalgia no te debilita: te libera. No puedes curar una herida si finges que no existe. Cuando dejas espacio para esas emociones –sin juzgarlas, sin correr para taparlas– empiezas a sanar de verdad. Es desde esa sinceridad contigo misma desde donde nace la recuperación emocional».
WeLife hoy
Sara AndrésMangostánTrucos famosasMostrar dolorBandas elásticasSiguenos :)