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Dejar de tener ganas de hacer lo que te gusta es sinónimo de que algo va mal./ Foto: Pexels.
Salud mental
La anhedonia es el trastorno que inunda tu cerebro de pensamientos negativos y no sientas placer en nada de lo que haces. Te contamos cómo derrotarla en ocho sencillos pasos.
Por Marcos López
30 de noviembre de 2023 / 17:00
Lo que antes te gustaba ha dejado de hacerlo. No encuentras satisfacción ni placer en nada de lo que haces, por lo que ya ni lo intentas. Tampoco pruebas cosas nuevas, pues has caído en una espiral de pensamientos negativos y prevés que no las vas a disfrutar. ¿Qué es lo que me pasa? Pues es posible que sufras anhedonia, un síntoma común en algunos problemas de salud mental como la depresión, la ansiedad o la esquizofrenia.
La anhedonia es, como la propia palabra indica, la falta de placer. Un trastorno que, como sucede con la depresión, tiene su origen en un déficit de los niveles de dopamina en el cerebro y la consecuente alteración de los mecanismos de recompensa. Además, y si bien mucha gente nunca ha oído hablar de ella, resulta bastante común, hasta el punto de que, explica Elena Jiménez, psicóloga clínica, “una gran parte de la población experimenta anhedonia, cuando menos en algún punto de sus vidas”. Más aún en la nueva normalidad tras la pandemia de la COVID-19 que, como constatan los estudios, ha disparado la frecuencia de los trastornos mentales.
Pero también hay buenas noticias: el placer y el deleite perdidos se pueden recuperar. O lo que es lo mismo, se puede vencer a la anhedonia. A continuación te contamos ocho pasos a seguir, uno a uno, para ayudarte a derrotarla.
Es posible que tus niveles más bajos de dopamina tengan su origen en la genética. La solución es fácil: hay que aumentar estos niveles, lo que se consigue con una vida más saludable. Hay que dormir el tiempo suficiente, hacer más ejercicio y comer bien. También estrechar las relaciones con las personas que te hacen sentir segura. Aunque te suponga un esfuerzo porque no estás de humor para socializar. Como apunta Elena Jiménez, “en ocasiones, la población sufre anhedonia u otros síntomas depresivos cuando sienten que estas conexiones sociales son débiles”.
Las pantallas, ya sea el móvil, la tablet o el ordenador, suponen en muchos casos la principal ventana para asomarse al mundo. Pero si llega el momento en el que el cerebro recompensa las señales provenientes de las pantallas sobre todas las demás, entonces hay un problema: las experiencias que no provengan de estos aparatos dejarán de ser placenteras. Por tanto, hay que limitar su uso, sobre todo en las horas previas a irse a la cama –lo que además hará que duermas mejor.
¿No tienes ganas de socializar porque no te hará sentir mejor? Pues hazlo contigo mismo: convéncete de que eres una persona que merece ser cuidada y cuídate como harías con tu mejor amigo. Y para ello, hay que dejar de lado la tendencia tan común en los estados bajos de ánimo de verlo todo en blanco o negro. Olvídate del «todo o nada», que hace que dejes de lado muchas cosas por hacer porque no serán el culmen del placer y, por tanto, resultarán tediosas y odiosas.
La anhedonia te hace ver el mundo, el futuro e incluso a ti mismo de forma negativa. Que nada va a mejorar. Y esto hay que cambiarlo. Escribe en un papel una situación vivida y, a su lado, cómo te sentiste y qué pensaste exactamente en el momento que ocurrió. Verás que no hay ninguna razón que justifique ese pensamiento automático que provoca que te sientas mal.
Convertir un pensamiento negativo en uno positivo es muy difícil. Así que habrá que, para empezar, lo mejor es transformarlo en un pensamiento neutro. Recuerda: no todo es blanco o negro y la paleta de grises es enorme.
Ahora ya no, pero no hace tanto que había muchas cosas y situaciones que te resultaban placenteras. Algo tan simple como puede ser una taza de chocolate caliente. Anótalas en un diario, al menos dos al día, y vuelve a rememorar (y reforzar) los aspectos positivos de la vida.
Hacer algo que antes te gustaba pero que ahora no te produce ningún placer es, cuando menos, frustrante. Pero había alguna razón para que te gustara. Así que retómala y cambia tus expectativas: no esperes la satisfacción y el placer de antaño, tan solo piensa que te hará sentir un poco mejor. Por ejemplo, salir a correr. No empieces con una maratón, dedícale diez minutos el primer día y aumenta el tiempo progresivamente.
Los consejos anteriores, aun beneficiosos, pueden no resultar suficientes. Sobre todo en caso de una anhedonia de larga duración. Ha llegado el momento, como concluye Elena Jiménez, “de buscar ayuda profesional con un psicólogo o un psiquiatra”.
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