
En su libro Eat girl relata el camino seguido para conseguir sanar su relación con la comida. FOTO: Isabel Junot.
CUERPO
Isabelle Junot: «De los 20 a los 30, perder peso fue mi meta de vida»
Delgada y aparentemente segura, convivió durante años con la culpa y los atracones. En Eat Girl relata su camino como comedora compulsiva y lanza un mensaje: sanar la relación con la comida es posible.
Por María Corisco
05 DE MAYO DE 2025 / 07:30
“Me llamo Isabelle y soy (ex) binge eater (comedora compulsiva)”. Así arranca Eat Girl, el libro en el que Isabelle Junot relata su tormentosa relación con la báscula y las dietas, confiesa haber estado atrapada durante años en el trastorno por atracón, y detalla el camino seguido para conseguir sanar su relación con la comida y salir de la culpa, la vergüenza y los comportamientos autodestructivos.
A ojos del público, Isabelle es delgada, atlética y exitosa. Al verla, no es fácil pensar que esta influencer de glamuroso currículo –hija de Philippe Junot, esposa de Álvaro Falcó, concursante de Máster Chef y, ahora, también coach nutricional–, haya vivido inmersa en el laberinto de la obsesión por perder peso. Pero, al desnudarse en su libro, se define como “una mujer de treinta y tres años que pasó su veintena intentando seguir todas las dietas de moda. Dietas que nunca lograba seguir al pie de la letra con éxito, pero sí con gran frustración. Sabía lo que tenía que hacer, pero me resultaba imposible conseguirlo. O lograba cumplirlo, pero solo de manera intermitente, lo que me hacía sentir frustrada y fuera de control. Sin darme cuenta, aquello se convirtió en mi principal meta de vida, aunque jamás lo habría reconocido ni aceptado. Se trataba de un secreto del cual no era ni consciente: aparentar que no me importaba mientras invertía la mayoría de mi energía, dinero y tiempo en perder esos últimos kilos y perseguir ese cuerpo de ensueño que parecía siempre estar fuera de mi alcance”.


Es, sin duda, el reflejo de infinidad de mujeres que empiezan una dieta cada lunes y que solo ven imperfecciones y kilos de más en el espejo. Y sufren de trastorno por atracón. A ellas va destinado este libro, una guía cuyo objetivo, señala, es “revolucionar tu relación con la comida y ayudarte a romper con las reglas rígidas y las fórmulas mágicas que lo prometen todo, para que puedas empezar a disfrutar cada bocado sin culpa y sin excesos”.
La trampa de la imagen corporal
Ella, efectivamente, es delgada por genética. Pero eso no ha evitado que siempre quisiera perder algún kilo más, que siempre tuviera una mirada crítica hacia su cuerpo. “Nunca he tenido la experiencia de vivir en un cuerpo más grande. Sin embargo, he ido aprendiendo que la lucha contra una autoimagen corporal negativa no tiene que ver con el tamaño real de nuestro cuerpo, sino con nuestra percepción de ella”.
Nunca vas a estar lo suficientemente delgada para los estándares, ni vas a tener el vientre suficientemente plano o la cintura suficientemente estrecha. Y se entra en la cultura de las dietas y de la restricción calórica. “Vivimos en una sociedad que nos empuja a mejorar, a perder peso de aquí o de allí, a estilizarte. Cuando se vive con el foco puesto en esto, terminas obsesionándote con la báscula, la talla de pantalón o las calorías, cuando en realidad lo que de verdad importa es ser capaz de cambiar unas creencias que son las que te hacen comportarte de esa manera”.
El peligro del «somos lo que comemos»
Habla de creencias, esas que, apunta, “vienen de una cultura de dietas profundamente arraigada en nosotras desde pequeñas. ¿Cómo no? Crecimos escuchando que ciertos alimentos eran malos, que engordar era un fracaso y que el control sobre lo que comemos define nuestro valor. Esas creencias son las que crearon las reglas alimenticias que seguimos como si fueran verdades absolutas”.
¿Significa eso que sea malo querer adelgazar? En absoluto, señala: “No es algo a lo que debas renunciar, pero sí es importante plantearte desde dónde lo haces. Si quieres perder peso, puedes hacerlo machacándote, criticándote y odiándote a ti misma por fracasar una y otra vez. Puedes hacerlo con culpa, con prisas, con mal humor. O bien puedes intentar un cambio de chip de forma que, en lugar de pasarte la vida restringiendo lo que comes o dándote atracones, te plantees una relación más normal con la comida para conseguir dejar atrás esos comportamientos autodestructivos y empezar a comer mejor, escuchando tus señales de hambre. Y, como consecuencia, tu peso se irá situando donde debes estar”.
La ansiedad por obtener resultados rápidos
En su camino, Isabelle Junot ha comprendido que, antes de intentar cambiar o mejorar la forma en que comes, es crucial abordar tu relación con la comida. Mirar hacia adentro, en lugar de intentar seguir las pautas y normas que llegan desde todos los rincones y que te prometen la salida rápida a los kilos de más.
“Un cambio que viene desde dentro es sostenible y auténtico, mientras que un cambio impuesto desde fuera, como seguir reglas estrictas o planes ajenos, suele ser temporal y desgastante”, señala, y añade que “ser una EAT girl no es buscar alcanzar una perfección inexistente a corto plazo, sino elegir vivir de manera más plena, feliz, auténtica y con tus prioridades en orden buscando resultados a largo plazo”.
A partir de ahí es dejar a un lado los consejos de tu influencer favorita, “esa que consiguió perder no sé cuántos kilos o tener un vientre plano, para empezar a plantearte lo que tiene sentido para ti y lo que encaje en tu vida. Porque cada una tenemos nuestro propio historial, y lo que funciona para una no necesariamente funciona para las demás”.
Comer con libertad: de la culpa al equilibrio
Para ello, Junot apuesta por la opción de la alimentación intuitiva y del food freedom. Y una de las primeras pautas es la de “hacer las paces con la comida, que significa no solo dejar de tener alimentos prohibidos -como la pizza o los helados-, sino también otro tipo de prohibiciones como las de comer cinco almendras y ni una más”.
La idea del food freedom, de dejar a un lado esa distinción entre alimentos buenos y malos, advierte, no implica “comer lo que sea, cuando sea y sin pensar en las consecuencias, porque entonces lo más probable es que acabes en otro atracón y te sientas fatal. Es empezar por entender cómo quieres sentirte cuando haces una elección con la comida; lo importante, sobre todo al principio, no es qué comes sino cómo comes. Será entonces cuando tu cuerpo te irá pidiendo aquello que realmente te hace sentir bien, y empezarás de forma natural y sin forzarlo a comer de una manera saludable o nutritiva”.
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