
El agua con gas es preferible a los refrescos azucarados, pero no conviene abusar de ella./ Foto: Stanislaw Pytel (Getty).
Alimentación
Por qué es malo abusar del agua con gas: beneficios y riesgos de la bebida más refrescante
Si bien es una alternativa sana y refrescante al agua sin burbujas, su consumo excesivo puede aumentar la concentración de gases en el tubo digestivo y causar dolor e hinchazón abdominal.
Por Marcos López
22 DE JULIO DE 2024 / 08:23
Han empezado las olas de calor, de manera que, siguiendo las recomendaciones de los expertos, tienes que ingerir una buena cantidad de líquido para calmar tu sed y evitar la deshidratación. Y aunque no haya nada mejor que el agua, el líquido elemento te da un poco de pereza… Prefieres una alternativa más divertida, sin caer en el error de recurrir a las bebidas azucaradas. Así que te decides por las burbujas. Por el agua con gas. Lo que no sabes es que esta elección podría ser un error, siempre y cuando te pases con la cantidad.
Rocío del Pozo, dietista-nutricionista en el Consultorio Médico Los Ángeles de Madrid, explica que «beber agua con gas, esto es, a la que se ha añadido dióxido de carbono, puede ser perjudicial para las personas que padecen problemas digestivos, como el reflujo gastroesofágico o la distensión abdominal. Más aún en los casos en los que estas aguas llevan azúcar, zumos u otros aditivos». Pero hay otros mitos en torno al agua con gas que conviene desmontar.


El agua y el pH
Los seres humanos no somos «básicos». Tampoco «ácidos». Sin excepción. Las diferentes partes del cuerpo humano suelen tender a un pH prácticamente neutro. O lo que es lo mismo, a un pH muy similar a 7. En realidad, un poco más básico o alcalino. Un poco más de 7. Salvo la piel, que crea un manto ácido protector para evitar agresiones a la epidermis. Y el agua con gas embotellada, según muestra la Universidad Mahidol en Bangkok, suele tener un pH ácido: entre 4,9 y 5,5. Lo que, cuando menos en teoría, podría tener efectos negativos para un cuerpo tendente a la alcalinidad. Pero no es así.
No estropea los dientes
Otro de los perjuicios que se atribuyen erróneamente al agua con gas es que puede dañar la dentadura. Hay quien piensa que, como ocurre con el consumo de café o zumos de cítricos, su acidez podría erosionar el esmalte dental. Pero no es verdad. Como muestra un estudio de la Universidad McGill, el efecto del agua con gas –sin azúcares añadidos– sobre el esmalte es, simplemente, similar al asociado a otros tipos de agua. Además, y por lo que a dientes y muelas se refiere, es una alternativa mucho más saludable que los refrescos con azúcar, cuyo pH puede, como ocurre con algunos refrescos de cola, ser tan ácido como de 2,5.
No debilita tus huesos
Tampoco es cierto, como ha constatado la Universidad Tufts de Boston, que debilite la densidad ósea y, por ende, favorezca el desarrollo de osteoporosis. Lo que sí ocurre con otras bebidas carbonatadas. Concretamente, con los refrescos de cola, cuyos fosfatos podrían dificultar la absorción de calcio por los huesos.
Por tanto, no hay relación entre el agua con gas y un mayor riesgo de fracturas. Todo lo contrario. Como apunta Rocío del Pozo, «algunas aguas carbonatadas, especialmente las aguas minerales, contienen calcio y/o magnesio, absolutamente esenciales para una buena salud ósea».
Facilita la digestión
Salvo acidez de estómago o hinchazón, el agua con gas es buena para la salud digestiva. No en vano, ayuda al cuerpo a mantenerse hidratado, lo que facilita la digestión de los alimentos. Y a ello se suma que, como han observado investigadores de la Universidad de Birzeit, podría estimular la síntesis de la grelina, la consabida «hormona del apetito»; y que como refiere la experta, «las burbujas pueden ayudar a algunas personas a eructar, aliviando así los gases que se acumulan en el estómago».
No conviene abusar
En definitiva, salvo aquellas a las que además de dióxido de carbono se han añadido azúcares y otros aditivos, haciendo que puedan resultar tan poco «saludables» como un refresco, las aguas con gas son una alternativa ciertamente refrescante al agua «tradicional». Pero, como casi todo en la vida, no conviene abusar.
Como concluye Rocío del Pozo, «el exceso de agua carbonatada puede aumentar la concentración de gases en el tubo digestivo, dando lugar a flatulencias y provocando síntomas tan molestos como el dolor gastrointestinal y la hinchazón abdominal».
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