
Las patatas fritas despiertan un hambre hedonista que fuerza a comer para satisfacer al cerebro. FOTO: Getty.
Alimentación
Esta es la razón por la que cuando abres una bolsa de patatas fritas no puedes parar de comer hasta dejarla vacía
Ricas en sal y en almidón, las patatas chips activan el sistema de recompensas del cerebro y nunca te sacian. Y como la energía que aportan se desvanece rápidamente, siempre necesitarás más.
Por Marcos López
22 DE ENERO DE 2025 / 13:30
Los propios fabricantes de patatas fritas lo saben (demasiado) bien. De ahí que los lemas de sus campañas comerciales te reten a que, consumida la primera patata, cierres la bolsa y te dediques a otra cosa. Lo que no lograrás. No dejarás ni las migas. E incluso así seguirás queriendo más. Pero no te sientas culpable. Le ocurre a todo el mundo. Te contamos por qué al abrir una bolsa de patatas fritas no eres capaz de parar y siempre sucumbes al deseo irrefrenable de dejarla completamente vacía.
Anne Till, especialista en Dietética y Nutrición, explica que “existe una serie de alimentos denominados “hiperpalatables” que no podemos dejar de comer. La causa, como han mostrado algunos estudios, es que hay ciertas combinaciones de grasas, azúcar, sal y carbohidratos que hacen que estos alimentos sean casi “demasiado sabrosos”, impulsándonos a comer en exceso y acabar ganando peso”.


Crean adicción
En realidad no hay una definición exacta para determinar si un alimento es o no hiperpalatable –o de “alta palatabilidad”–. Que empujen a comer por simple placer. La Universidad de Kansas ha demostrado que lo más común es que tengan un alto contenido bien en azúcar, bien en sodio. O lo que es lo mismo, en sal. De la que las patatas chips van más que sobradas. Pudiendo crear una adicción similar a una droga.
La sal te empuja a comer más
Dado su excesivo contenido en sal, como ha revelado la Universidad de Duke, las patatas fritas activan el sistema de recompensas del cerebro, que libera dopamina que genera una sensación de bienestar. Así que el apetito, que promueve la ingesta de alimentos para obtener la necesaria energía, no tiene nada que ver. Tampoco la falta de autocontrol. Las patatas fritas despiertan un hambre hedonista que fuerza a comer para satisfacer al cerebro.
Como otros muchos alimentos, las patatas chip, apunta Pilar Montes, especialista en Nutrición, “estimulan centros cerebrales de recompensa, por lo que al comerlos te sientes bien. Y eso hace que los busques y que los quieras comer siempre”.
No buscan tu saciedad
La bolsa, como debe, ya está en la papelera. Lo que no quiere decir que no sigas teniendo hambre. Aunque hayas acabado con todas y cada una de las patatas estás muy lejos de sentir la panza llena. La razón es muy simple: su objetivo está muy lejos de saciarte. Por el contrario, el propósito es que abras otra bolsa. Y otra más. Hasta el infinito.
Para que un alimento te procure saciedad tiene que ser rico en nutrientes que, como la proteína, la fibra y las grasas saludables, requieren más tiempo para ser digeridos. Lo que no sucede con las patatas fritas, cuyo bajo contenido en grasas, tan poco saludables como las de la bollería industrial, es insuficiente para que te sientas lleno. A lo que se suma una presencia mínima, cuando no nula, de proteína y fibra.
El chute de energía es efímero
La ausencia de fibra no es culpa de las patatas chip, sino del vegetal original. Pues las patatas son ricas en otro carbohidrato, el almidón, que es digerido rápidamente para proporcionar al cuerpo un chute de energía. Lo que en tiempo de nuestros ancestros podía suponer la diferencia entre la vida y la muerte. De ahí que, como la sal, despierte el circuito de recompensas cerebral. Pero hay varios problemas: puede elevar mucho los niveles de glucosa en sangre; y esta energía, tan pronto como llega, desaparece. Volverás a tener hambre. Querrás más patatas.
No es culpa tuya
Tampoco requieren una masticación intensa. Por el contrario, es como se deshicieran en la boca. Engañando al cerebro, que piensa que junto a las patatas, también se han desvanecido las calorías, por lo que reclamará más. Aunque en realidad, tras una primera bolsa, el cuerpo ya haya recibido una cantidad ingente de calorías.
Un último apunte: que crujan al masticarlas también es muy importante. La Universidad de Oxford ha observado que cuanto más fuerte es este sonido crujiente, mayor es la apetencia por comerlas. De ahí que, como ha mostrado el Boston College, incluir que son crujientes a modo de reclamo en la bolsa hace que resulten más atractivas al consumidor.
En definitiva, son muchas las razones que explican que la bolsa haya terminado otra vez vacía. No es culpa tuya. Como concluye Pilar Montes, “la industria alimentaria se ha encargado de que las patatas chips y otros alimentos ultraprocesados tengan la mezcla perfecta de aditivos, sal, grasas, crocancia, olor, etc. para que sea irresistibles y puedas comer sin parar”.
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