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No te castigues por la sensación de placer que te despierta comer un dulce./ Foto: Pexels.

Alimentación

Por qué comes demasiado: estas son las verdaderas razones, según la ciencia (y los trucos para dejar de hacerlo)

El sistema de recompensa de tu cerebro te empuja a comer alimentos ricos en grasas y azúcares. Te contamos cómo evitarlo.

Por Marcos López

02 DE FEBRERO DE 2024 / 13:05

La comida ha sido copiosa y te has excedido. Un bocado más y podrías reventar. De hecho, ni siquiera has terminado el segundo plato. Pero llega el postre y, por qué no, decides que aún te queda un huequito en el estómago. Así que coges los cubiertos y te lanzas a por los dulces. Aunque en realidad estás más que saciado. ¿Sufres un ataque de gula? No. Existe una explicación científica para ello. Y también unos trucos muy fáciles para que no te vuelva a ocurrir.

Tu cuerpo está saciado, por lo que dice basta, pero tu cerebro quiere más. Los alimentos ricos en calorías y cuya ingesta es placentera, generalmente por su sabor, activan el sistema de recompensas del cerebro, que libera dopamina y te produce una sensación de bienestar. No se trata de comer para conseguir energía, sino, como explica Elena Jiménez, psicóloga clínica, «de comer por puro placer. Es lo que se denomina apetito o hambre hedonista».

No es falta de autocontrol

A nadie le amarga un dulce. Pero cada persona es un mundo y hay quienes saben resistirte a la tentación y decir «no». Incluso en un mundo como el actual, en el que la publicidad no da tregua a la hora de mostrar imágenes de comidas sabrosas y no demasiado saludables.

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Pero no es tu caso. Aunque estés lleno, no sabes saltarte el postre. Y si hay variedad es aún peor: no te basta con probar sólo uno, tienes que catarlos todos. Lo que no te ocurre con el buffet de ensaladas. Pero no te preocupes: no se trata de un problema de falta de autocontrol.

La diferencia con esa persona que prioriza el brócoli y reniega del chocolate está en los genes. De hecho, indica Elena Jiménez, «las personas que, ante la presencia de un alimento apetitoso, experimentan hambre hedonista tienen una mayor actividad en las áreas del sistema de recompensa del cerebro».

No te castigues por querer despertar esa sensación de placer. Además, aquí tienes unos consejos de experto para ayudarte a evitar que suceda.

Viaja (con la mente)

Disfrutar de un día de playa, o de montaña, puede resultarle al cerebro tan placentero como una comida alta en calorías. Así que, cuando te pongan delante un dulce, visualiza que estás en un paraje idílico o que haces esa actividad que tanto te gusta, lo que activará el sistema de recompensas. Tu hambre hedonista disminuirá.

Sueño de calidad

El sistema de recompensas del cerebro es más sensible a los atracones con la falta de sueño. No has dormido ni seis horas, por lo que te sientes cansado. Y cuanto mayor es el cansancio, apunta la psicóloga clínica, «mayor es la predisposición del cerebro a paliarlo con la ingesta de alimentos ricos en grasas y azúcares. La solución es sencilla: hay que dormir bien».

Controla el estrés

Los episodios esporádicos de estrés hacen que se te empequeñezca el estómago. Pero cuando este estrés se cronifica, el resultado es completamente opuesto: favorece el hambre emocional, incluido el hedonista, lo que a la larga tendrá un efecto negativo sobre tu salud. En este caso, la solución pasa por sustituir este (mal) hábito alimenticio desencadenado por el estrés por uno más saludable. Por ejemplo, ya que te has levantado para ir a la cocina, ¿por qué no aprovechas y vas un poquito más lejos? Da un paseo.

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Haz ejercicio

¿Has disfrutado de tu paseo? Pues ha llegado el momento de subir el ritmo: el ejercicio físico de intensidad moderada o vigorosa aminora el deseo por los alimentos ricos en grasas y ayuda a vencer la tentación de las comidas sabrosas.

Recuerda: cada persona es un mundo, y es posible que estos sencillos consejos no eviten que tu cerebro siga empujándote hacia el carrito de los postres. Y si esto merma tu autoestima y te hace sentir infeliz, puede que sea el momento de buscar ayuda profesional con un psicólogo o un psiquiatra. Como concluye Elena Jiménez, «la terapia cognitivo conductual ha demostrado ser eficaz a la hora de abordar los trastornos alimentarios».

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