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Nadie te está reprochando nada, sólo eres tú autocastigándote./ Foto: Pexels.
Salud mental
La autocrítica toma las riendas de tu mente y te hace sentir culpable por todo. Te damos las pautas para evitar que tu autoestima caiga por los suelos cuando esto courr
Por Marcos López
04 DE ENERO DE 2024 / 09:00
El día no ha ido bien. Con el paso de las horas todo se ha torcido hasta derrumbarse. Así que decides bajar la cabeza para no ver las malas caras que te rodean. Lo cual no sucede. Nadie te reprocha nada porque no hay ninguna razón para ello. Solo eres tú que te autocastigas. Tu mente se llena de pensamientos negativos que torpedean tu autoestima. Es el momento de parar. Y es más fácil de lo que crees.
Todo el mundo tiene un Pepito Grillo que, llegado el momento, puede resultar excesivamente crítico. Una voz interior que cuando se descontrola hace mucho daño. Que te señala con su dedo y te hace sentir culpable: «eres un desastre, no vales para nada». Y caer en una espiral de negatividad puede ser demoledor. Lo cual no es para nada infrecuente: según la Fundación Americana de Ciencias, el 80% de los pensamientos son negativos, mientras que el 95% de todos los pensamientos son repetitivos. Así que sí: eres tu crítico más duro.
Elena Jiménez, psicóloga clínica, recuerda que «esta situación se ve hoy en día potenciada por las redes sociales, en las que continuamente nos comparamos con los demás». Y parece que al resto del mundo le va estupendamente.
Ser perfeccionista no es, ni mucho menos, malo. La autocrítica es absolutamente necesaria para identificar y corregir los errores. El problema viene cuando toma las riendas de tus pensamientos y no te da tregua. Cuando se cronifica y tu diálogo interno es siempre negativo, lo que hunde tu autoestima y aumenta el riesgo de trastornos mentales como la ansiedad y la depresión. Te proponemos siete estrategias para evitar que esto ocurra:
Trata de contrarrestar los pensamientos negativos sobre ti mismo con otros positivos o, en su defecto, neutros. Cuando aflore la autocrítica piensa en cosas que hayas hecho bien –o no tan mal– para no caer en una espiral de negatividad. Puedes ayudarte con tu diario tus victorias cotidianas, a las que podrás recurrir para silenciar a tu voz interior cuando amague con sacar el látigo.
No hay mal que dure 100 años. Un mal día es sólo eso: un mal día. Le pasa a todo el mundo. Siempre estás ahí para compadecer a un amigo que vive un momento difícil, para ayudarle a autoconvencerse de que es una situación pasajera. Ha llegado la hora de que lo hagas contigo mismo.
No luches contra tu crítico interior. Por el contrario, sé amable con él y exprésale –con pensamientos o incluso con palabras verbalizadas– tu gratitud por llamarte la atención sobre tu error. Déjale claro, siempre de buenas maneras, que no se volverá a repetir.
Eres una persona que se merece todo el cariño del mundo. Incluido el tuyo. Así que trátate con amor y respeto. Tu subconsciente captará el mensaje, aceptará que eres una persona digna de ser querida y acabará dejando de lado los pensamientos negativos.
La autocrítica es tan feroz que no te deja ver la realidad. Es el momento de tomarte una pausa y centrarte en el presente. En el mundo que te rodea, no en tu mente gruñona. Respira profundamente, siente la brisa, tus pies sobre la tierra. Relájate.
En muchas ocasiones, los pensamientos negativos que atacan tu autoestima son los ecos de críticas que, inmerecidamente, recibiste en el pasado. No necesitas más gente tóxica en tu vida. Rodéate de personas que te aprecien y te valoren como eres, que te digan lo que les gusta de ti, lo que te ayudará a cambiar la inercia de pensamientos negativos por una mentalidad positiva. En ocasiones, recuerda la psicóloga clínica, «todos necesitamos recurrir a un poco de ayuda externa hasta que finalmente estemos preparados para practicar el pensamiento positivo».
Es posible que ninguna de estas estrategias haya servido para acallar a tu crítico interior. A ese abusón que vive en tu mente y que es tu peor enemigo. Es el momento, concluye Elena Jiménez, «de recurrir a la ayuda de un profesional en salud mental, de concertar una consulta con un psicólogo o un psiquiatra que podrá ofrecerte una estrategia basada en la ciencia acorde con tu situación individual».
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