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Mujer con niebla mental por inflamación del cerebro

¿Sientes que no puedes con tu vida? Podría ser señal de un cerebro inflamado. FOTO: Freepik.

Enfermar sin saber por qué

Cuando el cerebro y las tripas juegan a compartir la inflamación siempre pierde la salud

Hay un tipo de cansancio que no se quita durmiendo y una niebla mental que no se disipa con café. La ciencia empieza a revelar su origen: la inflamación que recorre el cuerpo también alcanza al cerebro.

Por María Corisco

28 DE OCTUBRE DE 2025 / 07:30

Hay días en los que la mente se siente densa, espesa, como si intentara abrirse camino entre la niebla. Cuesta concentrarse, la energía se evapora a media mañana y las emociones se vuelven impredecibles. Dormimos, comemos, seguimos con la rutina… pero algo no termina de encajar. Es fácil pensar que todo se debe al estrés o a un cansancio acumulado. Pero, a veces, la causa está en una reacción fisiológica silenciosa que lo impregna todo: el cerebro también sufre inflamación.

Cuando eso ocurre, el cuerpo grita de formas que no siempre sabemos interpretar. De ese fuego invisible habla Elena Garrido, especialista en salud integrativa y autora del libro Tu cerebro está inflamado (Ed. Zenith), donde explica cómo «la inflamación sistémica afecta directamente al cerebro, la claridad mental y las emociones».

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Muchos síntomas y una sola causa

Antes de escribir sobre ello, Garrido lo vivió en carne propia. Durante años encadenó diagnósticos sin respuestas claras: espondilitis anquilosante, lupus, hipotiroidismo, endometriosis, ovario poliquístico… «Me trataron por separado cada síntoma, pero nadie unió los puntos», recuerda. «No podía pensar con claridad, todo me costaba el doble. Hasta que comprendí que la inflamación era la raíz común de todo lo que me pasaba».

A partir de esa experiencia comenzó a estudiar nutrición, psiconeuroinmunología, neurociencia y salud integrativa. Lo que descubrió cambió su forma de entender tanto la enfermedad como la salud: «El cerebro no se inflama por sí solo, sino como reflejo de un cuerpo inflamado. Cuando entendí que el sistema inmunitario, el intestino y el cerebro están en diálogo permanente, comprendí que no podía curar uno sin cuidar los otros», explica.

El fuego que nunca se apaga

La inflamación es un mecanismo de defensa necesario. «Nos protege de infecciones y ayuda a reparar tejidos. Pero cuando se cronifica, se convierte en un fuego de baja intensidad que, poco a poco, desgasta el organismo». Es lo que los expertos llaman inflamación crónica de bajo grado: un proceso silencioso, pero constante, que afecta a órganos, hormonas y neurotransmisores.

En el caso de la inflamación del cerebro «se activa a las microglías, las células inmunitarias encargadas de vigilarlo. Si se mantienen encendidas demasiado tiempo, liberan citocinas inflamatorias que alteran la comunicación neuronal». El resultado es esa niebla mental, la sensación de estar agotado sin razón o un estado de ánimo plano. «Durante mucho tiempo pensé que estaba deprimida, pero no era tristeza: era inflamación», confiesa la experta. «Cuando el cerebro está inflamado, no produce ni utiliza bien los neurotransmisores. Eso afecta a todo: a cómo piensas, sientes y decides».

Intestino y cerebro charlan entre ellos

Cada vez hay más evidencia científica que respalda lo que Garrido observa en su práctica clínica: «El eje intestino-cerebro es una autopista bidireccional. En el intestino se produce gran parte de la serotonina y viven billones de bacterias que influyen en la inmunidad y el equilibrio emocional. Esa microbiota se puede alterar por una dieta desequilibrada, estrés, falta de sueño o exceso de fármacos. «En esa situación aumenta la permeabilidad intestinal, lo que permite el paso de moléculas inflamatorias al torrente sanguíneo. Esas sustancias pueden alcanzar el cerebro y activar la respuesta inmunitaria. Un intestino inflamado genera un cerebro inflamado», resume Garrido.

Por su parte, «un cerebro estresado altera el intestino. Por eso la salud mental y la digestiva son inseparables».

Atención a las señales

La inflamación cerebral no se detecta en una analítica, pero el cuerpo habla antes de enfermar. Algunas señales frecuentes son:

  • Cansancio persistente, incluso tras dormir bien.
  • Dificultad para concentrarse o sensación de mente nublada.
  • Cambios de humor o irritabilidad sin causa clara.
  • Trastornos digestivos recurrentes.
  • Dolor corporal o inflamación visible en otras zonas.

No hay que interpretar cada síntoma como señal de alerta, «pero sí entender que los sistemas del cuerpo están conectados. Cuando uno se desequilibra, los demás responden».

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Apagar la inflamación desde lo cotidiano

Con el diagnóstico sobre la mesa, la pregunta es si hay algo que se pueda hacer. «La neuroinflamación no se resuelve con un suplemento ni una dieta milagrosa. Es el resultado de muchos factores y, del mismo modo, su mejora requiere un enfoque global». Garrido propone cinco pilares básicos:

  • Elige comida real y tómala con calma. Verduras, frutas, legumbres, pescado azul, frutos secos y aceite de oliva virgen extra forman la base de una alimentación antiinflamatoria. «Cada alimento es una señal para tus células. Comer limpio no es una moda: es darle al cuerpo la información correcta».
  • Muévete. El ejercicio regular mejora la sensibilidad a la insulina, reduce el cortisol y estimula la liberación de endorfinas. No se trata de intensidad, sino de constancia.
  • Cuida tu descanso. Durante el sueño, el cerebro activa el sistema glinfático, encargado de eliminar desechos y proteínas inflamatorias. Dormir poco o mal impide esa limpieza.
  • Gestiona el estrés. El estrés mantenido es inflamación pura. Respirar, meditar o pasar tiempo en la naturaleza ayudan al sistema nervioso a salir del modo alerta.
  • Cuida los vínculos. El aislamiento social y la falta de propósito vital también inflaman. Las relaciones de apoyo y los momentos de conexión son, literalmente, medicina.
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