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Edward Berthelot/Getty Images
ENTREVISTA
La doctora en neurociencia Nazareth Castellanos publica nuevo libro y no podemos estar más enganchadas. En él, nos cuenta cómo el organismo esculpe el cerebro de una forma tan fácil como apasionante.
Por Mónica Heras
4 de enero de 2023 / 07:00
Si hay algo que a Nazareth Castellanos le apasiona es el conocimiento del cerebro, y aún más su relación con el resto del cuerpo. Será por eso que tienen tanta facilidad para explicar esta complicada ciencia de una manera tan sencilla que cualquiera es capaz de comprender, un don del que pudimos disfrutar durante el pasado Mercedes EQ-Welife Festival.
“Neurociencia del cuerpo” es su último libro, editado por Kairós, y en él nos habla de cómo el organismo esculpe el cerebro, llevándonos de la mano hacia un visión más integral del ser. A través de su páginas, la doctora en neurociencia nos lleva a recorrer la memoria, la atención, los estados de ánimo o las emociones que dependen de cuestiones tan básicas como nuestra postura, los gesto faciales, la microbiota intestinal,o incluso los latidos del corazón y la manera en la que respiramos.
Uno de los puntos que expone Nazareth en su libro, es sobre la capacidad que tenemos para recordar las vivencias agradables: “El cuerpo recuerda episodios que no siempre son agradables de recordar, y a los que les damos la espalda. Pero curiosamente, los estudios muestran que la memoria privilegia los recuerdos agradables”. Expone que cuando vivimos situaciones difíciles segregamos cortisol, la hormona del estrés, la cual impide que nuestro que registremos correctamente dicha vivencia.
“El trauma, aún estando siempre presente, suele estar, paradójicamente, vinculado al olvido. Tendemos a olvidar, o no memorizar, las situaciones desagradables”, afirma. Frente a esto le preguntamos, ¿por qué en ocasiones parecemos reacios a pasar página frente a una experiencia traumática ?
Cuando estamos viviendo una situación difícil, por el motivo que sea, tendemos a estar muy presentes en esa experiencia, más centrados en la parte negativa. Aquí se produce un fenómeno curioso, porque al estar rumiando sobre algo desagradable, intentando inhibirlo, bloquear ese pensamiento o emoción, lo que en realidad sucede es que lo estamos fijando, provocamos que el cerebro lo llame más veces.
Lo que se propone es una visión más ecuánime. Al aparecer una sensación que es desagradable, la observamos pero sin intentar callarla ni bloquearla, tampoco irnos detrás de ella, así dejamos que el cerebro lo procese y ya no se recrea, ni se obsesiona. Hablamos de estar en un estado contemplativo. Dejar de analizar el mundo y contemplarlo sin más.
Se ha visto que cuando experimentamos una emoción ante alguna situación, como sucede con cualquier cosa, esta se prepara en el cuerpo, nada es instantáneo en la biología. Nuestros órganos, los músculos, todo nuestro organismo es el primero en saber que algo se está cociendo, incluso mucho antes que la parte consciente. Así pues, si prestamos atención a las sensaciones que surgen y desarrollamos una mayor conciencia corporal, podremos adelantarnos, anticiparnos a lo que se está preparando, lo cual tiene muchas ventajas.
Esa capacidad de anticiparse, como decimos en neurocioencia, nos da la posibilidad de actuar y de prepararnos ante cualquier evento y, lo más importante, cuando conocemos cómo se manifiestan las emociones a través de nuestro cuerpo, tendremos mayor discernimiento. Esto es muy importante porque según indican los estudios, no es tan fácil para nosotros distinguir una emoción de otra. Muchas veces creemos que estamos enfadados y en realidad estamos cansados, nos confundimos, pero el cuerpo no engaña y esta herramienta nos ayuda mucho.
“La homeostasis es un malabarismo del organismo por recuperar el equilibrio ante un mundo de extraordinaria incertidumbre”, apunta Castellanos en su libro. ¿Qué aporta la introspección en este juego de malabares?
Yo estudio la neurociencia de la meditación en la universidad, y por meditación entendemos también esa forma de observarnos a nosotros mismos. Cuando quiero saber cómo funciona algo, lo observo, ¿no?, pues lo mismo con nosotros mismos, tenemos que aprender a observarnos sin juicios, sin estar controlando ni mediado. Cuando esto sucede, desarrollamos unas vías anatómicas en el cerebro que van de arriba a abajo. Esto lo que permite es que, ante la llegada de una situación estresante, puedo observarme, reinterpretar lo que está pasando y cambiar la respuesta de mi cuerpo. Esto es lo que que la Universidad de Harvard llamó la mente sobre la materia.
Por lo general, reaccionamos por automatismos, y no siempre son la mejor opción. Cuando automatizamos demasiado nos perdemos de la introspección. El piloto automático nos ofrece unas ventajas tremendas porque hay cosas que ya no necesito pensar y eso es maravilloso, ahorramos tiempo y gestionamos mejor los recursos. Ahora bien, los estudios indican que pasamos el 47% del tiempo que estamos despiertos en automático, y eso es excesivo. Se ha visto que cuanto más tiempo estemos en ese estado, mayor es la sensación de insatisfacción que se genera.
¿Y cómo reducirlo? Como todo el aprendizaje, incorporamos un hábito y practicándolo una y otra vez. Al darnos cuenta de que nos hemos distraído, volvemos al presente. No un día ni dos, sino como algo recurrente para que lo incorpore el cerebro como otro mecanismo más. Una mente divagante es una mente infeliz.
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