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Las fantasías son una manera de expresar, y de reconocerse a uno mismo, los deseos sexuales más íntimos./ Foto: @penelopecruzoficial.
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Las fantasías eróticas propias de la juventud son más «atrevidas», mientras que en la mediana edad prima el deseo de tener múltiples relaciones casuales.
Por Marcos López
11 de abril de 2024 / 17:00
La mayoría de las personas, cuando no todas, han fantaseado alguna vez con un encuentro sexual que, ya sea por cautela, pudor o respeto a su pareja, resulta difícilmente realizable. Lo que no tiene nada de malo: estas fantasías no son sino una manera de expresar, y de reconocerse a uno mismo, los deseos sexuales más íntimos. Además, y como pasa con el resto de pensamientos, expectativas y deseos, estas ensoñaciones eróticas difieren en cada etapa de la vida. Te contamos por qué tus fantasías han evolucionado con el paso de los años.
Juliet Allen, sexóloga y Sex Coach, explica que «las fantasías sexuales son una parte normal y natural de la vida, y reconocer nuestras fantasías supone una excelente manera de explorar nuestro mundo interior y nuestra esencia sexual».
Las fantasías eróticas aparecen durante los primeros años de la pubertad. Sobre todo en los varones. Un estudio de la Universidad Jaume I de Castellón muestra que un 6% de los niños con 9-10 años de nuestro país, que no así las niñas, tiene fantasías sexuales. Un porcentaje que se eleva hasta el 66% llegados los 13-14 años, edad en la que las adolescentes, concretamente un 15%, inician su debut en estas ensoñaciones eróticas.
Un apunte importante: una cosa es la fantasía y otra muy distinta el deseo real de llevarla a cabo. De hecho, revela la investigación, si bien dos de cada tres chicos de 13-14 años dejaban volar su imaginación sobre el sexo, únicamente un 12% tenía un interés real en practicarlo. Y lo mismo sucede con las adolescentes: alcanzada la misma edad, menos de un 2% albergaba la intención de tener relaciones sexuales. Porcentaje, por cierto, similar al de los niños de 9-10 años. Además, esta mayor tendencia masculina a fantasear con el sexo no se limita a la adolescencia: continúa en la edad adulta, según un estudio de la Universidad Estatal de Ohio.
Las fantasías sexuales son, como apunta el doctor Justin J. Lehmiller, especialista en Psicología Social, en su página de Instagram, «mucho más que mero sexo. Tienen distintas capas, y cuando se le pregunta a alguien que describa sus fantasías en detalle, podemos ver que resultan ciertamente complejas». De hecho, suelen implicar a todos los sentidos. No es únicamente la visión y el tacto que tiene lugar durante el acto sexual: la ensoñación refuerza el deleite imaginado los olores, sonidos e, incluso, sabores que acompañarían a la situación. Es más; «una fantasía puede tratar sobre sensaciones físicas, pero también sobre sentimientos psicológicos, o ambos», puntualiza el experto.
Juliet Allen recuerda que «cuando exploramos nuestras fantasías sexuales, accedemos a la energía sexual que poseen, lo que puede parecer un paso poderoso y potente en nuestra evolución sexual». Las fantasías, como las propias personas, cambian a lo largo de los años. Por ejemplo, y como reflejo de la inexperiencia propia de la edad, suelen ser menos «elaboradas» en la adolescencia para alcanzar su máximo grado de «osadía» durante la juventud temprana. ¿Y qué pasa en la mediana edad? Es el momento de que la mente ansíe la promiscuidad.
La fantasía de tener múltiples amantes, como revela el doctor Lehmiller en su libro Tell Me What You Want, se incrementa con la edad. De hecho, y si bien no es infrecuente en la juventud, aumenta progresivamente hasta alcanzar su pico máximo cuando se viven los 40 y los 50. Una vez aquí, desciende, aunque no llega al nivel de los primeros años de la etapa adulta. Dicho de otro modo, las personas que menos fantasean con encuentros sexuales variados son los jóvenes, por lo general porque aún no han alcanzado la extroversión y estabilidad emocional propia de la mediana edad.
De nuevo, las ensoñaciones sobre poligamia son más comunes en varones que en mujeres. Lo que no quiere decir, refiere el doctor Lehmiller, «que las mujeres no quieran encuentros casuales. Lo que sucede que no quieren sexo esporádico en las circunstancias en las que se les ofrece, en los que no se contempla el placer de la mujer como una prioridad».
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